Tristes eucaliptos del parque |
Al otro día de cualquier tormenta, la Municipalidad casi siempre envía cuadrillas de obreros con motosierras, hachas, escaleras
Cuando se hace viejo el eucalipto se vuelve peligroso, como lo comprueban los vecinos del parque Aguirre de Santiago, al ver cómo vuelan las ramas y los troncos cada vez que corre un poco de viento. Para qué si llega un vendaval de los que suele haber media docena por año en la ciudad. Son plantas viejas, fueron puestas hace cerca de 120 años para secar una parte de la ciudad que se inundaba y era criadero del mosquito que transmite el chucho, también llamado paludismo.Antes de continuar digamos que el nombre es eucalipto y su plural, eucaliptos. Pero tanto han insistido los supuestos cultos en nombrarlos como eucaliptus en singular y en plural, que la Real Academia se cansó y también acepta la segunda forma, como si este árbol fuera una pastilla de menta.Volvamos al parque, todos envejecieron, algunos se secaron, otros fueron tumbados por el viento, hay muchos enfermos y, de milagro no hubo que lamentar aplastados. Algunas veces, de sólo estar, sin que haya viento ni nada, se cae una rama.Al otro día de cualquier tormenta, la Municipalidad casi siempre envía cuadrillas de obreros con motosierras, hachas, escaleras, a sacar las ramas que quedaron tiradas. Si observan uno en riesgo de caerse, lo voltean, no cabe otra solución con una planta tan grande. A veces demoran un poco más en extraer los troncos caídos, nada grave, por cierto. Debe tenerse en cuenta que cuando hay vendavales, no es el parque el único lugar afectado, aunque sea el más visible para todos.
Dicen que un eucalipto ofrece la misma sombra que diez plantas más chicas. Por eso, en los claros que se formaron luego de las caídas de estos árboles, la comuna puso otras, sobre todo lapachos y tarcos. Eucaliptos no: ya son necesarios, la ciudad no se inunda en ese lugar, además no es un árbol recomendable para lugares tan céntricos, por el peligro que representan.
Es cierto que no se notan mucho los nuevos árboles que plantó la Municipalidad porque todavía no terminaron de crecer, son pichones todavía. Y también es cierto que se extrañan los viejos e inmensos eucaliptos, que otorgaron una fisonomía particular a ese sitio de la ciudad del que todos los santiagueños guardan algún recuerdo, casi siempre grato.
Pero así es la vida, amigos. Nada es eterno en las ciudades, ni la gente ni las casas ni la tonada ni el barrio que lo vio nacer y crecer, ¿por qué no iba a cambiar el parque Aguirre? Dentro de un tiempo largo, cuando se aproxime el fin de los fríos de julio florecerán los lapachos, un tiempo después, los tarcos. Y, al menos durante un tiempo la ciudad tendrá otros colores para ofrecer a su gente.
Además, no sé a usted, amigo, pero a mi parece que los eucaliptos son aburridos, siempre iguales, nunca con flores, ya estaría siendo tiempo de cambiar un poco, ¿no le parece?
Báh, digo, pero si usted quiere volver al Parque de Grandes Espectáculos, a Kid Sungo lavando autos frente al Lawn Tennis y al zoológico de los famélicos leones, al Pulgarcito y Changolandia, vaya y viva ahí, suerte si puede.
Yo prefiero la incertidumbre del futuro antes que la seguridad de un pasado que no va a volver. No hay ejercicio más placentero que caminar la ciudad, perderse en sus calles viéndola crecer y cambiar, elevarse y enviar al olvido viejos edificios, casonas antiguas con olor a naftalina, cayéndose de a pedazos por la voracidad del salitre que todo come, recordando cómo era antes o quién vivía ahí. Pero capaz que estoy equivocado.
Sá con esos eucaliptos: ojalá uno de estos días los tumben a todos y los reemplacen con plantas más alegres, aunque sea con paraíso japonés o cualquier otra. En serio, che.
©Juan Manuel Aragón
Dicen que un eucalipto ofrece la misma sombra que diez plantas más chicas. Por eso, en los claros que se formaron luego de las caídas de estos árboles, la comuna puso otras, sobre todo lapachos y tarcos. Eucaliptos no: ya son necesarios, la ciudad no se inunda en ese lugar, además no es un árbol recomendable para lugares tan céntricos, por el peligro que representan.
Es cierto que no se notan mucho los nuevos árboles que plantó la Municipalidad porque todavía no terminaron de crecer, son pichones todavía. Y también es cierto que se extrañan los viejos e inmensos eucaliptos, que otorgaron una fisonomía particular a ese sitio de la ciudad del que todos los santiagueños guardan algún recuerdo, casi siempre grato.
Pero así es la vida, amigos. Nada es eterno en las ciudades, ni la gente ni las casas ni la tonada ni el barrio que lo vio nacer y crecer, ¿por qué no iba a cambiar el parque Aguirre? Dentro de un tiempo largo, cuando se aproxime el fin de los fríos de julio florecerán los lapachos, un tiempo después, los tarcos. Y, al menos durante un tiempo la ciudad tendrá otros colores para ofrecer a su gente.
Además, no sé a usted, amigo, pero a mi parece que los eucaliptos son aburridos, siempre iguales, nunca con flores, ya estaría siendo tiempo de cambiar un poco, ¿no le parece?
Báh, digo, pero si usted quiere volver al Parque de Grandes Espectáculos, a Kid Sungo lavando autos frente al Lawn Tennis y al zoológico de los famélicos leones, al Pulgarcito y Changolandia, vaya y viva ahí, suerte si puede.
Yo prefiero la incertidumbre del futuro antes que la seguridad de un pasado que no va a volver. No hay ejercicio más placentero que caminar la ciudad, perderse en sus calles viéndola crecer y cambiar, elevarse y enviar al olvido viejos edificios, casonas antiguas con olor a naftalina, cayéndose de a pedazos por la voracidad del salitre que todo come, recordando cómo era antes o quién vivía ahí. Pero capaz que estoy equivocado.
Sá con esos eucaliptos: ojalá uno de estos días los tumben a todos y los reemplacen con plantas más alegres, aunque sea con paraíso japonés o cualquier otra. En serio, che.
©Juan Manuel Aragón
Deberían plantar tipas Juancho!
ResponderEliminarYo todavía vivo de tiempos nostálgicos. Y me acuerdo los sábados cuando nos llevaban a tomar un helado en la confitería del Kakuy y mientras mi mamá quedaba sentada en la confitería, mi papá me tomaba de la mano, para que corra por el borde de la fuente sin caer al agua! Jajajaja! Creo que era la década del 50! Ay Dios! Que vieja soy!!!
ResponderEliminarMe gustaba sentir el perfume de los eucaliptos cuando los movía el viento!
ResponderEliminarMe gusta la presencia del eucalipto, lástima q tienen sus años y sus raíces no profundas,ya ponen en riesgo ante los vientos,y si ir de poco reemplazandolos,pero q lindo,para mi,ver este bello y elegante árbol,
ResponderEliminarPensé que se escribía ocalito, chupan agua, mucha, ...peor sería si chuparan vino...
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