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POLÍTICA Libertad, libertad, ¿libertad?

Político en carrera

En otra encrucijada, el país podría tirarse flechita a una incierta aventura, de la mano de alguien que muestra que no peinarse y gritar son virtudes


Una ola de libertad asuela el cerebro de muchos argentinos que en los últimos tiempos vienen descubriendo lo mucho que les gusta que la gente haga lo que le da la gana. Son los mismos que hasta ayer —y hoy también— reclamaban que el gobierno ponga presos a los comerciantes porque suben los precios “por las dudas”, según calculan.
Oiga, si de algo sirve la advertencia en una sociedad que ha perdido a Dios hace tres o cuatro curvas del camino, la Iglesia Católica ha condenado tanto al liberalismo y su hermano, el cruel capitalismo como a su hijo dilecto, el socialismo y su creación, el comunismo asesino y sangriento, dos extremos mortales de una misma visión del mundo.
Varios analistas han dicho que el “fenómeno”, como le dicen al resultado de la última elección, es el fruto del amor de la gente por la renovada idea de libertad que pugna por hacerse presente en la patria. Por lo que se ve a ojo de buen cubero, más se estaría pareciendo a un desahogo del votante, haciéndolo por el candidato más gritón, da lo mismo si ladra a favor del libre mercado o las regulaciones extremas, lo importante es su enojo, el ceño fruncido, el puño apretado, la fingida indignación. El resto de lo que dice es solamente alharaca, porque con algo hay que llenar la “propuesta política”, pero sembremos una enorme pizca de duda sobre esto último también, porque hay muchas justificadas vacilaciones de que haya algo detrás del cartel del hombre que viene a salvar de los malos a la buena gente.
No pretende esta nota analizar el comportamiento de los votantes, tarea que excede por mucho, la capacidad de análisis de cualquiera. Lo que se viene en el país es terreno desconocido, por más que las crisis se repitan desde hace cien, ochenta o cincuenta años, según el analista.
Dentro de un tiempo se verá que todo aquello que se dice hoy: cambio de paradigmas, nueva época, tiempos distintos, son solamente disfraces para encubrir el gatopardismo de siempre, que expresa —como lo sabe cualquiera— que todo debe cambiar para que nada cambie. Las verdaderas mejoras llegan a través del tiempo, nada que se haga bruscamente ha amarrado en buen puerto, siempre se necesitó al menos una generación para consolidar los pequeños o grandes pasos que ideó la sociedad en su camino.
Como que la Revolución de Mayo de 1810, que luego llevó adelante magníficamente Juan Manuel de Rosas, e intentó seguir marchando después en breves y leves chispazos, sigue teniendo avances y retrocesos en el camino de lograr la independencia. Está bien, más marcha atrás que primera, si vamos a decirlo todo, pero la idea de conseguirla sigue estando presente en algunos.
Nadie tumbará de un día para el otro las instituciones que mal o bien han venido funcionando en la Argentina. No es con decretos o leyes voluntaristas para terminar de un plumazo con esto o con aquello que se solucionarán los problemas. No existe la magia, ¿no sabía?, son solamente trucos, cartas escondidas en la mano, monedas preparadas de antemano, pura ilusión, juegos de manos, escamoteos de la realidad.
El problema es que posiblemente lo descubramos cuando ya sea tarde. Como el caso de, por poner un rostro a la frustración argentina, de cuando ganó el candidato que prometía una revolución productiva; que es justamente lo único que su gobierno no hizo: se dedicó prolijamente a destruir la producción del país, con una saña que ni siquiera un audaz enemigo de puñalada trapera habría soñado.

Leer más: en algunas conversaciones sobre política, la única solución que se les ocurre a algunos es meter bala a quienes no piensan igual

En aquel momento, hace poco más de tres décadas, se esperanzaron los pobres, los desarrapados, los caídos de las estadísticas, los marginados. Al poco tiempo, quienes con más fuerza aplaudían el entonces “fenómeno”, eran las señoras gordas de barrio Norte de Buenos Aires, que felices y exultantes proclamaban: “No lo voté, pero me encanta”.
Hay quienes, en encrucijadas como la que vive el país en estos momentos, ven un real peligro de que todo termine derrapando, con el vehículo humeante en el fondo de la banquina y el conductor haciendo dedo para llegar a alguna parte.
Ya se ha visto —más veces de las que cualquiera recuerda— chocar contra la pared de la realidad, las ilusiones colectivas de pueblos vecinos que creyeron en nuevos Mesías entre nosotros porque usaba patilla, en Bolivia traficaba coca, en Perú usaba sombrero de paja, en Brasil posaba con armas o, más cerca, aquí a la vuelta de la esquina, en la Argentina, sale despeinado en la televisión.
Que nadie se confunda, no son estas o aquellas ideas las que triunfan, por favor, a quién se le ocurre que en un mundo cada vez más analfabeto, van a tener predicamento unas doctrinas sobre otras. Ganan el espíritu de la pobre gente el grito destemplado, el insulto bajo y soez, la falsa erudición, la descalificación artera, la carajeada inútil, los ojos desorbitados, la ofensa gratuita, la humillación con palabras de baja estofa, el escarnio sin necesidad. Todo eso junto, vendido como un paquete de salvación.
Después de que, por confiar en unas patillas mal entrazadas, vendimos a precio de ganga las empresas nacionales dejando los trenes, entre otras grandes obras nacionales, reducidos a su mínima expresión, quizás estemos a punto de volver sobre el mismo error, en otro mundo, en otro siglo, con otros actores y las mismas enajenaciones ¡Dios no lo permita! Es un país condenado a perseguirse por siempre, buscando morderse la cola.
Si una buena instrucción escolar generalizada no es la que salva a este país de su ruina total, nadie lo hará, aunque prometa que en cuatro años de gobierno no se va a volver a peinar y lo muestre como una política de Estado sin que nadie le diga que todo lo que hace o deja de hacer es una muy buena payasada para entretener en el circo de los programas de televisión a quienes creen que de la caja boba puede salir algo que no sea bobo y a quienes no también. Por las dudas.
©Juan Manuel Aragón
A 13 de septiembre del 2023, en Javicho, jugando a la pallana

Comentarios

  1. TODO BIEN...PERO YO LO SIMPLIFICO, YO SOY GRANDE (74) Y ALGO VIVÍ EN TODO ESE TIEMPO. EN ESTE MOMENTO LO QUE SE NOTA ES QUE CAMBIARON LAS COMUNICACIONES (LAS REDES) LA DERECHA EN TODAS SUS VERSIONES ES LA MISMA MIERDA Y NOSOTROS QUE ESTAMOS DE ESTE LADO DE LA GRIETA EN ESTE ULTIMO GOBIERNO NO SUPIMOS NO PUDIMOS NO QUISIMOS (ME INCLUYO POR QUE LOS VOTÉ Y LOS VOLVERÉ A VOTAR) CUIDAR EL BOLSILLO DE LOS TRABAJADORES .COMO SI LO HICIERON CON EMPRESAS Y TERRATENIENTES.EL TRABAJADOR ( EL DE LAS 5 DE LA MAÑANA TODOS LOS DIAS)EN GRAN PARTE , NO TODOS, NO SE NUTRE DE ELUCUBRACIONES NI ESPECULACIONES O ANALISIS POLITICOS DE LA TV. O CUALQUIER OTRO MEDIO. SE FIJA PRINCIPALMENTE EN SU BOLSILLO , EN SU TRABAJO Y SU FAMILIA. SI MASSA SIGUE TOMANDO MEDIDAS EN FAVOR DE LOS TRABAJADORES, COMO LO ESTA HACIENDO, Y TODOS LOS DIRIGENTES SE PONEN LAS PILAS, GANAMOS LAS ELECCIONES .ABRAZO.!!! ✌✌✌✌✌✌

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    Respuestas
    1. Por lo que dices en 74 años no aprendiste nada. Esto no es como River y Boca que pierdan o ganen uno sigue siendo hincha.

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  2. La libertad del zorro LIBRE,en el gallinero LIBRE, para comerse a las gallinas LIBRES.

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