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MARTÍN FIERRO Arquetipo de los argentinos

El poema en historieta

Quienes apoyaron los golpes, ¿no sospecharon que los militares actuarían igual que el comandante del fortín?


Ah, el arquetipo, si consulta el diccionario de la Real Academia, le dirá que es el modelo original y primario en un arte u otra cosa. Es la primera acepción, luego tiene otras, pero quede con esa, que sirve para la idea. Cada uno tendrá un modelo distinto a seguir, será el padre, el abuelo, un tío, un maestro, el personaje o héroe de un libro, de la televisión, del cine. Todos valen porque llevan de la vida de un mundo que quisiera habitar.
Hay arquetipos que se pretenden mostrar como modelos universales a seguir, pero solo son representaciones ideales de un tipo de personas, en un momento determinado de la historia, entes fabricados para servir de libelo que, por mor de las circunstancias se convierten en guías de masas, ávidas de establecer otro sentido a sus vidas.
El Martín Fierro, la obra cumbre de José Hernández, es un panfleto contra Sarmiento y su política de manejo del problema de los malones indios. Un personaje bueno, que obra como otros miles en su tiempo, de pronto es apresado para ser llevado a la frontera y sometido a la injusticia de ser protagonista de una pelea mal encarada. Sin la paga prometida, con jefes que se quedan con el poco dinero enviado por el gobierno nacional, maltratado, mal montado, peor armado, Martín Fierro, el personaje central de la novela, no ve otra opción más que desertar. Luego se va a vivir con los indios junto a su amigo Cruz, pues no ve otra salida a su triste condición.
La novela narra cómo —convertido en gaucho pendenciero— mata a dos personas, un negro y otro más, por pura diversión y en ambos casos borracho. Hernández intenta mostrar, sobre todo en la “ida” del Martín Fierro, de qué manera el Estado es capaz de convertir a una persona buena y amable en un individuo de temer, alguien con quien pocos quisieran cruzarse. Logra su objeto, quien lee la novela por primera vez no puede sino indignarse con lo que el gobierno le hace a esa pobre gente.
En la primera parte del poema, por supuesto, pues pone de manifiesto las injusticias del sistema, plantea problemas que entonces estaban larvados en la sociedad, como la integración de los inmigrantes a la sociedad y la incomprensión de los criollos hacia su manera de ser. La Vuelta es más literaria, el gaucho tiene fama, a Hernández lo reconocen como el autor, la novela ha tomado una trascendencia que no es la que su autor, justamente, pretendía al redactarlo. Pero ahí está volando, barrilete en el mundo de la crítica literaria, interpretada según el tiempo de sus exégetas.
El problema es el después: qué se hace con esos hermosos versos, cómo se maneja el entusiasmo que despiertan, cómo se aplican en la Argentina actual, descendiente de esos gauchos y también del napolitano esbozado en pocas líneas, los negros, los indios, los soldados, los oficiales.
A propósito de los oficiales, ¿nadie notó que se robaban hasta la paga de los que habían sido llevados en levas inicuas?, quienes apoyaron los golpes, ¿no sospecharon que los militares actuarían igual que el comandante del fortín?, ¿por qué, una vez que estuvieran en el poder se habían de comportar como hermanos de Martín Fierro, si habían sido educados para ser sus principales enemigos?
Hay que dar una parte de la razón a Jorge Luis Borges, admirador del poema y quizás del personaje, pero en desacuerdo con la idolatría que muchos sentían por un individuo rencoroso, quejoso, vengativo, que siente lástima de sí mismo. Es decir, veía casi lo mismo que Hernández, sólo que no quería que se transformara en un ejemplo a seguir.
Báh, digo, pero capaz que ya lo han puesto por escrito otros antes, con más enjundia, mejores argumentos, más altas razones que estos escritos al galope, que buscan nada más que mover el pensamiento de los amigos, a ver si entre todos sacamos otra conclusión que no sea blanco—negro, Boca—River, amigo—enemigo. A fin de cuentas, vamos en el mismo sulky, procuremos no estropearlo, va en su cuidado la vida de los hijos y sus hijos también.
©Juan Manuel Aragón
Feliz Navidad, por si no quedó claro.

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc25 de diciembre de 2022, 8:25

    Si hay que buscar personajes opuestos en El Gaucho Martín Fierro y La Vuelta de Martín Fierro, serían Martín Fierro y El Viejo Vizcacha. Hay Fierros y Vizcachas en todas (o casi todas) las células de la sociedad. Los militares argentinos, con orden de ser odiados a partir del 15 de Junio de 1982, no son más que otra célula del gran organismo que es la sociedad argentina.

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  2. Pienso que Borges estaba en lo correcto. Es común en la gente el sentimiento de justificar y hasta alentar el mal comportamiento y la transgresión de las normas y leyes por parte de quienes pudieran haber sufrido alguna injusticia. Esta manipulación de sentimientos es frecuentemente explotada en cinematografía, induciendo en el expectador la actitud de simpatía hacia el delincuente por sobre del representante de la ley, cuando el primero ha sido víctima de de injusticias por parte del sistema. Este sentimiento natural de las personas es hoy en día constantemente explotado por los políticos de turno, identificando a "los malos" en otras esferas o ámbitos, con lo que consiguen justificativo social para su corrupción y fehorías, "en nombre de la lucha ante las injusticias del mundo corporativo y de los amigos del imperialismo"
    La sociedad cae muy fácil en esta manipulación, y Borges lo sabía.

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