Hugo Argañarás, "Primeras luces", acrílico sobre lienzo |
“¿Qué se habrá hecho el coro de ranas nocheras cantando felices y contentas en la represa?”
¿Has probado el guiso de torcaza, amigo? ¿Sabes de qué se trata la felicidad? ¿Alguna vez anduviste cerca de los límites de esa sensación tibia y engañosa que te agarra siempre después del amor? ¿Qué nombre excelso tendrá la vida si después del guiso de torcaza te sirven mazamorra? ¿Y entonces dónde queda la mazamorra con leche?¿Has dormido la siesta en catre de tiento y jerguillas, a la sombra del paraíso japonés, sin que te importe si el mundo sigue en vigencia o se ha venido abajo? ¿Te ha salido del alma la expresión “si esto es la guerra que la paz no vuelva nunca”? ¿Qué hay del mate de después de sestear?, ¿has notado que tenía un sabor distinto cuando estabas en la casa de ella?
¿Has visto las cabras volviendo al chiquero por las tardes? ¿Sabes lo que es chupar algarroba? ¿Te has metido hasta lo más hondo del bosque a saborear tu propio silencio? ¿Te acuerdas cómo suena el tropel de tu mancarrón cuando se va acercando al pago?¿Te das cuenta de que caminar por caminitos de vacas perdidos quién sabe dónde, es una de las grandes maravillas del mundo, más que todas las cataratas del Iguazú juntas? ¿Has notado la sinceridad de la conversación de los paisanos? ¿La inocencia? ¿Recuerdas el sabor del primer beso de ella en un baile del pueblo? ¿Qué no darías por repetirlo?
¿Estás seguro de que nunca has de volver a esa vida? ¿No pagarías lo que no tienes por un ratito de andar oyendo las altas catitas en aquellos eucaliptos, mientras el viento norte respira sobre el mundo sin cansarse nunca? ¿Te acuerdas del juego del chumuco en los zanjones después de la lluvia? ¿Qué se habrá hecho el coro de ranas nocheras cantando felices y contentas en la represa? ¿Y qué será de esa rana solitaria que vivía en el manojo inmenso de cañas tacuaras, anunciando tormentas, aunque nadie le creyera?
¿Volverás alguna vez a oir la lluvia en el patio de aquella casa, hoy poblada por el olvido y la desolación? ¿Seguirán apareciendo las Tres Marías por encima de los viejos naranjos agrios? ¿Qué será de la higuera? ¿Alguien preparará las aceitunas del alto olivo? ¿Andará la sombra de la sombra de tu abuelo rondando los rincones? ¿Cómo sonarán hoy las cañas huecas cuando viene el vendaval del sur antes de la tormenta?
¿Nunca te has preguntado qué impulso ciego ha sido el que te llevó a abandonar aquello? ¿Por qué creías que fuera del pago habría horizontes mejores si entonces ya sabías que el paisaje es el hombre? ¿Qué te hizo pensar que el camino que conducía a la ciudad era mejor que el que venía? ¿Por qué se te hace tanta la ausencia cuando te acuerdas de aquellas casas, de esos corrales, cercos y potreros? ¿Quién levantó el guardapatio de tu casa, amor, para convertirla en tapera?
¿Y milanesa de corzuela o de chancho del monte, empanada de chanfaina, pichi al rescoldo, has probado? ¿Has sentido las bumbunas al atardecer, bajo las talas, hablando de amor? ¿Qué se ha hecho el guayacán al que trepaban las gallinas para dormir? ¿Quedarán marcas del viejo corral de los terneros y su techo repleto de verdolaga? ¿Alguien dará cuenta de los descendientes del Tiburcito, aquel toro negro de raza indefinida que supo tener mi abuelo?
¿El pago sigue en su estar siendo como siempre o ha cambiado? ¿Se conserva, aunque sea una vara del sulky verde de mi abuelo o lo hicieron leña? ¿Habrá seguido creciendo mi parra de uva moscatel o la erradicaron por las dudas un fantasma me recordara? ¿Alguien habrá hallado los libros y papeles que dejé enterrados, la última vez que anduve, en lo que fue la pesebrera o siguen ahí perdidos para siempre?
¿Por qué algunas noches me asalta la terrible certeza de que nunca he de volver?
©Juan Manuel Aragón
¿Estás seguro de que nunca has de volver a esa vida? ¿No pagarías lo que no tienes por un ratito de andar oyendo las altas catitas en aquellos eucaliptos, mientras el viento norte respira sobre el mundo sin cansarse nunca? ¿Te acuerdas del juego del chumuco en los zanjones después de la lluvia? ¿Qué se habrá hecho el coro de ranas nocheras cantando felices y contentas en la represa? ¿Y qué será de esa rana solitaria que vivía en el manojo inmenso de cañas tacuaras, anunciando tormentas, aunque nadie le creyera?
¿Volverás alguna vez a oir la lluvia en el patio de aquella casa, hoy poblada por el olvido y la desolación? ¿Seguirán apareciendo las Tres Marías por encima de los viejos naranjos agrios? ¿Qué será de la higuera? ¿Alguien preparará las aceitunas del alto olivo? ¿Andará la sombra de la sombra de tu abuelo rondando los rincones? ¿Cómo sonarán hoy las cañas huecas cuando viene el vendaval del sur antes de la tormenta?
¿Nunca te has preguntado qué impulso ciego ha sido el que te llevó a abandonar aquello? ¿Por qué creías que fuera del pago habría horizontes mejores si entonces ya sabías que el paisaje es el hombre? ¿Qué te hizo pensar que el camino que conducía a la ciudad era mejor que el que venía? ¿Por qué se te hace tanta la ausencia cuando te acuerdas de aquellas casas, de esos corrales, cercos y potreros? ¿Quién levantó el guardapatio de tu casa, amor, para convertirla en tapera?
¿Y milanesa de corzuela o de chancho del monte, empanada de chanfaina, pichi al rescoldo, has probado? ¿Has sentido las bumbunas al atardecer, bajo las talas, hablando de amor? ¿Qué se ha hecho el guayacán al que trepaban las gallinas para dormir? ¿Quedarán marcas del viejo corral de los terneros y su techo repleto de verdolaga? ¿Alguien dará cuenta de los descendientes del Tiburcito, aquel toro negro de raza indefinida que supo tener mi abuelo?
¿El pago sigue en su estar siendo como siempre o ha cambiado? ¿Se conserva, aunque sea una vara del sulky verde de mi abuelo o lo hicieron leña? ¿Habrá seguido creciendo mi parra de uva moscatel o la erradicaron por las dudas un fantasma me recordara? ¿Alguien habrá hallado los libros y papeles que dejé enterrados, la última vez que anduve, en lo que fue la pesebrera o siguen ahí perdidos para siempre?
¿Por qué algunas noches me asalta la terrible certeza de que nunca he de volver?
©Juan Manuel Aragón
Buenos recuerdos de la niñez plagada de inocencia monte adentro.
ResponderEliminarHe vivido cada una de esas experiencias cuando era chico. Son muy lindas y despiertan añoranzas, sobre todo porque estan ligadas a afectos de gente querida, pero para mí pertenecen a una época y no me atraen como modo de vida hoy.
ResponderEliminarDebo estar muy vieja ya, que me haces llorar con tus recuerdos.
ResponderEliminarBellos recuerdos Juan.
ResponderEliminarMuchas preguntas para responder con la certeza final. Excelente.
ResponderEliminarCertero en sus recuerdos, el tiempo, dicen, mejora y agranda muchas de las cosas y situaciones del pasado. Por ejm. dormir siesta en catre de tiento a la sombra de un paraíso japonés...hummmmmm; si llega a soplar viento norte, te levantas semi inconsciente, y si no te bañas con agua fría... si tenías aljibe...y si no al pozo...no se si llegabas...pero buena descripción de los recuerdos campestres...no se porque la gente se va del campo, fenómeno mundial indiscutido, y en algunos países combatido mediante distintos incentivos. Se trata de desurbanizar.......tratan
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