Preparando pato a la sangre |
Muchos son capaces de esperar tres horas para entrar a una confitería, un bar, un restaurante: esta nota le brinda razones para ir a otra parte
Todo el día hay que hacer filas, entre otras cosas para tomar el ómnibus, para que don Carlos te atienda en el almacén de la otra esquina, para jugar a la tómbola, para las chicas de "Cariñito" (antes), para pagar los impuestos en el Rapipago, para sacar plata del cajero, para cobrar el plan, además hay que hacer cola en el supermercado, en el quiosco, en la verdulería, en la carnicería: siempre, en todas partes y para todo.Entonces, perdone que se lo diga así, pero parece al menos una enormidad también hacer cola los fines de semana, los sábados a la noche o cuando sale con la patrona a despejarse un rato.
En serio, che. Si hubiera un solo lugar para tomar algo en la ciudad, vaya y forme fila desde las tres de la tarde si quiere, pero hay ochocientos bares, confiterías, lomiterías, cervecerías, panchuquerías, heladerías, parrilladas, restaurantes, ¿qué tiene que rendirle pleitesía a una sola, con calor, con frío, parado tres horas, embolado, para conseguir una triste mesa?Entre Santiago y La Banda hay cientos de lugares para ir con la esposa, con la novia, con la querida, con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo, y no solamente los sábados a la noche sino todos los días. Hay comederos y bebederos de todo tipo y con precios acomodados a todos los bolsillos, como para hacer fila en uno solo, en serio, amigo.
Además, si se fija bien, es la misma gente en todos lados, como que los ñatos llegan de a pie, en moto o en autos así nomás. Debe haber dos o tres, en estos pagos a los que acuden parroquianos en Jaguar, Lamborghini o semerendas motos, con hombres de traje, y mujeres vestidas con pilchas de Cristian Dior, pero seguro que ahí no hacen fila para entrar: una secretaria se tomó el trabajo de reservar mesa con anticipación porque ahí no la pescará la señora del patrón… con el patrón.
Tampoco es que en tal lugar estará cocinando, por única vez en Santiago, un renombrado sushiman internacional. ¡Amigo!, en casi todos le sirven los mismos lomitos de carne de nalga o cuadrada, pan francés de Cortina, lechuga y tomate del mercado de Abasto, queso de máquina, huevo frito a la plancha y mayonesa casera. No es pa tanto, tampoco. ¿O usted cree que la vaca de su lomito la compraron directamente en el mercado de Liniers, el pan francés lo trajeron en avión desde París, la lechuga y el tomate los cultivaron en granjas hidropónicas, el queso llegó especialmente de Holanda y la gallina cagó su huevo en un nido de oro? Pero, ¡por favor!
Detalles más, detalles menos, en todos lados es lo mismo, y a veces se puede llevar una agradable sorpresa con lomitos y sánguches de milanesa hechos en los barrios humildes de la ciudad, de mucho mejor sabor que en cualquier hotel cuatro o cinco estrellas, con un renombrado chef internacional a cargo de la cocina.
Por eso, amigo, hágame caso: salga temprano para conseguir mesa, pero si llega tarde, vaya a otro. Si la patrona se empilchó de punta en blanco para ir a uno de la Roca, no había lugar y no quiere ir a la choripanería de frente al Hospital Regional, digalé que el otro sábado no demore tanto en pintarse y arreglarse, y van a estar a tiempo para elegir mesa.
Estoy terminando la nota, pasa uno, me mira el escrito por sobre el hombro y me dice: “Mirá si te mueres mañana y no has ido nunca a tomar un vino y comer un asado en la parrillada Tal”. La verdad es que podría morirme sin lamentar no haber conocido tal o cual parrillada de Santiago.
Lo que sí me va a apenar es que uno de estos días voy a crepar sin haber ido jamás a La Tour d'Argent, en el barrio latino de París, a cenar ´canard au sang´, pato a la sangre, báh. Lo matan al bicho a la vista (como lo muestra la foto de arriba), y lo desangran medio vivo todavía, para después prepararlo adecuadamente. Si hay que hacer una cola de tres días para comer eso, no hay drama, llevo carpa.
Pero, ¿aguaitar cinco minutos para merendar una triste hamburguesa de carne molida, en el patio de comidas del supermercado Vea? Como dicen ahora: “Ni ahí”.
©Juan Manuel Aragón
Además, si se fija bien, es la misma gente en todos lados, como que los ñatos llegan de a pie, en moto o en autos así nomás. Debe haber dos o tres, en estos pagos a los que acuden parroquianos en Jaguar, Lamborghini o semerendas motos, con hombres de traje, y mujeres vestidas con pilchas de Cristian Dior, pero seguro que ahí no hacen fila para entrar: una secretaria se tomó el trabajo de reservar mesa con anticipación porque ahí no la pescará la señora del patrón… con el patrón.
Tampoco es que en tal lugar estará cocinando, por única vez en Santiago, un renombrado sushiman internacional. ¡Amigo!, en casi todos le sirven los mismos lomitos de carne de nalga o cuadrada, pan francés de Cortina, lechuga y tomate del mercado de Abasto, queso de máquina, huevo frito a la plancha y mayonesa casera. No es pa tanto, tampoco. ¿O usted cree que la vaca de su lomito la compraron directamente en el mercado de Liniers, el pan francés lo trajeron en avión desde París, la lechuga y el tomate los cultivaron en granjas hidropónicas, el queso llegó especialmente de Holanda y la gallina cagó su huevo en un nido de oro? Pero, ¡por favor!
Detalles más, detalles menos, en todos lados es lo mismo, y a veces se puede llevar una agradable sorpresa con lomitos y sánguches de milanesa hechos en los barrios humildes de la ciudad, de mucho mejor sabor que en cualquier hotel cuatro o cinco estrellas, con un renombrado chef internacional a cargo de la cocina.
Por eso, amigo, hágame caso: salga temprano para conseguir mesa, pero si llega tarde, vaya a otro. Si la patrona se empilchó de punta en blanco para ir a uno de la Roca, no había lugar y no quiere ir a la choripanería de frente al Hospital Regional, digalé que el otro sábado no demore tanto en pintarse y arreglarse, y van a estar a tiempo para elegir mesa.
Estoy terminando la nota, pasa uno, me mira el escrito por sobre el hombro y me dice: “Mirá si te mueres mañana y no has ido nunca a tomar un vino y comer un asado en la parrillada Tal”. La verdad es que podría morirme sin lamentar no haber conocido tal o cual parrillada de Santiago.
Lo que sí me va a apenar es que uno de estos días voy a crepar sin haber ido jamás a La Tour d'Argent, en el barrio latino de París, a cenar ´canard au sang´, pato a la sangre, báh. Lo matan al bicho a la vista (como lo muestra la foto de arriba), y lo desangran medio vivo todavía, para después prepararlo adecuadamente. Si hay que hacer una cola de tres días para comer eso, no hay drama, llevo carpa.
Pero, ¿aguaitar cinco minutos para merendar una triste hamburguesa de carne molida, en el patio de comidas del supermercado Vea? Como dicen ahora: “Ni ahí”.
©Juan Manuel Aragón
Se ve que sobra gente, o que no saben atender, por eso hay cola para todo. Concuerdo: ¿Hacer cola para comer teniendo para pagar?... "¡De acá!"
ResponderEliminarTal cual. 100% de acuerdo. Dios no permita jamás que falte comida y esté obligado a hacer cola por racionamiento. Pero por propia voluntad, ni loco..
ResponderEliminar"Deambulando por las calles, sí rodé como una bola. Pa tomar un plato e' sopa, cuántas veces hice cola..." (Recitado de Julio Sosa en el tango La gayola).
ResponderEliminarHace tanto que no voy a comer afuera que no paso últimamente por estos trances! Hasta aceptaría hacer una pequeña cola de vez en cuando! 🤪
ResponderEliminarUn serio problema ... Que se acabe justo ...antes , que te toque (pasa )jajajajjajajja
ResponderEliminarPregunto: todavía se puede conseguir pan en Cortina? No es que ya cerró? (Perdone mi ignorancia, señor)
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