El Sahara |
En esta nota se explica cómo hay que hacer para cruzar un inmenso mar de arena en el que hace mucho calor de día y a la noche caen brutas heladas
No es fácil encarar un desierto, hay que tener el ánimo dispuesto y el corazón preparado, sabes que tendrás dos o tres días en los que no verás a nadie a tu alrededor y la caminata es tu única opción. Es, como decía Jorge Luis Borges, el laberinto de un príncipe árabe, según crees recordar. ¿O sería una princesa?, no importa.Si puedes, debes mantener el rumbo fijo, digamos, si vas hacia el poniente, a la mañana te dará el sol en la espalda y a la tarde debes mirarlo bien de frente. Si no, es porque has perdido el camino y deberás corregir la traza. Si es un desierto con dunas, quizás sea más fácil llevar el derrotero, sólo se trata de llegar a la próxima y seguir caminando hacia adelante. El problema es cuando se nubla y no hay sol o al mediodía, que es eterno entre los trópicos.En algunos hace mucho calor de día y de noche caen brutas heladas, para eso deberás llevar mucho abrigo, no solamente para protegerte del sol, sino también para aguantar el frío.Dicen que nadie se pierde realmente en un desierto, sino que entra a dar vueltas sobre sus mismos pasos. Eso sucede porque uno siempre tranquea más largo con un pie que con el otro. Por fuerza, entones, al cabo de un rato empezarás a ir hacia la izquierda o hacia la derecha y al cabo de un tiempo, todo depende del largo de tus pies y de tu caminata, estarás en el mismo lugar. Puede haber caminado varias horas y volver al punto de partida.
Si prevés andar en el desierto más de unas horas, llevá agua. Mucha, la suficiente como para no pasar sed. Calculá tres litros por día o más, porque el caminar bajo el sol te secará la lengua y los labios te quedarán blancos y ásperos. Capaz que sos de los que minimizan la falta de agua porque nunca la has sentido, en la ciudad se puede pasar hambre, pero es difícil tener sed. Allá la sentirás como una alucinación insoportable, inaguantable. Y a pesar de que sabrás que cuanto más camines, más ganas de tomar agua te dará, deberás seguir caminando, no te quedará otra, quedarse quieto significa morirse en muchos casos.
Muchos han subestimado al desierto, creen que se trata nomás de contar los kilómetros a recorrer, sacar cálculos de cuánto es posible caminar por hora, por día, sumar, multiplicar, restar y ya está, llegó. Lamento decirte, amigo, no es tan fácil. No es nada sencillo cruzar de a pie un desierto. Si te aventuraste en las salinas de Santiago, a modo de entrenamiento, ya sabrás que aquí ralo-ralo, hallarás rastros de alguna vaca para seguir, o un rancho perdido en medio de la inmensidad, allá no.
Imaginate lo que es el Sahara, el Kalahari, el Sinaí. Sin ir más lejos, Moisés, el de la Biblia anduvo 40 años perdido en ese mar de nada, comiendo con su pueblo, solamente el maná que le caía del Cielo, hasta que pudo salir. Dicen que hoy se lo cruza en 20 minutos en un auto, pero entonces había que ser un caudillo bíblico para animársele.
Al final de cada jornada, si sos alguien que no está acostumbrado a largas caminatas sobre esa arena blanda, te dolerán los tobillos y las canillas y buscarás la sombra de una duna para acostarte a descansar, mirando las estrellas. Si has llevado una bolsa de dormir, lujo de sirupíticos modernos, cuando despiertes a la mañana, su tela estará bañada de rocío. Armá rápido tus bártulos, y volvé a caminar y caminar. Al tercer día ya sabrás mantener el rumbo y quizás notes algunas señales, en la bosta fresca de camellos, en algunas plantitas creciendo aquí y allá, es porque estás por llegar a la civilización.
Y poné mucha atención a lo siguiente: si vas a encarar su travesía, de ninguna manera te lleves de esta nota escrita a cálculo nomás, porque nunca he andado por un desierto, ni cerca. Capaz que es así como te digo, pero en una de esas es otra cosa. Quien sabe, ¿no?
Vos pedí instrucciones a los expertos, ellos te van a indicar bien. Haceme caso.
Juan Manuel Aragón
A 23 de mayo del 2024, en Manogasta. Tirando pa no aflojar.
Ramírez de Velasco®
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