Ir al contenido principal

CUENTO ¡Hijo de puta!

"Empieza a pensar en dejarlo"

Las últimas palabras de una mujer a un hombre suelen ser las que reflejan su verdadero sentir, lo que le debió decir hace mucho


Cuando toma la decisión de cortar, empieza a pensar, todo el día, en dejarlo. Hace lo que los psicólogos llaman “el duelo”, llora por anticipado y pone su corazón en el congelador, para separarse sin un llanto, ninguna escena, ningún daño. “Ningún tango llorón”, piensa con una sonrisa, porque con él aprendió a cantar varios de memoria.
Una amiga íntima lo sabe, le ha confiado intimidades de la relación que ni siquiera con la almohada se anima a conversar. Reconoce como error haber acumulado una camionada de reproches a los que en el pasado no les puso esas palabras que quizás podrían haber evitado algunas situaciones que para ella fueron desagradables.
Desde que toma la decisión no duda ni un instante. Sobre todo, hace algo en que son especialistas las mujeres, va anticipando las respuestas que le dará: “Si me dice tal cosa, le retruco con tal otra” y se las aprende de memoria, eso que son cientos. Ha preparado un reproche para cada palabra, para cada una de sus preguntas, para su posible enojo. Adivina el rostro de perplejidad que pondrá cuando se lo diga. Sabe que le causará una herida profunda, pero a esta altura no le importa nada, porque ese día lo hará recordar todas y cada una de las veces que la trató mal, prefirió ir con los amigos a jugar a la pelota antes que quedarse, dejó la ropa tirada en cualquier parte, eructó después de tomar gaseosas y antes de conocerla le tiró los perros a la hermana, entre otros graves pecados.
Piensa que hizo mal en comentarle a la madre que iban a dejar, porque luego fueron juntos a su cumpleaños y notó que todos lo trataban de manera rara. Le reprochó haberlo desparramado, pero la vieja le respondió: “Qué quieres, somos tu familia y nos preocupamos por vos, no te olvides de que siempre vas a ser mi hija”. Al parecer él no se dio cuenta, cargó a los hermanos con el fútbol y conversó con su padre de asuntos de autos, motores, de lo que siempre hablaban.
Unos días después, el marido de la amiga le cuenta todo, punto por punto. Amigazo al fin.
—Por favor, no me deschaves —le advierte, como un ruego.
—No te hagas problema.
Le avisa hasta el momento preciso en que lo van a dejar: un día antes del aniversario. Es un duro golpe, sobre todo cuando le advierte que no hay ninguna posibilidad de volver atrás, lo abandonarán a como dé lugar, así él se convierta en el príncipe Azul y gane una docena de primeros premios de la Lotería Nacional al hilo.
Piensa en sentarla, esa misma noche, a conversar sobre lo que le pasa a cada uno, sobre todo porque no tiene ningún motivo de reproche: se siente tan bien, tan a gusto, tan hombre con ella, que la noticia es una sorpresa. Si alguien le hubiera preguntado qué tal se llevaba, habría dicho: “Al pelo”.
Está tentado en no creer nada, pero cuando lo piensa, se da cuenta de que es verdad, hubo señales, como el cumpleaños de la suegra el otro día, algunas palabras sueltas de los cuñados (como uno de ellos, que en voz baja dijo: “Pero éste quién se cree que es”, la suegra no le preparó ese día el choripán, una tradición que habían adquirido en esos años de compartir asados y fiestas, el suegro, siempre atento, estaba como distraído, sólo los sobrinos se portaron normalmente).
Durante un tiempito anda algo triste, hasta que se repone y se dice que debería hacer algo: busca una pensión, alquila una habitación para vivir y empieza a llevar, de a poco, toda la ropa, sus viejas revistas “Mecánica Popular”, la guitarra, el cuaderno de canciones. Decide que el lavarropas, el televisor, el juego de dormitorio que compraron juntos los dejará para ella. Un día antes del día fatal
, están almorzando, hablando de cualquier cosa, como siempre y le dice:
—Me voy.
¿Adónde?
—Me voy —repite, mientras la mira firme, luego de dejar los cubiertos sobre la mesa.
Ella se da cuenta de la jugada.
—¿Así nomás, sin explicaciones? —no sabe si sentirse feliz, desgraciada, atónita. Está sorprendida, eso sí.
—¿Mi amiga te dijo algo?
—No, ¿tiene un mensaje para mí?
—No te entiendo —señala, ahora sí, desconcertada.
Se levanta, va al dormitorio y vuelve cargando un bolsito que tenía preparado con lo último que le quedaba en la casa.
—¿Vas a venir por el resto de tus cosas?
—Ya me llevé todo —escupe con indiferencia, y tira desde arriba y con mucha suavidad las llaves de la casa sobre la mesa en que ella sigue, con un plato de arroz a medio comer.
Mientras baja las escaleras oye que ella le grita:
—¡Hijo de puta!
—¡Síii! —responde desde abajo.
Sale a la calle.
Envía un mensaje por el telefonito, al marido de la amiga.
—Me fui, no te deschavé, tené cuidado de que no te saquen de mentira verdad.
El roblema ahora es que no sabe dónde verá el partido del domingo, juegan Boca y River en el Monumental. Patea lejos, con rabia una piedrita que entra justito entre dos lapachos. Quizás sea una señal: “Capaz que los nuestros dan el batacazo”, piensa.
Pero quién sabe che.
©Juan Manuel Aragón
A 22 de febrero del 2024, en Changolandia. Contando eucaliptos

Comentarios

  1. Habia un dicho tan conocido que parece la norma a cumplir. Alguna vez se dijo y la mujer dispone, habria que agregar si te elige, porque sabrá de antemano que efectos causar porque si el hombre juega de simplón no obtendrá repercusión pero si se siente ganador o fanfarrón tendrá publicidad para el que quiera hacer daño o acercar al timido amigo que le falta pique y gambeta.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

HISTORIA La Casa de los Taboada

La Casa de los Taboada, recordada en El Liberal del cincuentenario Por qué pasó de manos de una familia de Santiago al gobierno de la provincia y los avatares que sucedieron en la vieja propiedad Los viejos santiagueños recuerdan que a principios de 1974 se inundó Santiago. El gobernador Carlos Arturo Juárez bautizó aquellas tormentas como “Meteoro”, nombre con el que todavía hoy algunos las recuerdan. Entre los destrozos que causó el agua, volteó una pared del inmueble de la calle Buenos Aires, que ya se conocía como “Casa de los Taboada”. Y una mujer que había trabajado toda la vida de señora culta, corrió a avisarle a Juárez que se estaba viniendo abajo el solar histórico que fuera de la familia más famosa en la provincia durante el siglo XIX. No era nada que no pudiera arreglarse, aunque ya era una casa vieja. Venía del tiempo de los Taboada, sí, pero había tenido algunas modernizaciones que la hacían habitable. Pero Juárez ordenó a la Cámara de Diputados que dictara una ley exprop

RECUERDOS Pocho García, el de la entrada

Pocho García El autor sigue desgranando sus añoranzas el diario El Liberal, cómo él lo conoció y otros muchos siguen añorando Por Alfredo Peláez Pocho GarcÍa vivió años entre rejas. Después de trasponer la entrada principal de El Liberal, de hierro forjado y vidrio, había dos especies de boxes con rejas. El de la izquierda se abría solo de tarde. Allí estaba Juanito Elli, el encargado de sociales; se recibían los avisos fúnebres, misas, cumpleaños. Cuando Juanito estaba de franco su reemplazante era, el profesor Juan Gómez. A la derecha, el reducto de Pocho García, durante años el encargado de los avisos clasificados, con su ayudante Carlitos Poncio. Pocho era un personaje. Buen tipo amantes de las picadas y el vino. Suegro de "Chula" Álvarez, de fotomecánica, hijo de "Pilili" Álvarez, dos familias de Liberales puros. A García cuando salía del diario en la pausa del mediodía lo esperaba en la esquina de la avenida Belgrano y Pedro León Gallo su íntimo amigo Orlando

HOMBRE San José sigue siendo ejemplo

San José dormido, sueña Un texto escrito al calor de uno de los tantos días que el mundo secularizado ideó para gambetear a los santos Todos los días es día de algo, del perro, del gato, del niño, del padre, de la madre, del mono, del arquero, de la yerba mate, del bombo, del pasto hachado, de la madrastra, del piano de cola, de la Pachamama, del ropero, de la guitarra, del guiso carrero, de la enfermera, del abogado, del pañuelo usado. Todo lo que camina sobre la tierra, vuela en el cielo, nada en el agua, trepa las montañas, nada en las lagunas, patina en el hielo, surfea en las olas o esquiva a los acreedores, tiene su día. Nada como un día sin connotaciones religiosas, sólo nuestro, bien masón y ateo, para recordar a los panaderos, a las mucamas, a los canillitas, a los aceiteros, a los carpinteros, a los periodistas a los lustrines, a los soderos, a los mozos, a los vendedores, a los empleados públicos, a los policías, a los ladrones, a los jugadores, a los abstemios y a los tomad