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PALABRAS Etimologías rantifusas

Gato de Buenos Aires

Definiciones de palabra o expresiones como gato, canchero, meter la mula, quesero, volante, esnob y boludo

Dicen que, en Buenos Ares, la gente que tenía
 gatos, cuando las hembras parían, llevaban las crías al Jardín Botánico de Palermo para abandonarlas. El lugar estaba plagado de estos animales, de tal suerte que cuando alguien quería uno, no tenía más que acudir allí y llevarse el que quisiera, total no tenían dueño. Cuando empezaron a cundir las prostitutas callejeras, se apostaban cerca del Jardín Botánico y es por eso, según la etimología popular, que a ellas también las llamaron gatos. Luego el término se fue difundiendo, tomó vuelo propio para designar a las más finas, más onerosas o —también hay que decirlo —más lindas. Luego, en Buenos Aires y también en las provincias, las prostitutas fueron reemplazadas por los travestis, a quienes se llama también travas, traviesas o trabucos, probablemente por el arma que portan. Pero es otra historia.
El canchero es el pícaro, el que se las sabe todas, el más piola de la cuadra. Es posible que el término venga de un viejo oficio de los clubes de barrio: el canchero, el tipo que vivía en la cancha, en una casita al costado o al fondo, con toda la familia. En otros tiempos, la mujer o él mismo, eran los encargados de lavar las camisetas del equipo, regaban el césped de la cancha y la pintaban con cal, cuidaban las instalaciones cuando el club estaba vacío o de noche. Y tenían cierto poder sobre los chicos que iban a jugar al fútbol, al básquet. A veces, si el canchero quería, se jugaba y si no, no. Si en otra parte alguno decía que ahí no quería jugar, los amigos le decían: “No te hagas el canchero”.
Engañar a otro, tratar de venderle gato por liebre, se dice “meter la mula o el perro”. La expresión usada en todo el país, nació en Tucumán, en tiempos en que la caña se cosechaba a mano. Después de que los cosecheros cortaban, pelaban y despuntaban la caña, venían los fleteros, en muchos casos santiagueños, con carros tirados con mulas, para llevarla al canchón donde sería descargada. Antes tenía que pasar por una balanza para pesar la carga. Si el balancero no se avivaba, el fletero hacía pisar la balanza con las patas de una o más mulas, lo que aumentaba su peso. De ahí viene la expresión “no me metas la mula” o, en su defecto, el perro, que también engordaba la carga en unos diez kilos, según el tamaño del pichicho.
Es una verdad de Perogrullo que la regla del offside (orsai) fue hecha para terminar con el quesero. Así le decían al jugador que estaba siempre arriba, conversando con el arquero contrario, a la pesca de un avance de los propios, para meter un gol. El orsai, inventado para terminar con estos pícaros, se da cuando un jugador está más cerca de la línea de meta contraria que el balón y el penúltimo adversario: está más adelantado que todos los jugadores oponentes excepto el portero, o el último defensor cuando el portero ha sido superado. En la campaña santiagueña, luego de que se hace un queso, se lo pone a secar en un zarzo hecho de cañas tacuaras, bien arriba, lejos de los perros, las gallinas y los chicos que podrían alcanzarlo para comérselo. ¿Dónde estaba el queso?, arriba. Igual que el jugador que está siempre arriba en la cancha, esperando el pase que lo convertirá en el héroe del partido callejero. Por eso le decían, justamente, quesero.
Otra del fútbol, el volante es un jugador del centro del campo por las bandas, suele ser confundido con los extremos y los carrileros. Pero, ¿de dónde viene el nombre?, ¿acaso vuelan, pegan volantazos, es por los centros que suelen tirar? El nombre le viene de Carlos Martín Volante, futbolista argentino nacido en Lanús, en 1905. Fue un tío interesante, que jugó en la Fiorentina de Italia y en Francia. De ahí se vino al Flamengo del Brasil. Dicen las crónicas que era fuerte y aguerrido, no como los brasileños de aquel entonces, más técnicos y exquisitos. De tal suerte que no había un jugador parecido. Una vez el técnico del Brasil, le pidió a un jugador que jugara como Volante, que se desempeñara en el campo de juego como el argentino. Cuando terminó el partido, el jugador dijo que jugó de volante. La prensa tomó el término y se convirtió en el nombre de una posición dentro de la cancha.
Cuando los miembros de la burguesía, una clase enriquecida, pero sin origen noble, empezaron a mandar a los hijos a la universidad, se di el problema de que había profesionales que no tenían un título de conde, marqués, como se acostumbraba hasta ese entonces. A los nuevos recibidos, después del título les agregaban “sine nobilitate” y lo abreviaban “s.nob”. Desde entonces le dicen snob o esnob, según el Diccionario de la Real Academia, a la "persona que imita con afectación las maneras, opiniones, de aquellos a quienes considera distinguidos o de clase social alta para aparentar que es igual que ellos”. Dicen que una palabra más correcta en español sería “pretencioso”, pero usted sabe que es el pretencioso, sí, pero es algo más también.
Casi pasa de largo el boludo. Palabra que llega al país de los regimientos españoles. Cuando tenían una visita importante y debían hacer una parada militar, los soldados planchaban el traje, limpiaban los botones, acomodaban las charreteras y lustraban las botas. Pero no las lustraban con pomada sino con unas bolas de betún. Eran botas altas, que llegaban más arriba de las rodillas, imaginesé, semejante trabajo. Si el personaje que los visitaría no era tan importante, “no le daban bola” a las botas. Hace unos 50 o 60 años, de dar o no dar bola, se pasó a “boludo”. El término significa, según el Diccionario Argentino de Insultos, injurias e improperios, “persona que tiene pocas luces o que obra como tal”. Según Guillermo Brizuela Méndez, su uso se ha popularizado a tal punto que ha dado lugar a un sinfín de locuciones jocosas que mantienen el mismo significado del término, como “boludo a cuadros”, “boludo de campeonato”, boludo atómico, boludo importante. Da origen a una vasta familia de palabras, como boludazo, boludito, boludez, boludín. Pero en algunos casos pierde su significado como insulto y pasa a tener un tono afectivo: “No jodas boluda, sabes que te quiero”. Es uno de los argentinismos más conocidos, de tal suerte que, como gracia, a los extranjeros se les suele enseñar, cual primera lección del argentino básico, a decir “che boludo”.
©Juan Manuel Aragón
A 23 de febrero del 2024, en Tipiro. Esperando el colectivo

Comentarios

  1. Juan, te falto explicar el término "che culiau" ahora tan en boga

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  2. Grandes explicaciones para palabras costumbristas o modismos que alguna vez pueden incorporar al lunfardo porteño.

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