Ir al contenido principal

COLORES Pelajes criollos

Cruzando los Andes,
supuestamente a caballo

Algunas cuestiones sobre los colores de los caballos, el blanco de José de San Martín, el zaino de José Luis Zavalía, los bayos de mi abuelo


Hubo caballos famosos en la Argentina, el moro de Quiroga, los blancos de Villegas, el pinto (o salpicado) de Perón, el zaino de Zavalía. Como se sabe, son todas maneras de nombrar sus colores. Muchas veces esos colores se mezclan y en algunas partes del cuerpo tienen otros y los especialistas indican en esos casos qué nombre les corresponde, según su opinión.
El caballo blanco de San Martín, probablemente no fuera blanco, pues era un color ideal para que los enemigos jugaran a la puntería. Se sabe que, en San Lorenzo, el que lo aplastó, era bayo de cola cortada al corvejón y en Mendoza montaba un alazán tostado de cola recortada y tuse criollo. Cruzó los Andes en parihuelas, especie de cama hecha con palos tendidos, puestos como varas de sulky, pero entre dos mulas, porque iba enfermo, lo que hizo aún más grande su hazaña continental.
De todas maneras, antes de la popularización del romanticismo, poco importaban los colores de los caballos, su estampa o la pinta de su ensillado.
Con el zaino de José Luis Zavalía sucedió un caso curioso. Fue en 1991, un periodista nuevito del diario El Liberal, llegó un día entusiasmadísimo de la primera marcha a caballo que hacía el entonces futuro ex líder provincial y posiblemente nacional (pero maimanta).
—Vengo de la marcha de Zavalía en su alazán— dijo.
Al rato bajó el fotógrafo con las imágenes en blanco y negro, como eran las de los diarios en ese entonces, y todos se arremolinaron a mirarlas.
—Ahí está Zavalía en su alazán— mostró. En ese tiempo, hay que decirlo, había muchos fanáticos de Zavalía, que después, durante varios años, evitaron cruzarlo por la calle por miedo a ser saludados y tener que responder con un “adiós, cómo le va”.
El caso es que mi padre, que entonces trabajaba en el diario que alguna vez fuera de los Castiglione, se fue a sentar y solamente dijo:
—¡Mmmhhh…!
El periodista aquel se acercó y le preguntó.
—¿Qué le pasa?, ¿no le gusta Zavalía?
—No es eso... dime, ¿de qué color era el caballo de Zavalía?
—Marrón oscuro.
—Entonces no es alazán, es zaino.
—¿En serio?, yo creía que era una manera de nombrar a los caballos, como un sinónimo… porque Atahualpa nombra a su alazán.
—El alazán de Atahualpa era de color alazán, el zaino de Zavalía es zaino— respondió seco mi padre.
Y quedó bautizado para siempre el flete del entonces futuro casi gobernador de Santiago.
El pinto (o salpicado), de Perón
Antes todos sabían los nombres de los pelajes de los caballos, las mulas y los animales vacunos. Hoy es una especialidad de unos pocos, pero hay mucha gente que los conoce porque vive o vivió en el campo o leyó sobre el asunto.
Zaino es el caballo castaño oscuro y que no tiene otro color. En este caso viene del árabe clásico “sāḥim”, que quiere decir negro. Pero, ya que estamos, hay otro uso de la misma palabra, zaino, pero quiere decir traidor, falso, poco seguro en el trato, según el diccionario de la Real Academia. Viene del árabe hispánico “zahím”, que era tanto indigesto, como antipático, desagradable, y este a su vez llega del árabe clásico “zahim”, que significaba pringoso, grasiento. Con este significado lo oí de mi abuelo, que a uno que era conocido por lo taimado en el pago, le dejó caer el insulto:
—¡Zaino!
Hablando de mi abuelo, fue famoso allá lejos y hace tiempo, entre otras cosas porque tenía una tropilla de caballos bayos que llamaba la atención en el pago, casi todos pashucos y hermosos, según recuerdo ahora. Su sillonero era un bayo melón, también bueno para el sulky, el arado y muy, pero muy manso.
Una curiosidad, el “Tesoro de los diccionarios históricos de la lengua española”, de la Real Academia Española, sostiene que “bayo”, es el caballo de color amarillento, y señala que viene del latín “bodius”, mientras la vigésima segunda edición del “Diccionario de la lengua española”, también de la Real Academia, del 2007, sostiene que el término llega de la misma palabra, “bodius” pero del celta, que en irlandés antiguo es “buide”.
“Uno coyda el vayo e otro el que lo ensilla”, dice el Arcipreste de Hita en el Libro de buen amor, que nos hacían leer en la escuela secundaria y grafica el diferente modo de ver de los que mandan y quienes obedecen.
Las películas norteamericanas impusieron que el caballo blanco con grandes manchas oscuras, fuera casi siempre el que correspondía a los indios. Por eso a quienes tienen la piel de distintos colores, por una enfermedad o lo que fuere, les dicen “Caballo de Indio”.
El primero en escribir sobre el color de los fletes fue Emilio Solanet, estanciero argentino que se dio a la tarea de recuperar la raza criolla de animales descendientes de aquella tropilla que trajo al país Pedro de Mendoza en 1536. Su obra se llamó, justamente, “Pelajes criollos” y es un profundo y exhaustivo trabajo, interesante tanto para el hombre de campo como para quienes curiosean en la literatura, la historia y la hipología.
José Hernández lo hace recordar al Martín Fierro: "El gaucho más infeliz // tenía tropilla de un pelo; // no le faltaba un consuelo // y andaba la gente lista... // Tendiendo al campo la vista, // Solo vía hacienda y cielo”. De esta estrofa se toma el gaucherío folklorero moderno para organizar competencias de tropillas de un pelo, con puntaje y todo, al estilo norteamericano, con paseantes en las tribunas mascando chicle, comiendo asado o levantando carteles con la leyenda “Pehuajó”, “Venado Tuerto”, ”Fraile Pintado”. Qué tendrá que ver, ¿no?
En su bellísimo “Salmo a la guitarra”, Atahualpa Yupanqui dice: “No hablo de esa guitarra // que algunos guitarristas usan // como queridas del oído // de un turista cualquiera…”. Como es sabido, muchos suponen que los caballos deben ser tema esencial de fiestas pueblerinas pagadas por las intendencias para promoverse como “destino turístico” y vender ceniceros, boleadoras de plástico y macanitas para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero.
En la volteada caen los caballos, expuestos como animales de circo con payasos disfrazados de gauchos llevando del cabestro una yegua madrina y varios mancarrones del mismo pelaje por detrás. Y un espíquer arrastrando las palabras como un tonto, quizás porque cree que los gauchos hablan ceceando. Si alguien me diera la elección de ser caballo de “tropilla empelada”, “chúcaro reservado”, “caballo de alquiler” o mortadela bocha, elijo mortadela bocha sin dudar ni un instante, huija rendija, la mama y la hija.
Si usted quiere saber de colores de caballos, le recomiendo el grupo de Facebook, “Pelajes criollos”, con especialistas de toda laya comentando fotos que envían los interesados o directamente vaya a las fuentes, el libro “Pelajes criollos”, de Emilio Solanet. Verá que es un asunto interesante. Por demásmente.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Interesante, pero podría sacarse más jugo del tema

    ResponderEliminar
  2. Don Anónimo, siga el consejo, hay que buscar información en "pelajes criollos". Yo haré lo mismo, porque de caballos no entiendo nada...

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno, Juan. Es muy interesante el tema de los peleajes de caballos. Hay algunos que incluso son predominantes en ciertas razas y se vuelven su distintivo.
    Y despues estan las combinaciones y las señas particulares, que complementan el color. Ahí las variedades se vuelven infinitas y es de muy conocedores sabérselas a todas. El cantor sureño Alberto Merlo cantaba una milonga que dice: "Pico blanco, gargantilla, y zarco del lao del lazo, supe tener un picasso de lunar, en mi tropilla". El cantor Argentino Luna tambien cantaba una milonga-cifra "Reservado", en la que nombraba bastantes combinaciones de colores. LoEn ese sentido también conocer sobre las variedades de razas y sus usos ecuestres es fascinante.
    Una característica de los bayos, si es que eran así los de tu abuelo, es que por lo general son "lobunos", con una raya más oscura en la cresta del lomo hasta la cola, y "gateados", con unas leves rayas horizontales tipo zebra en las cuatro patas.
    Como digo, las variedades son infinitas y pocos se las saben todas.

    ResponderEliminar
  4. Me faltó algo en el comentario anterior, que se me escapó como "anónimo".
    Durante el gobierno de los años 40s, siguiendo la típica estrategia de propaganda nazi-fachista que el presidente de entonces aprendió durante su "capacitación" en la Italia de Mussolini, se adoptó en los libros de texto la imagen del "San Martín lindo y blanco" o "el San Martín pintudo de los billetes", y se eliminó la de los cuadros pintados en su presencia, (como el de José de Gil de Castro en Perú), posando para el artista, que lo muestran con sus rasgos de criollo.
    Entonces le encajaron el caballo blanco, a San Martín y también al presidente, como muestra la foto de la nota, para establecer un paralelismo patriota.
    Los.muchachos se las sabían todas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

HISTORIA La Casa de los Taboada

La Casa de los Taboada, recordada en El Liberal del cincuentenario Por qué pasó de manos de una familia de Santiago al gobierno de la provincia y los avatares que sucedieron en la vieja propiedad Los viejos santiagueños recuerdan que a principios de 1974 se inundó Santiago. El gobernador Carlos Arturo Juárez bautizó aquellas tormentas como “Meteoro”, nombre con el que todavía hoy algunos las recuerdan. Entre los destrozos que causó el agua, volteó una pared del inmueble de la calle Buenos Aires, que ya se conocía como “Casa de los Taboada”. Y una mujer que había trabajado toda la vida de señora culta, corrió a avisarle a Juárez que se estaba viniendo abajo el solar histórico que fuera de la familia más famosa en la provincia durante el siglo XIX. No era nada que no pudiera arreglarse, aunque ya era una casa vieja. Venía del tiempo de los Taboada, sí, pero había tenido algunas modernizaciones que la hacían habitable. Pero Juárez ordenó a la Cámara de Diputados que dictara una ley exprop

RECUERDOS Pocho García, el de la entrada

Pocho García El autor sigue desgranando sus añoranzas el diario El Liberal, cómo él lo conoció y otros muchos siguen añorando Por Alfredo Peláez Pocho GarcÍa vivió años entre rejas. Después de trasponer la entrada principal de El Liberal, de hierro forjado y vidrio, había dos especies de boxes con rejas. El de la izquierda se abría solo de tarde. Allí estaba Juanito Elli, el encargado de sociales; se recibían los avisos fúnebres, misas, cumpleaños. Cuando Juanito estaba de franco su reemplazante era, el profesor Juan Gómez. A la derecha, el reducto de Pocho García, durante años el encargado de los avisos clasificados, con su ayudante Carlitos Poncio. Pocho era un personaje. Buen tipo amantes de las picadas y el vino. Suegro de "Chula" Álvarez, de fotomecánica, hijo de "Pilili" Álvarez, dos familias de Liberales puros. A García cuando salía del diario en la pausa del mediodía lo esperaba en la esquina de la avenida Belgrano y Pedro León Gallo su íntimo amigo Orlando

HOMBRE San José sigue siendo ejemplo

San José dormido, sueña Un texto escrito al calor de uno de los tantos días que el mundo secularizado ideó para gambetear a los santos Todos los días es día de algo, del perro, del gato, del niño, del padre, de la madre, del mono, del arquero, de la yerba mate, del bombo, del pasto hachado, de la madrastra, del piano de cola, de la Pachamama, del ropero, de la guitarra, del guiso carrero, de la enfermera, del abogado, del pañuelo usado. Todo lo que camina sobre la tierra, vuela en el cielo, nada en el agua, trepa las montañas, nada en las lagunas, patina en el hielo, surfea en las olas o esquiva a los acreedores, tiene su día. Nada como un día sin connotaciones religiosas, sólo nuestro, bien masón y ateo, para recordar a los panaderos, a las mucamas, a los canillitas, a los aceiteros, a los carpinteros, a los periodistas a los lustrines, a los soderos, a los mozos, a los vendedores, a los empleados públicos, a los policías, a los ladrones, a los jugadores, a los abstemios y a los tomad