Susana y Jazmín |
Hay gente que duerme con los pichichos en la misma cama, los alza para que no caminen si van por la calle, porque se van a ensuciar
¿Usted tiene un perro?, buenas noticias ya no es más su dueño, ahora es su tutor. La modernidad no le exige que le diga “hijo”, pero se acerca aceleradamente a ese instante en que, quien se “auto perciba” como padre de un perro, lo sea con todas las de la ley. ¡Guay con aquel que ose llamar como animal a su criatura!Uno de estos días, es posible que les instalen jardines de infantes, escuelas primarias, secundarias y universidades exclusivas. Aunque no faltará el políticamente correcto que sentirá que su hijo fue discriminado y pedirá que lo acepten en una escuela común, mezclado con los chicos de verdad. Los directores de escuelas dirán: “Sí, por favor, el lunes lo esperamos con guardapolvo, carpeta y un lápiz”.En muchos divorcios de la actualidad, son objeto de disputa entre ambos padres y casos se está dando en que se establece un régimen de visita para que el tutor o la tutora no dejen de estar en contacto con su pichicho, lo saquen a pasear, lo lleven al cine o a visitar a sus parientes.Es obvio que quienes tienen uno, no como mascota para que cuide la casa, sino como un ser humano más, alegrándole los días, sienten más lástima por los perros de la calle que por los niños que pasan mendigando frente a ellos. Dicen: “Estos chicos tienen padres, ¡qué hacen que no los cuidan!; en cambio los pobres perritos han sido abandonados y no tienen ninguna posibilidad de hallar quien los ampare”.
Hay gente que duerme con los pichichos en la misma cama, los alza para que no caminen si van por la calle, porque se van a ensuciar “los piecitos”, les hablan, los sientan a la mesa y los presentan de la misma manera que usted le diría a otro: “Este es Cachito, mi hijo del medio”.
Hay algunos que incluso sostienen que son inteligentes o algo así como “personas no humanas”, paso previo a considerarlos “personas humanas”, gente hecha y derecha. En una de esas les conceden derecho a voto y quién sabe, el día de mañana uno de ellos podría llegar a Diputado, Senador, Presidente o cualquier otro cargo.
¿Es un signo de los tiempos o un síntoma que muestra la soledad de mucha gente? Quizás algo hay para los dos lados. Se terminó el mundo que adoraba a los niños y hasta anteayer los había convertido en semidioses despóticos de hogares que les rendían pleitesía. Ahora hay asociaciones que odian los chicos con saña, con ferocidad, sin piedad. Los consideran un estorbo para el normal desarrollo de los adultos y, si es posible, los matan en el vientre materno. Creen que mejor es un perro.
Los perros logran que mucha gente no se sienta tan sola, tenga una fiel compañía y suponga que está repoblando el mundo. Son tan adorables estos hijos, les falta hablar para ser iguales a nosotros, pareciera que piensan algunos. Además, vienen a suplir una falta, hay gente que ya no podrá decir que no tiene un perro para ladrarle, ahí estará el sultán o el Bobi, consolando su falta de objetivos válidos en la vida.
Párrafo aparte para quienes les ponen nombres de santos y en español, como Ramón, Alberto, Juan o Diego. Justo cuando la gente elige llamar a sus hijos de la manera más estrafalaria posible, los “padres” de los pichichos los bautizan como para que el día de mañana formen parte de una hagiografía. Disculpe si no sabe qué es hagiografía, no le voy a explicar lo obvio.
En fin. Participe usted, si quiere, de la locura colectiva instalada en la sociedad, haga el caldo gordo de quienes ganan toneladas de dinero con sus tiquismiquis de pequeño burgués que cree tener el dinero de la Susana Giménez, sólo porque consiguió un perro chiquito, ideal para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero.
©Juan Manuel Aragón
Mi querido canino se llama Iorek. Su nombre proviene del personaje de "La materia oscura", Iorek Birnesson, el Oso Acorazado, que realidad es el príncipe de los osos blancos del Norte.
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