Plaza de Loreto, foto de Rody Beltrán |
“Son tan líquidas las relaciones, que es posible que un muchacho se enamore de una chica sin saber que es su hermana”
En realidad, los espantos que poblaron el campo, los pueblos y las ciudades de Santiago, se mandaron a mudar porque cambiaron las condiciones de vida de la gente, que hacían posible su existencia en un medio estable, con una educación moral que había comenzado quizás antes de la llegada de los españoles, con familias constituidas y papeles bien definidos de cada uno en la sociedad.Metemos a todos en la misma bolsa cuando hablamos de espantos: aparecidos, luces malas, espectros, fantasmas de toda laya y también mitos, leyendas, fábulas, supersticiones, quimeras, sueños y utopías de un tiempo que se fue para siempre y quizás no tenga pensado regresar. Qué diferencia puede haber entre la Telesita y el ruido de cadenas que se oía en las noches solitarias de las calles santiagueñas, si no están presentes en ninguna parte.
Desde que aparecieron los telefonitos de bolsillo que sacan fotos, pocas veces se han dejado ver, al menos en Santiago, los espantos que antes andaban por todos lados. Hay gente que todas las noches se pasea, celular en mano, por los cementerios esperando ver fantasmas de los muertos para filmarlos y tenerlos registrados, catalogados, estudiados y analizados. Por eso se dejan ver cada vez menos, se esconden quién sabe dónde, se repliegan sobre sí mismos y rara vez asoman la nariz fuera de sus madrigueras.El Almamula era el bicho en que se convertían quienes mantenían una relación incestuosa o entre compadres. Pero, por un lado, desde hace más de 50 años son tan líquidas las relaciones, que es posible que un muchacho se enamore de una chica sin saber que es su hermana. Si la gente no lleva a bautizar a los hijos cuando son pequeños, tampoco habrá compadres o comadres, por lo que sería innecesario un ser que los castigue por mantener relaciones impropias entre ellos.
La Telesita, el Sacháyoj, la Mayu Maman, el Pampayoj, la Uritu Orko, la Salamanca, el Cacuy, el Crespín, el Runauturungo, el Toro Yacu, el Súpay y tantos otros que patrullaban campos y ciudades de Santiago del Estero, se asustan cada vez que un chango o una chica pelan un teléfono para fotografiarlos. No les gusta, por eso se mandan a mudar. No son estrellas de cine para que los enfoquen cada vez que salen a los caminos. “Estos se creen que soy la Susana Giménez pasando por la alfombra roja”, dicen que ha dicho la Orko Maman, la otra vez cuando le han querido tomar una foto mientras andaba cerca de Lilo Viejo o por ahí cerca.
También han sido corridos por el pavimento. No es lo mismo salir al paso de un sulky que viene traqueteando por la huella, con dos viejas, pañuelo en la cabeza, una camioneta que se abre camino a duras penas por entre los garabatales que, a un Flecha Bus, que pasa a todo que da, dejando tras de sí el aire hecho un revoltijo, a las chapas, con un chofer que toma mate, oyendo rock nacional, mientras la azafata es charlada por el pasajero del asiento 42.
Así no solamente no hay fauna autóctona que aguante, tampoco hallará una leyenda en pie en cien leguas a la redonda ni un abuelo que la cuente ni un fogón alumbrado con un triste mechero, deformando las sombras del monte con un poncho oscuro y misterioso. En los bailes del pago la mujer que antes era, ahora baila “agachadita a ella le gusta cuando baila agachadita y que menea, menea la colita y no para de bailar”.
No han de volver esos tiempos del atraso, el polvaderal del camino rumbo a la casa, el ómnibus pasando una vez al día, los bailes muy de vez en cuando en el pueblo cercano, los chicos yendo a la escuela a aprender a cubicar con una maestra que los reprendía chujchándoles las patillas si se portaban mal y la humilde mesa tendida en cada casa, con la familia sentada alrededor, comiendo los mendrugos conseguidos con el sudor de la frente.
No tienen nada que hacer los espantos en medio del asfalto, los autos pasando a todo lo que da, la maestra de la escuela lidiando con chicos de cristal a los que es prohibido tocarlos porque le cae todo el sistema educativo encima y el guisote pesado de los comedores infantiles, fabricados para reproducirse hasta el infinito por un sistema que los necesita para seguir siendo.
Si tiene para contar algún cuento de aparecidos que le haya pasado, anímese y escríbalo aquí abajo. Lo esperamos para regocijarnos en la esperanza de un tiempo mejor que, aunque tarde cien años, seguro va a volver.
©Juan Manuel Aragón
En Cardón Esquina, equinoccio de la primavera del 2022.
Te faltó Rusherking...
ResponderEliminar..La Telesita, el Sacháyoj, la Mayu Maman, el Pampayoj, la Uritu Orko, la Salamanca, el Cacuy, el Crespín, el Runauturungo, el Toro Yacu, el Súpay y
@netnevsky.
EliminarAmigo mucha información para mi única neurona sana!!
ResponderEliminarGracias ya lo leo con más detalle
Gracias
el manchachico
ResponderEliminar