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SEXO No se enseña lo que no se conoce

Escena sexual en dibujos

“Las bibliotecas públicas fotocopian libros, algo que atenta en forma directa contra el corazón de quienes producen su materia prima, los escritores”


Imaginen un mundo en que la gente ha perdido la costumbre de mantener relaciones sexuales ya sea porque hay aparatos que son mejores o máquinas que proporcionan más placer, tanto a hombres como a mujeres. El Ministerio de Educación, lógicamente, se alarmará, porque eso quiere decir que no hay esperanzas de recambio generacional. Entonces manda a los maestros, especies de instructivos para trabajar en el aula y lograr que los chicos vuelvan a preferir las relaciones cara a cara, en vez de hacerlo con artefactos mecánicos.
¿Qué deben hacer los maestros para transferir el conocimiento de un placer? Oiga, es tarea jodida. La tabla de logaritmos se aprende en un santiamén, se comprenden enseguida las razones y la importancia de la Batalla de las Termópilas o el límite norte de la provincia de Santiago del Estero. Pero, ¿cómo se transmite un placer?
Algo así está ocurriendo en este momento con la lectura. Los maestros llevan textos para trabajarlos con los chicos. Que, apenas oyen la palabra trabajar, saben que lo que viene no será placentero. Como en el caso del sexo, el placer de la lectura es intransferible, mucho más si quien intenta enseñarlo de alguna manera, tampoco lo practica.
Pregunta: ¿cuántos libros debe leer un maestro para recibirse? Respuesta: en algunos profesorados no se exige ni uno solo, todos son apuntes o apuntes de apuntes, fotocopias de algunos capítulos de libros que, quién sabe quién los habrá escrito.
Otra pregunta: ¿Cuántos libros debe leer un maestro para considerarse tal?, ¿les exigen leer el Martín Fierro, algo de Jorge Luis Borges, Leopoldo Lugones, Jorge Wáshington Ábalos, Dalmiro Coronel Lugones? Un maestro de la primaria de Santiago del Estero debiera leer esos autores al menos. Lo ideal sería que también tenga leídos y guardados en su biblioteca otros clásicos de la lengua española, Cervantes, José Zorrilla, Gustavo Bécquer, Antonio Machado o universales como Mark Twain, Shakespeare, Jorge Amado, Guy de Maupassant, Nicolás Maquiavelo, o santiagueña, Alfonso Nassif, Clementina Rosa Quenel, Julio Carreras, Carlos Alberto Artayer, María Adela Agudo. Entre cientos de miles, obviamente.
No se ama lo que no se conoce. Es probable que esté al frente de las aulas la segunda o tercera generación de maestros que no saben transferir el amor por los libros, porque ellos mismos no leen, aprendieron lo que saben en papelitos sueltos que quizás se lleve el viento del analfabetismo, el atraso, la pobreza intelectual, la peor de todas. Del hambre se vuelve con alimentos, pero si alguien no gusta de los libros, siempre estará pedaleando en el mismo lugar, sin solución de continuidad.
Lo que más aflige, es que en la actualidad también es posible recibirse de Contador Público en la Universidad Nacional de Santiago del Estero sin haber tocado jamás un libro, o de abogado en una universidad de las que se cursan por correspondencia.
Es estúpido sostener que los alumnos aprenden en apuntes para evitar el gasto en libros. ¿Alguien quiere que lo opere del corazón un médico que aprendió en clases por internet y estudiando en apuntes hechos por quién sabe quién?, ¿sabrá cómo construir una casa un arquitecto que jamás abrió un libro de artes plásticas? ¿a eso le llaman ahorro?
Si para recibirse de cualquier cosa hay que comprar libros, lo lamento, pero hay que comprar libros, pedirlos prestado o ir a la biblioteca del barrio y es casi seguro que los tienen. Además, un fenómeno curioso en la Argentina es que quienes más se quejan por la pobreza tienen teléfonos celulares más caros para mandar memes o compartir mensajitos pedorros a precio de oro, como corresponde. Y no se quejan.
En ese mundo, las bibliotecas públicas fotocopian libros, algo que atenta en forma directa contra el corazón de quienes producen su materia prima, los escritores. Si los futuros maestros no tienen con qué comprar los libros, estudien en la biblioteca, hagan resúmenes, tomen notas. Pero acostúmbrense a usar textos, cotejarlos con otros, compulsar opiniones, comparar estilos y devolverlos en perfectas condiciones.
Así como sería falso un maestro virgen, dando clases para entusiasmar a sus alumnos a que practiquen relaciones sexuales, sonará a quimera, ilusión o tendrá un vano esfuerzo, otro que pretenda enseñarles a leer con placer, si nunca sintió la grata compañía de los libros en sus manos.
Sirva este escrito como llamada de atención de un fenómeno que viene creciendo en Santiago del Estero, sin que a muchos les preocupe hallar la manera de revertirlo. Una sociedad sin libros está inexorablemente condenada al atraso de no saber para qué vive, la oscuridad de la ignorancia, la esclavitud, el desamparo.
©Juan Manuel Aragón
En el Rincón del Carmen, septiembre 30 del 2022.

Comentarios

  1. Que 🤔 gran verdad lo que dices!!
    Siempre tan claro.te felicito.
    Aurora lopez ramos

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  2. Cristian Ramón Verduc30 de septiembre de 2022, 8:21

    Concuerdo totalmente. Lo comparto.

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  3. Muy buena reflexión, Juan Manuel. Leer a esos autores, y otros, ayuda a un formador a entender mejor la naturaleza humana en todos sus matices y permite llegar al alumno con mayor claridad de conceptos. Además de ello, un maestro con tal nivel intelectual difícilmente pueda adoctrinado por fracciones ideológicas que busquen penetrar en la mente de los jóvenes, como pasa hoy en muchos casos.
    Y algunos textos y autores son un desafío para el educador. Conozco muchos que no han logrado pasar de la segunda página de "La guerra gaucha" de Leopoldo Lugones. Ese libro otorga el título de "Lector Capacitado" a quien lo termina.

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  4. Y porque no leer " De animales a dioses" de Yuval Noah Harari...?? O es mucho...

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  5. Excelente nota, con la que concuerdo en todas sus partes. Desde niños y luego en la adolescencia se nos sugería o indicaba qué libros se debían leer o tener imprescindiblemente, y así es como se comenzó a forjar la biblioteca de cada uno. Algunos libros, los leí en bibliotecas y ya adulta, cuando tuve posibilidades, los compré y releí. Está bueno que los docentes disfruten de las buenas lecturas y transmitan ese gusto a sus alumnos, pero, tal como dices, no puedes enseñar ni transmitir lo que no hiciste ni conoces.

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  6. Yo pregunté en el profesorado el porqué no nos pedían el libro de tal autor para leerlo completo, en vez de las fotocopias. Me dijeron que era una directiva superior, para evitar que los chicos gasten mucha plata en los libros. Economía que le llaman...

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