"Mañana
Luminosa", Lilo Viejo, departamento Moreno, acrílico sobre lienzo, obra de
Hugo Argañarás
Muchos santiagueños, especialmente los campesinos, siguen midiendo el tiempo como antaño, casi sin relojes y con otras horas que no son las que se conocen en los pueblos y ciudades. Están marcadas por los trabajos y necesidades propios del lugar en que viven, pero en general, son las mismas en toda la provincia.
Hora de levantarse. Ocurre entre las cinco y las seis de la mañana en invierno y quizás un poco antes en verano. En muchas casas quien primero se levanta, después de las abluciones matutinas destapa los tizones que se cubrieron de cenizas la noche anterior, revive el fuego, pone a calentar el agua en un jarro y empieza a preparar el matecocido para la mujer y los hijos.
Hora i´mate. Es el tiempo de cebar el primero del día, puede ser dulce o amargo. Cuentan que don Segundo Sombra estaba tomando mate dulce, se le acerca uno y le dice: “¿Cómo?, ¿un gaucho tomando mate dulce?” El hombre respondió: “Usted que quiere ser gaucho, tome mate amargo, yo soy gaucho y tomo como se me da la gana”. Esto explicaría el origen del folklore, huija, rendija, pero queda para otro día.
El alba. Allá en el pago era el justo momento en que empezaba a clarear y se distinguían las cosas. Si alguien llegaba entre que había luz y el sol estaba escondido, había llegado al alba o clareando. En cuanto salía el sol y se despegaba de la tierra, ya era otra hora.
Sol altito. Entre que el sol sale y llega a una altura más o menos, es sol altito.
Sol alto. A las 9 de la mañana es sol alto. Ya pasó la hora de levantarse y de ordeñar las cabras, las vacas. El hachero está en el bosque revoleando su herramienta, la mujer ha terminado de lavar la primera tanda de ropa y los hijos están en la escuela.
Media mañana. Es tiempo de seguir en lo que se está haciendo: los chicos en la escuela, el hombre en el claro del monte, quizás tomando agua del bote (una botella de aceite Cocinero envuelta en lonilla o arpillera para conservarla fresca) y la mujer tendiendo las camas, barriendo el patio, buscando los huevos de las gallinas o quizás carneando un cabrito para hacer un guiso.
Hora de cocinar o de volver a la casa. Cuando el sol aprieta, pongalé las 11 de la mañana, un poco más, el hombre, que está en el bosque desde antes del alba, emprende el regreso, a veces con la escopeta al hombro, por si halla algún bicho para llevar a la casa. La mujer pela la cebolla y trocea la carne para echar a la olla.
Mediodía. Un poco antes o algo después, llega el hombre a la casa, se saca la campera de lonilla con la que se protegió del calor, se lava y, hasta que esté lista la comida tomará unos mates. Los chicos volvieron de la escuela a la misma hora y quizás ataquen el pan que hizo la mujer el día anterior, para ir sosegando el hambre.
Hora de comer. En la antigüedad, cuando se respetaba el huso horario de menos cuatro, el mediodía era a las 12, ahora es a la 1 de la tarde, porque justo a esa hora el sol está perpendicular con la tierra. A pesar de comer casi todos los días a la 1 de la tarde, al almuerzo, en muchos lugares todavía le dicen “hacer las doce”.
Hora i´siesta. Es el sacrosanto momento que va desde que se termina de almorzar, a veces con sobremesa, hasta que se despierta de dormir.
Hora i´mate (de nuevo). Si el hombre no ha ido al monte, tomará unos mates con la mujer y los hijos. Este mate se suele acompañar de tortilla untada con queso, miel, dulce de leche.
Oracioncita. Mucho antes de la puesta del sol, el día se vuelve triste y la luz diurna se empieza a apagar, el hombre está trenzando un torzal para enlazar los terneros de la leche, arreglando la rueda de la zorra o ha salido, escopeta al hombro a buscar una corzuela que todos los días pasa por el camino del medio, cerca de unos guayacanes grandes. Si la caza, se ahorrará la compra de carne, al menos por unos días.
La oración. El sol se esconde, pero todavía queda luz en el pago, se ve la casa de los Llodrá y los chicos todavía no tienen miedo a la oscuridad.
Oración cerrada. Queda un hilo de luz y hay preocupación porque el hombre no ha vuelto de su cacería.
Tutatuta. Es la oscuridad plena, por lo menos así le decían en el pago. De los Llodrá, vecinos de toda la vida, lo único que se ve es un mechero brillando, estrella nochera en las casas campesinas. El hombre volvió hace un rato con una corzuela grande. Mañana la mujer hará milanesas de la pierna. Riquísimas, por supuesto.
Hora de dormir. En verano es cerca de las 9 de la noche, porque los días son más largos, en invierno capaz que a las 8 y media la familia está en la cama.
Afuera, el coco le canta a luna. La perrada de los Llodrá saca persiguiendo a un zorro. Bajo las sábanas, el hombre le susurra a la mujer: ”¿Estás despierta?”
©Juan Manuel Aragón
Te faltó decir cuando a los chicos nos mandaban a juntar leña o cuando nos mandaban a la represa a traer agua para poner en la tinaja para q se mantenga un poco fresca.
ResponderEliminarMuy buena descripción. Llena de escondida ternura y nostalgia. Mucho realismo.
ResponderEliminarComo no estamos en el huso horario que corresponde geográficamente a nuestro país, la una de la tarde es mediodía, en realidad.
ResponderEliminarMuy buenos detalles de la descripción del día santiagueño en el interior provincial. Muy agradecido por compartir una de mis pinturas en esta linda nota. Gracias .
ResponderEliminarLa pintura es de Hugo (El Lungo) Argañaráz. Si quien escribe el comentario es él, le pediré a Juan Manuel los datos para restablecer contacto.
EliminarMe encanta. Transporta a mis vacaciones de infancia (con los abuelos en el campo). El mechero, las tinajas, los sembradíos, acequia y represa,galpón, animales, fardos de alfa. Comer frutos de la tierra con los primos en las escapadas de la siesta. También el devenir horario en la ciudad en época de clases.li das nostalgias pa sentirse acompañados
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