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Ruinas de la ciudad |
El 28 de junio de 1673, el gobernador del Tucumán, Ángel de Peredo, comunica que la situación de Esteco es insostenible
El 28 de junio de 1673, el gobernador del Tucumán, Ángel de Peredo, comunicó que la situación de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, conocida como Esteco, era insostenible debido a las constantes incursiones de indígenas chaqueños y las dificultades económicas.Fundada en 1566 en la región del actual norte argentino, era un punto estratégico para el comercio entre Buenos Aires y el Alto Perú, pero enfrentaba crecientes amenazas que ponían en riesgo su existencia.
Ubicada cerca del río Salado, en lo que hoy abarca partes de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, fue establecida por Francisco de Aguirre en 1566. Según el historiador Ruy Díaz de Guzmán, la ciudad se consolidó con la repartición de encomiendas bajo el gobernador Diego de Pacheco (1567-1569), asignando entre 6.000 y 8.000 indígenas lules y tonocotés a unos 40 encomenderos. Estas encomiendas eran esenciales para la agricultura y el servicio doméstico, pero la explotación provocó tensiones con los indígenas.En 1670, Ángel de Peredo asumió como gobernador del Tucumán, tras haber sido gobernador de Chile (1662-1664). Según documentos de la época, heredó una gobernación en crisis, marcada por la pobreza, plagas y ataques indígenas. En 1672, Peredo incorporó el Chaco Gualamba a la Gobernación del Tucumán mediante un auto del 14 de agosto, buscando expandir su jurisdicción. Sin embargo, las incursiones de las tribus tobas y mocovíes contra Salta y Esteco aumentaron, amenazando la seguridad de la región.
En julio de 1673, Peredo lideró una campaña punitiva contra los indígenas del Chaco, comandando más de 1.000 soldados hasta el río Bermejo. Según su informe, capturó a más de 500 indígenas y 400 familias, que fueron repartidos entre sus soldados y vecinos como mano de obra. Esta acción buscaba pacificar la frontera, pero no logró detener los ataques. El 28 de junio de 1673, desde Esteco, Peredo comunicó que la ciudad era insostenible debido a la persistencia de las incursiones y la falta de recursos para su defensa.
La economía de esa ciudad dependía del comercio de ganado y productos agrícolas hacia el Perú, pero la ciudad sufría penurias. En 1586, el gobernador Juan Ramírez de Velasco había señalado la pobreza de la región, agravada por la falta de alimentos y la huida de indígenas a los montes. Los vecinos de Esteco, según las Instrucciones de 1589, enfrentaban hambre y trabajaban la tierra manualmente, vistiendo cueros de venado por la escasez de ropa.
El 12 de septiembre de 1673, todavía en Esteco, Peredo ordenó limosnas para reconstruir dos iglesias en Catamarca y Sumampa, mostrando su interés por mantener la influencia religiosa en la región. Sin embargo, la inseguridad persistió. Según el Archivo General de Indias, las milicias de Esteco eran insuficientes para proteger la ciudad, y el fuerte de Nuestra Señora del Rosario, establecido como defensa, solo cubría regiones cercanas.
La situación empeoró con el tiempo. En 1692, un terremoto devastó la ciudad, y los ataques chaqueños continuaron. Los jesuitas abandonaron Esteco a mediados del siglo XVII debido a la inseguridad, debilitando la presencia española. La ciudad fue gradualmente abandonada, y su población se trasladó a lugares más seguros como Salta.
La declaración de Peredo en 1673 marcó un punto crítico en la historia de la ciudad. Aunque sobrevivió algunas décadas más, su insostenibilidad reflejó los desafíos de la colonización en el Tucumán. La falta de recursos, los conflictos con los indígenas y las dificultades económicas sellaron su destino, dejando a Esteco como un recuerdo de las ambiciones y limitaciones del proyecto colonial español en el siglo XVII.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
Las encomiendas eran un mecanismo abusivo y corrupto para disfrazar la esclavitud. No es de extrañar que los encomendados se escaparan y ayudaran a la indiada a acabar con esos asentamientos. Su intensión (en los papeles) era que las familias tuvieran una cantidad de indígenas "encomendados" para educarlos en la fe católica, a cambio de trabajar en la labranza.
ResponderEliminarEvidentemente 40 ñatos no iban a evangelizar a 8000 indios. Pará peor, nunca terminaban de "evangelizarlos", y se los empezaban a heredar de padres a hijos. En un punto la corona quiso poner un poco de orden, enviandó a misioneros. Más tarde incluso instruyó terminar con la práctica abusiva, ante lo cual los virreyes adoptaron la actitud de "se acata pero no se cumple", que quedó grabada en el ADN de latinoamérica hasta nuestros días, como práctica común de transgresión a las leyes y normas. Herencia cultural colonial que en criollo se conoce como "hecha la ley, hecha la trampa" y que he encontrado como factor común en todos los paises del continente en los que me ha tocado trabajar.
José Ignacio García Hamilton trata este tema con buena documentación investigativa en su libro "El autoritarismo y la improductividad en hispanoamérica".
Fe de erratas. Donde dice Intensión, debe decir intención.
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