La policía reprimiendo |
“Un negocio multimillonario y tenebroso se mueve detrás de los violentos que asisten a los estadios a presenciar los partidos”
Las salvajadas que se suelen ver entre hinchas de fútbol, vienen a demostrar que algo está definitivamente podrido en la cabeza de muchísimos simpatizantes de este deporte, capaces de matarse por una rivalidad estúpida, colores bobos, fanatismo si razón, fomentados por tres o cuatro pícaros que se hacen más ricos cada vez que los otros se insultan.Un negocio multimillonario y tenebroso se mueve detrás de los violentos que asisten a los estadios a presenciar los partidos. En la Argentina son tan grandes los intereses en juego, que gobiernos de distinta laya y pensamientos opuestos no los desarmaron ni intentaron tocarlos. O tal vez no quisieron, pues hay una imbricación directa entre el fútbol y la política.
No se debe olvidar que Mauricio Macri, antes de ser presidente de la Nación, había sido también la máxima autoridad en Boca Juniors, uno de los clubes más populares de la Argentina. Hay muchísimos como él y en el aprovechamiento del fútbol para hacer política no se diferenció de muchos de sus pares.El periodismo deportivo que, al menos debiera alertar sobre estos movimientos de hinchas violentos, denunciarlos, señalarlos, mostrarlos, es también cómplice, pues omite desenmascararlos y los cubre con un ominoso manto de silencio. Es común entre los cronistas que cubren el futbol, la frase que menciona los “códigos”, parecido a la “Omertá” de los mafiosos italianos, el silencio con que cubrían sus crímenes.
No se dice aquí que el periodismo deportivo cobre por mirar para otra parte, pero sería muy tonto que los protegieran, como dicen que lo hacen, por nada, por amor a la violencia, porque sí nomás, porque los hinchas no quieren saber esos oscuros detalles. Más, con los millones de pesos que se mueven detrás de un negocio que, en muchos aspectos, evita la legalidad desde siempre.
En la Argentina se suprimieron los hinchas visitantes en los partidos de fútbol para evitar que se terminen matando con los locales. Quienes asisten a las canchas son parciales de un solo equipo. Pero la infernal máquina que mueve el fútbol en la Argentina, halló la forma de que siguieran siendo violentos, enfrentándose en facciones que responde a los intereses de uno u otro dirigente, de uno u otro negociado, empezando por la reventa de entradas, siguiendo por la compra y venta de jugadores, la concesión de la venta y distribución de objetos recordatorios, la publicidad en las camisetas, los derechos de televisión, en fin.
Sólo los negocios que hacen con el estacionamiento de automóviles en los alrededores de las canchas son tan grandes, que en algunos lugares del país hasta se supone con algo de razón que debe haber complicidad con la policía. De otro modo no tendría cómo funcionar en poblado, en bandas organizadas, a cara descubierta, con alevosía y ensañamiento.
¿La solución, pregunta? Es muy posible que haya que buscarla en el centro de la mente de los violentos y erradicarla en la escuela, mucho antes de que tiren la primera piedra. Si bien no se puede volver el tiempo atrás y mandar a los hinchas violentos al jardín de infantes, algo que no les vendría mal, de todos modos, se podría comenzar con los chicos.
Entre maestros y padres debiera haber un acuerdo fundamental para provocar entre los alumnos, otros intereses que no sean el fanatismo por un equipo deportivo. Quizás inculcar el gusto por la lectura en la casa y apagar teléfonos y televisores, ayude a ese propósito. Avisarles que es muy estúpido creer que hay colores superiores a otros también podría servir. Anoticiarlos de que los jugadores son trabajadores que sudan por el puchero, podría ser el principio de una interesante lección. Se debe informar a los pequeños para que, así como no son fanáticos de las sillas plegables, de los muebles estilo chippendale, de la tabla de multiplicar del tres, tampoco deben sumar sus simpatías por un club de fútbol.
Pero hay que hacerlo rápidamente, antes de que siga habiendo más muertos, heridos, mutilados, provocados por una pelota que no solamente está manchada, sino que por ella corren ríos de sangre color verde dólar.
©Juan Manuel Aragón
No se dice aquí que el periodismo deportivo cobre por mirar para otra parte, pero sería muy tonto que los protegieran, como dicen que lo hacen, por nada, por amor a la violencia, porque sí nomás, porque los hinchas no quieren saber esos oscuros detalles. Más, con los millones de pesos que se mueven detrás de un negocio que, en muchos aspectos, evita la legalidad desde siempre.
En la Argentina se suprimieron los hinchas visitantes en los partidos de fútbol para evitar que se terminen matando con los locales. Quienes asisten a las canchas son parciales de un solo equipo. Pero la infernal máquina que mueve el fútbol en la Argentina, halló la forma de que siguieran siendo violentos, enfrentándose en facciones que responde a los intereses de uno u otro dirigente, de uno u otro negociado, empezando por la reventa de entradas, siguiendo por la compra y venta de jugadores, la concesión de la venta y distribución de objetos recordatorios, la publicidad en las camisetas, los derechos de televisión, en fin.
Sólo los negocios que hacen con el estacionamiento de automóviles en los alrededores de las canchas son tan grandes, que en algunos lugares del país hasta se supone con algo de razón que debe haber complicidad con la policía. De otro modo no tendría cómo funcionar en poblado, en bandas organizadas, a cara descubierta, con alevosía y ensañamiento.
¿La solución, pregunta? Es muy posible que haya que buscarla en el centro de la mente de los violentos y erradicarla en la escuela, mucho antes de que tiren la primera piedra. Si bien no se puede volver el tiempo atrás y mandar a los hinchas violentos al jardín de infantes, algo que no les vendría mal, de todos modos, se podría comenzar con los chicos.
Entre maestros y padres debiera haber un acuerdo fundamental para provocar entre los alumnos, otros intereses que no sean el fanatismo por un equipo deportivo. Quizás inculcar el gusto por la lectura en la casa y apagar teléfonos y televisores, ayude a ese propósito. Avisarles que es muy estúpido creer que hay colores superiores a otros también podría servir. Anoticiarlos de que los jugadores son trabajadores que sudan por el puchero, podría ser el principio de una interesante lección. Se debe informar a los pequeños para que, así como no son fanáticos de las sillas plegables, de los muebles estilo chippendale, de la tabla de multiplicar del tres, tampoco deben sumar sus simpatías por un club de fútbol.
Pero hay que hacerlo rápidamente, antes de que siga habiendo más muertos, heridos, mutilados, provocados por una pelota que no solamente está manchada, sino que por ella corren ríos de sangre color verde dólar.
©Juan Manuel Aragón
Excelente artículo. Se quedó bastante corto en los nombres de políticos involucrados, lo que le quita algo de legitimidad al propósito.
ResponderEliminarSi se da un solo nombre, y justo el nombre del que, según los hinchas, lo hizo bien como presidente de un club. Se puede también dar los nombres de todos aquellos que han sido claramente vinculados con mafia, lavado, marcomercado, influencias y todos los demás crímenes asociados con el fútbol profesional. Solo se necesita jugarse un poco más en el intento.
Al final de cuentas, el nombrado fue el que nos dió "buena suerte" para ganar el mundial.
Se nota el macrismo de Ibarra,...dale que vas bien...sabes mucho de como se entrega y se funde a un país...
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