Definiciones |
Cada libro es el hijo sabio que la naturaleza no nos regalará, al menos así pensamos los que venimos del tiempo anterior a la internet
Antes de la aparición de la internet sobre la faz de la Tierra, los diccionarios solían ser un mueble importante. Quizás era el libro más importante de entre todos los que poblaban la sala, más que el “Lo sé todo” (famoso ´Losetodo´ que mi padre odiaba y nunca tuvimos, pero contar por qué sería otra historia) y en muchos casos, más que la Sagrada Biblia, de la Biblioteca de Autores Católicos. Todas las casas tenían uno, desde el Salvat hasta el Quillet, pasando por el de la Real Academia, el Larousse o el humilde Everest, chiquito, escolar, de bolsillo, con definiciones exactamente milimétricas.Buscar algo en sus páginas era divertido porque siempre una palabra llevaba a otra y esa a otra más y a otra y así quizás durante horas. A muchos chicos les (nos) encantaba andar curioseando en ese libro que, para muchos mayores, era el padre de todas las letras que había en el mundo.No eran copias de otros, cada uno era la expresión del pensamiento de su autor, como que no era lo mismo el de Antonio de Nebrija que el de María Moliner o el de Roque Barcia, cada cual con sus casos y cosas. Y sus merequetengues, por supuesto. Porque no era un libro cualquiera, sino que desde sus páginas partía la lengua a hacer caminos entre la gente, con palabras que iban y volvían adquiriendo nuevos significados, otro vuelo, muriendo en el camino y volviendo a resucitar, llegando desde otros idiomas, enriqueciendo y empobreciendo la lengua con significados distintos o justamente iguales de lo que querían decir en el antiguo sánscrito, el padre del que nacieron casi todos los idiomas del mundo.
No es que uno iba a aprenderse el diccionario completo, pero su conocimiento lo iba enriqueciendo de una forma distinta a la forma en que se lo hace hoy. Como no había manera de cargarlo a todas partes, una vez que se llegaba a una definición había que aprenderla de memoria, grabársela bien en la cabeza para usar la palabra correctamente. Hoy en cambio, con el internet, se aprende para olvidar al instante y la definición hallada hace un instante dentro de un rato no servirá más.
Vamos a por unos aforismos, dijo el gallego
El que tiene un diccionario y lo usa, jamás da por sabido nada hasta que lo revisa y se cerciora de sus conocimientos o los cambia por los correctos.
El que tiene un diccionario y lo usa, está seguro de lo que sabe es mucho menos, infinitamente, que lo que no sabe.
El que tiene un diccionario y lo usa, siempre tendrá dudas y las irá reemplazando con otras nuevas y no quedará jamás en la pueril certidumbre cerril de los ignorantes.
El que tiene un diccionario y lo usa, cada vez que lo abre es sorprendido con nuevos mundos que desconocía.
El que tiene un diccionario y lo usa, ejercita su humildad al reconocer que no sabe o que estaba equivocado.
El que tiene un diccionario y lo usa, estrena nuevas neuronas todos los días porque se le abre la cabeza de una manera que jamás lo hará un video o un mensaje por el telefonito.
El que tiene un diccionario y lo usa, en muchos casos no se quedará con la escueta definición y adquirirá nuevos libros para profundizar en lo que le interesa.
El que tiene un diccionario y lo usa, todos los días verá abrirse su cabeza a otros mundos, otras realidades, distintas formas de pensar.
El que tiene un diccionario y lo usa, sabe que siempre que lo abra se dará con que es un burro porque algo no sabía y jamás se creerá superior a los demás.
En fin. Quizás quiera agregar otras virtudes de un libro que no debe faltar en la biblioteca de ningún argentino. Pero, ¿en serio dice que usted no tiene biblioteca ni grande ni mediana ni chica? Dichoso, porque es sabio, nosotros los ignorantes no nos podemos desprender de ellas y consideramos a cada libro el hijo sabio que la naturaleza no nos regalará.
Saludos.
Juan Manuel Aragón
A 28 de junio del 2024, en la placita de las Chismosas. Jugando al Alto ahí.
Ramírez de Velasco®
El que tiene un diccionario y lo usa, jamás da por sabido nada hasta que lo revisa y se cerciora de sus conocimientos o los cambia por los correctos.
El que tiene un diccionario y lo usa, está seguro de lo que sabe es mucho menos, infinitamente, que lo que no sabe.
El que tiene un diccionario y lo usa, siempre tendrá dudas y las irá reemplazando con otras nuevas y no quedará jamás en la pueril certidumbre cerril de los ignorantes.
El que tiene un diccionario y lo usa, cada vez que lo abre es sorprendido con nuevos mundos que desconocía.
El que tiene un diccionario y lo usa, ejercita su humildad al reconocer que no sabe o que estaba equivocado.
El que tiene un diccionario y lo usa, estrena nuevas neuronas todos los días porque se le abre la cabeza de una manera que jamás lo hará un video o un mensaje por el telefonito.
El que tiene un diccionario y lo usa, en muchos casos no se quedará con la escueta definición y adquirirá nuevos libros para profundizar en lo que le interesa.
El que tiene un diccionario y lo usa, todos los días verá abrirse su cabeza a otros mundos, otras realidades, distintas formas de pensar.
El que tiene un diccionario y lo usa, sabe que siempre que lo abra se dará con que es un burro porque algo no sabía y jamás se creerá superior a los demás.
En fin. Quizás quiera agregar otras virtudes de un libro que no debe faltar en la biblioteca de ningún argentino. Pero, ¿en serio dice que usted no tiene biblioteca ni grande ni mediana ni chica? Dichoso, porque es sabio, nosotros los ignorantes no nos podemos desprender de ellas y consideramos a cada libro el hijo sabio que la naturaleza no nos regalará.
Saludos.
Juan Manuel Aragón
A 28 de junio del 2024, en la placita de las Chismosas. Jugando al Alto ahí.
Ramírez de Velasco®
Comentarios
Publicar un comentario