Un viejo es un viejo y nada más |
La gente grande tiene una extraña manera de llamarse, quizás apelando a un deseo que nunca va a cumplir, no podrá
Ya está, amigos, se generalizó el uso de la palabra “chicos”, para referirse a gente grande, a lanudos desde hace largo tiempo. De un día para el otro, como casi todas las modas de estas nuevas épocas, la mayoría usa este tratamiento. Dos señores, profesionales ambos, con hijos y nietos grandes, se topan en la calle, seguro que no pasarán ni dos minutos antes de que uno le diga al otro:-Anoche estuvimos con los chicos trabajando hasta tarde en los planos que nos pidió el jefe.¡Y es gente grande, la que dice eso! Hombres y mujeres de 16 años tienen obligación de votar, eligen concejales, intendentes, diputados, gobernadores, senadores y presidentes. Pero, ¿se consideran niños todavía?
Chicos de aquí, chicos de allá, chicos esto, chicos aquello. Por mor de las palabras, creen que vuelven a la niñez así, de un solo golpe. Hombres de pelos blancos en el pecho, las carnes fláccidas colgando, el deseo sexual dormido quizás para siempre, redepentinamente regresan a la más tierna infancia, piden un autito, una muñeca para jugar y quizás que venga la pobre madre, vieja o en las últimas a ofrecerles la mamadera en la boca. Pero, ¡por favor!
Se vuelve una realidad la ilusión de los utópicos y modernosos progresistas rosas, los más de opereta de todos, de que quizás un mundo manejado por niños sea más justo (si son progres peronistas dirán justo, libre y soberano, para combatir al capital, porque Perón, Perón, qué grande sos, mi general cuánto valés, etcétera).
De paso, anote la cruel paradoja de que los chicos de hoy, igual que los de siempre quieren crecer, ser grandes, independizarse, irse a vivir solos, gozar de la libertad que da ser grandes, mientras los adultos pretenden volver para atrás, gozar de las delicias del chupete, quizás, sentir que les cambian los pañales cuando se hacen la caca, volver al seno materno de un solo golpe.
Usted dirá que no es para tanto, se trata solamente de una palabra, un tratamiento de cortesía, que no se puede juzgar a la gente porque siga las modas que imponen las vedetes y vedetos de la televisión, prostitutos nocturnos tomando por asalto a la sociedad argentina para imponer la incultura de la chabacanería, el chiste de doble sentido, la risa del estómago. Opine, si quiere, que el idioma tiende a hacerse cada vez más juvenil, porque así se vuelve más fresco, más natural, descontracturado, porque así somos nosotros, ¿vio?
Lo cierto es que la industria de la propaganda, que primero impuso que ser joven es una virtud, ahora también quiere hacerle creer que ser viejo es una sórdida adversidad que le ocurre a unos pocos retrógrados que se tratan de “usted”, dicen “señoras” a las damas y no tutean a la gente mayor, porque nadie es “vos, che, sí, vos, correte”.
Luego esa misma industria inventa la solución para la vejez. Y, en este caso, no podía ser sino un subterfugio mágico, como muchas soluciones que ofrece la modernidad a sus súbditos: tergiversar del todamente el sentido de las palabras en su adecuación a la realidad, es decir, mentir.
Dejo el asunto aquí, como un hilo del que quizás otro quiera seguir tirando para ver qué hay detrás de la emboscada a las palabras que tiende la modernidad para conformarnos con lo que somos, que es en definitiva lo que busca.
Abajo hay lugar para discutir.
Saludos.
Juan Manuel Aragón
A 15 de octubre del 2024, en la Tucumán y Pellegrini. Viendo pasar la vida.
Ramírez de Velasco®
"Si lo dice la televisión, está bien".
ResponderEliminarLa reflexión y juicios del artículo pueden parecer excesivas para referirse a un término, pero este es un proceso de contínua penetración mediante la cual se va cambiando el lenguaje, no por el cambio en sí, sino para predisponer a la sociedad a aceptar cambios en patrones de conducta y con ello acostumbrar a las personas a la obediencia a lo que "el medio" dicte como nueva norma a seguir.
ResponderEliminarEl efecto es el mismo que el de la rana en la olla con agua, que no nota el sutil aumento de temperatura hasta que de pronto ya es tarde para reaccionar.
Por lo general esas propuestas de cambio de lenguaje apuntan a dos sentimientos innatos en las personas; la necesidad de integrarse o pertenecer (mediante palabras que se imponen como modas para estar "en onda"), y la necesidad de demostrar altruismo (proponiendo usar términos mas "compasivos" en reemplazo de otros que se declaran como ofensivos, aunque hasta hace 5 minutos eran de normal uso y nadie se ofendía).
La única forma de evitar todo ese adoctrinamiento subliminal es tener la suficiente convicción y personalidad para decir "no....gracias....yo paso" y preservar las costumbres y actitudes que uno íntimamente sabe que no afectan, ofenden o desmerecen a uno y a los demás.
Al fin de cuentas, la gente realmente educada e informada considera como ridículos e ignorantes a quienes suscriben a la onda del cambio progresista, y que salen a hacer alarde de su "modernidad" repitiendo los nuevos términos a los cuatro vientos e insertándolos en todas sus conversaciones. Mas o menos como el que levanta el meñique cuando toma el té, creyendo que es "finoli".