El hijo de la Rosalía, challuero |
¿Usted es de los que todavía no se ha dado cuenta de lo maravilloso que es abrir el grifo y llenar la pava para el mate?, entonces lea esta nota
En las ciudades modernas, no solamente de la Argentina sino de Santiago, se vive una existencia maravillosa, amigo. ¿Por qué?, bueno, revise su experiencia diaria. No diga que es de los que han perdido la noción de lo útil que es tener un caño en su casa, en el trabajo, en la plaza cercana, del que sale agua con facilidad. El agua corriente es una de los inventos más maravillosos que regala la modernidad.Hasta hace cien años tener agua saliendo de un caño era un lujo que sólo se daba poca gente que vivía en ciudades más o menos grandes. Los padres de quienes leen estas líneas, sus abuelos quizás y sus bisabuelos seguramente, tenían alguna o mucha dificultad para acceder al agua corriente, agua pura, agua limpia, agua con gusto a agua, agua de Agua y Energía. Que era la empresa más eficiente de la Argentina, quizás la única que tenía un proyecto para construir un país distinto y que, de un plumazo, un Presidente suprimió para siempre ante el aplauso unánime del tontaje político.A mucha gente le parece que se trata de un recurso inagotable. De tal suerte que usa agua potable para regar tomar, lavar la casa y sus utensilios y hacer sus abluciones, bañar las plantas, lavar el auto, regar la calle, jugar al carnaval y derrocharla, dejando la manguera abierta. Total, los caños están siempre llenos.
Muchos jóvenes creen que es tan eterna y gratuita como el aire y se sorprenden cuando, en un corte de luz, la casa queda también sin agua. Muchos, aunque no se crea, al parecer entienden que sube de los pozos por gravedad, sin darse cuenta de la contradicción intrínseca de lo que están diciendo.
Cuando alguien advierte que las ciudades se fundaron al lado de los ríos, recién se percatan de la razón de esa elección. Creen que Santiago se levantó aquí porque a los españoles les gustó el clima o se enamoraron del parque Aguirre o de sus bellas indiecitas. No papito, aquí había un río, o lo que es lo mismo, agua. Lo mismo que en Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy y hasta la vieja Loreto, que, al fin, hace más de un siglo largo, hubo de trasladarse por el exceso, más que por su falta.
El agua saliendo del caño de la cocina, del baño, del patio, de la manguera del placero, es una de las maravillas más extraordinarias del mundo moderno. Más que la electricidad, amigo. Incluso con 40 grados de calor, se puede cortar la luz y sudando por los cuatro costados, puteando a todos los dioses del Olimpo, usted va a seguir viviendo. Sin comida podría resistir hasta un mes entero más o menos, pero sin agua no durará mucho, quizás una semana, no más que eso. Sin embargo, pocos le dan la trascendencia que tiene. Sólo el aire es más importante.
Pero, así como aprecia la brisa fresca que viene del sur durante las calurosas noches de Santiago, o es capaz de distinguir por su aroma una empanada bien hecha, no tiene la misma consideración con el agua. Que está en la esencia del aire fresco, y mucho más en las comidas, que sin el agua serían nada, porque está en la lluvia que regó el trigo con el que se hizo la harina y luego en la humedad con que se lo volvió masa y en el líquido que tomó la vaca de cuyo matambre se hace el relleno y así en una sucesión casi infinita.
Aguatera del Zanjón, de Atahualpa
Pero muchos suponen que los caños de su casa vienen con agua, que es connatural a ellos, que para eso son de un metal o de un plástico con un agujero por adentro, como decir: “Si es vaca, da leche” o “si es rueda, rueda”.
Quienes viven o han vivido en lugares alejados del campo, saben lo que es no tener agua, o tener muy poca y administrarla con cucharitas de té. ¿Usted tiene idea de lo que es bañarse con un tarro de cinco litros de agua?, ¿que con eso tiene que lavarse la cabeza, jabonarse todo el cuerpo y luego enjuagarse?, ¿lavar todos los platos, las sartenes y las ollas con otro tarro de cinco litros o quizás menos?, ¿lavar la ropa con lo justo y necesario? Peor, hay lugares de esta provincia en los que todavía se busca el agua en una zorra que lleva un tacho de 200 litros, a veces hay que acarrearla cien metros, en ocasiones varios kilómetros. Hasta hace poco muchas mujeres la llevaban en la cabeza, que cubrían con un “pashquil”, para asegurar la estabilidad del tacho. “Aguatera del zanjón // ¡Alhaja niña morena! // Fuego de selva en los ojos // y música en las caderas”, dice Atahualpa recordando románticamente a una de esas bravas y fuertes santiagueñas.
Ahora, no diga que usted es de los que va a la cocina, abre el grifo, llena la pava para tomar unos mates, y no se da cuenta de lo extraordinariamente maravillosa que es su vida. Hágalo hoy, si puede, y asómbrese porque la civilización le acercó hasta su propia casa, agua fresca, limpia, potable que sus antepasados debían buscar del río, del pozo calzado, de la represa, del aljibe. Usted toma agua que le llega pura, incolora, inodora e insípida.
Y sin bichitos.
Agradezca a la vida por eso.
Juan Manuel Aragón
A 6 de febrero del 2025, en la Aloja. Armando la pirhua.
Ramírez de Velasco®
Amén.
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