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MUERTE El morbo enarbolado por mujeres de la vida

Cientos de personas buscan al niño

Un chico ha desaparecido y desde los canales de televisión de Buenos Aires se hacen la fiesta con la noticia

Desaparece un chico en Corrientes. Estaba ahí y de repente la familia no lo encuentra. Lo buscan por todos lados, dan parte a la policía, a los bomberos, hay desesperación. Pasan las horas, los días, una semana, no lo hallan. Pudo haber sido negligencia de quienes debían cuidarlo, en una de esas está en un lugar que no rastrillaron los baqueanos. 
Más de mil personas intervienen en su búsqueda. No está, no aparece, no grita, no piden rescate. Los interesados pasan y repasan los lugares por los que anduvieron mirando, pero sigue sin aparecer. 
Y nace el morbo. 
Todos los canales de televisión de Buenos Aires se meten entre los investigadores, los parientes, quienes estuvieron por última vez con el chico, los rescatistas, los bomberos, la policía. Desde más de mil kilómetros de distancia opinan, buscan culpables, piden cárcel para uno, para otro, critican a los investigadores, a la policía al fiscal, a los parientes, a los padres, a los abuelos. Revolean hipótesis de lo que pudo haber sucedido como si fueran nacidos y criados en el lugar. Saben cómo piensa la gente de aquel pago, olfatean junto a los sabuesos de la policía, se meten en las casas y salen con la cabeza de quien se llevó al niño, explican la diferencia entre un rapto y un secuestro. No saben nada. 
En los programas de la siesta opinan las pobres mujeres que, si no fuera porque las llevaron a un canal de televisión, seguirían haciendo la calle en oscuros tugurios de Buenos Aires, los súcubos de todos los días, los que lanzan su teoría sobre todo lo que vuela en el aire, repta en la tierra, camina entre los arbustos, nada bajo el agua. Expertos en cualquier cosa que no estudiaron ninguna. 
El morbo aumenta, sólo se verá satisfecho cuando alguien suba al patíbulo, crucificado por la televisión, las radios, los diarios internet. Los involucrados tiemblan, saben que la jauría de lobos hambrientos ha posado sus ojos sobre ellos. Los cercan. Son los mismos que en la televisión se horrorizan cuando alguien dice que está en contra del aborto. Pero ahora hablan del cuerpito, se refieren a él como el niño, dicen pobrecito, se conduelen de su suerte. Sus hipótesis son descabelladas, traídas quién sabe de qué oscuro lugar de su imaginación, arriesgan ideas, tiran móviles criminales. Exudan horror. 
Sus cámaras están presentes en el lugar de la desaparición, por las dudas alguien confiese su culpa, diga dónde puso el cuerpo, se quiebre, llore, señale a otro. Esperan algo con que satisfacer a la cada vez más insaciable audiencia. Que sigan todos prendidos a los canales de noticias esperando las nuevas sobre el niño desaparecido. Que nadie se vaya al cable a ver una película. ¿No ven que esto es mejor que "La ley y el orden"? Es el perfume de la muerte real, aquí a la vuelta, en una provincia argentina, en vivo y en directo. 
Todos los canales han mandado un equipo con camarógrafos capaces de correr cien metros llanos en menos de diez segundos, con tal de tener la primicia y ser los primeros en llegar, no importa dónde. Para eso están. Su razón de ser es que usted no mueva el índice del dedo de la mano derecha cambiando de canal porque se aburrió. 
Después del corte entrevistamos a los conocidos del niño que darán un testimonio impactante. No se mueva de este canal. Tres minutos y volvemos. Entonces usted tendrá un testimonio terrible, nunca visto, inédito en la televisión argentina, no se vaya de nuestro canal, que ya volvemos. 

Lea aquí las adivinanzas folklóricas recopiladas por Julián Cáceres Freyre en Santiago del Estero

Nadie tiene el mínimo cuidado de decir algo, ni siquiera si alguien advierte que, de alguna manera, lo que se diga en un programa de televisión puede empeorar la suerte del chico perdido. 
Los investigadores de la televisión, trazan hipótesis, sostienen teorías, suspenden el aire de los estudios de Buenos Aires con nuevas posibilidades, conjeturas varias, sospechas sobre uno u otro de los involucrados, piden detenciones para unos, que estén incomunicados, claman, que el fiscal les pregunte tal cosa. 
Nadie sabe nada y en muchos casos, si un investigador serio tenía la respuesta, hay que acallarlo antes de que la diga. ¿No ven que en estos días no había nada más de qué hablar? El rating, el ráting, el ráting se desesperan los productores de Buenos Aires. ¿El chico sigue midiendo?, démosle para adelante. Ya va a salir algo peor, ya van a ver, la realidad es así. 
Una madre lo llora entre las oscuras garras de la incertidumbre, su familia se conduele. Mientras tanto, en Buenos Aires, el maquillador de un espíquer de la televisión, le acomoda un rulo y le pinta ojeras pronunciadas por si justo en su programa tiene que dar la mala noticia que la morbosidad de miles de almas aguardan como a Cristo en su Segunda Venida.
Juan Manuel Aragón
A 22 de junio del 2024, en Yanda. Moliendo maíz.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Interesante la Nota. Juan Manuel. Invita a Reflexionar..

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  2. La oferta se ajusta a la demanda. Lo que plantea el artículo es la situación característica de una sociedad que ha abandonado el interés por lo que es relevante y trascendente como información, a cambio de circo y morbosidad. Y eso mismo es lo que los medios se apuran a proveer.

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  3. Las incontinencias verbales son los pensamientos que se dicen sin pensar. En ese aturdimiento ayudan al analfabetismo social reinante que afirma esta conducción nacional

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