Alberto Migré |
El 10 de marzo del 2006 murió Alberto Migré, libretista, productor de televisión, autor de las telenovelas más famosas del país
El 10 de marzo del 2006 murió Felipe Alberto Milletari Miagro, libretista y productor de televisión, autor de algunas de las telenovelas más exitosas de la Argentina.Era el hijo mimado de una familia de "entrepreneurs" piamonteses: la familia de su padre Milletari llegó de Italia a Buenos Aires cuando conoció a su esposa, la hija menor de los Miagro, otra familia piamontesa que vivía en Córdoba y que había desde Brasil.Alberto pasó su infancia rodeado de libros de historia y filosofía, una pasión de su madre. La influencia emprendedora de su padre le otorgó una educación que le fue muy útil en su vida profesional. Cuando comenzaba cambió su nombre por el seudónimo "Alberto Migré".Comenzó su carrera en varios radioteatros; debutó como autor a los 15 años de edad, con una obra en Radio Libertad interpretada por Chela Ruiz y Horacio Delfino. Siguió en este medio hasta su muerte. Tuvo mucha popularidad en la década del 60.
Entre los mayores éxitos de una carrera con más de 700 libretos, se destacan Rolando Rivas, taxista, entre 1972 y 1973, protagonizada por Claudio García Satur y Soledad Silveyra, y Pobre diabla, que salió a fines de 1973 y siguió durante 1974, protagonizada por Soledad Silveyra, Arnaldo André, Fernanda Mistral y China Zorrilla.
En sus últimos años fue presidente de Argentores, asociación que nuclea a los autores en Argentina. En el 2001 fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Había nacido el 12 de septiembre de 1931.
Entrevista
En septiembre del 2003 el diario La Nación le hizo una extensa entrevista.
—Si hacemos historia, ¿podemos recordar sus inicios?
—Fui un chico que creció en un hogar donde se escuchaba radio todo el día. Hoy pienso, que ésa fue mi academia, sin dejar de señalar lo que aprendí, como integrante de las pandillas “artísticas” de Juancho y Marilyn. Puedo mencionar a los pioneros del género: Juan Carlos Chiappe y a Héctor Bates, pero fundamentalmente a los grandes maestros que marcaron estilos: Abel Santa Cruz, María del Carmen Martínez Paiva, Sergio De Cecco, Alma Bressan, Celia Alcántara, Laura Favio, Rafael García Ibáñez y esa maravilla que fue Nené Cascallar. Y esos radioteatros, además desfilaban por diferentes teatros, porque en esos años existía uno en cada barrio Y allí estaban Julia de Alba, Carmen Valdez, Blanca del Prado, Nelly Hering y Susy Kent, entre otras. Yo me sentía tan identificado con la actuación que no vacilé en presentarme en Radio Libertad, para interpretar un personaje junto a Osvaldo Pacheco, Idelma Carlo y Marta Moreno. Se dieron casi consecutivamente dos situaciones que me permitieron vislumbrar que tenía mayor facilidad como escritor que como intérprete. En esa suerte de casting inicial (yo era un adolescente), en plena década del 50, el director de la emisora dijo que no tenía dinero para convocar autores. Recuerdo que salí casi corriendo y adapté distintos capítulos de “Corazón”, el libro de Edmundo D´Amicis. Y de allí en más seguí en esa tarea de adaptador de textos, mientras desarrollaba todo tipo de trabajos en la radio: locutor, sonidista, atendía el teléfono y era el asistente de todos los que solicitaban mi colaboración, además de escribir textos para los ciclos como “La hora francesa, portuguesa, italiana, etc.”. Hasta que en una oportunidad no pude contener la risa al escuchar un texto muy malo, que debían interpretar Chela Ruiz y Horacio Delfino. Ella me dijo: “No critiques hasta que no seas capaz de escribir algo mejor”. Al día siguiente llegué y le entregué mi trabajo. Con gran sorpresa preguntó: “Jurame que lo escribiste vos. Y si es así, ¿te animas a escribir otros?”.
— ¿Ese fue el inicio de la gran aventura radial?
—Fue algo increíble. Comencé a escribir para Excelsior el “Radioteatro Virtus” (como de medida lo más perfecto al servicio de una dama), que se prolongó durante 12 años y se emitía de 17 a 17.30. Eran sus protagonistas José Canosa y Mabel Paz, siguieron entre otros Alfredo Suárez Serrano, Atilio Marinelli y Graciela Araujo y debía plasmar hasta 4 o 5 historias por día. Fue la primera vez que escuché hablar de rating. Y así llegó el traslado a Radio El Mundo, donde se lucía Hilda Bernard con Fernando Siro o Eduardo Rudy y por la noche Jorge Salcedo, Elcira Olivera Garcés y en otras Elcira con Alfredo Alcón. Y aquí -dice con tono casi emocionado- quiero dedicar una mención especial para el relator que resultó esencial a la hora de hablar del éxito de estos ciclos: la voz maravillosa de Julio César Barton. Al parecer la medición de otros programas en esos horarios oscilaba entre 12 y 14 y el nuestro era de 30 puntos. Y el radioteatro siguió su derrotero por emisoras como Belgrano, Splendid y en Mitre en los años 70.”
—Cuáles fueron los títulos más resonantes de esos años.
—“Las solteronas”, “El hombre equivocado”, “Esos que dicen amarse” (hasta se representó en el Liceo) “Altanera Evangelina Garré”, que en la televisión, fue “Adorable profesor Aldao”, y esencialmente “0597, da ocupado”, que resultó impactante porque su protagonista era una mujer en presidio. La repetimos en más de una oportunidad y en televisión se convirtió en otro éxito: “Una voz en el teléfono”. Pero sin duda el fenómeno es de la radio, que es uno de los medios más completos y más nobles, porque es la palabra que va creando todas las imágenes que la gente puede imaginar. Ayuda al público a recuperar la hermosa costumbre de escuchar y en más de una oportunidad reemplaza al libro que no lee, a la película que no puede ver y a nosotros los autores nos permitió crear un estilo. Estoy convencido que el público fiel de este género cuando escucha determinados textos u observa ciertas imágenes puede señalar, por ejemplo, “esto es de Nené Cascallar” o “esto es Migré”. Pareciera que ahora todo vuelve a su cauce. Y lo hago con el mismo entusiasmo: 15 horas para escribir y otras tantas para musicalizar.
©Juan Manuel Aragón
En septiembre del 2003 el diario La Nación le hizo una extensa entrevista.
—Si hacemos historia, ¿podemos recordar sus inicios?
—Fui un chico que creció en un hogar donde se escuchaba radio todo el día. Hoy pienso, que ésa fue mi academia, sin dejar de señalar lo que aprendí, como integrante de las pandillas “artísticas” de Juancho y Marilyn. Puedo mencionar a los pioneros del género: Juan Carlos Chiappe y a Héctor Bates, pero fundamentalmente a los grandes maestros que marcaron estilos: Abel Santa Cruz, María del Carmen Martínez Paiva, Sergio De Cecco, Alma Bressan, Celia Alcántara, Laura Favio, Rafael García Ibáñez y esa maravilla que fue Nené Cascallar. Y esos radioteatros, además desfilaban por diferentes teatros, porque en esos años existía uno en cada barrio Y allí estaban Julia de Alba, Carmen Valdez, Blanca del Prado, Nelly Hering y Susy Kent, entre otras. Yo me sentía tan identificado con la actuación que no vacilé en presentarme en Radio Libertad, para interpretar un personaje junto a Osvaldo Pacheco, Idelma Carlo y Marta Moreno. Se dieron casi consecutivamente dos situaciones que me permitieron vislumbrar que tenía mayor facilidad como escritor que como intérprete. En esa suerte de casting inicial (yo era un adolescente), en plena década del 50, el director de la emisora dijo que no tenía dinero para convocar autores. Recuerdo que salí casi corriendo y adapté distintos capítulos de “Corazón”, el libro de Edmundo D´Amicis. Y de allí en más seguí en esa tarea de adaptador de textos, mientras desarrollaba todo tipo de trabajos en la radio: locutor, sonidista, atendía el teléfono y era el asistente de todos los que solicitaban mi colaboración, además de escribir textos para los ciclos como “La hora francesa, portuguesa, italiana, etc.”. Hasta que en una oportunidad no pude contener la risa al escuchar un texto muy malo, que debían interpretar Chela Ruiz y Horacio Delfino. Ella me dijo: “No critiques hasta que no seas capaz de escribir algo mejor”. Al día siguiente llegué y le entregué mi trabajo. Con gran sorpresa preguntó: “Jurame que lo escribiste vos. Y si es así, ¿te animas a escribir otros?”.
— ¿Ese fue el inicio de la gran aventura radial?
—Fue algo increíble. Comencé a escribir para Excelsior el “Radioteatro Virtus” (como de medida lo más perfecto al servicio de una dama), que se prolongó durante 12 años y se emitía de 17 a 17.30. Eran sus protagonistas José Canosa y Mabel Paz, siguieron entre otros Alfredo Suárez Serrano, Atilio Marinelli y Graciela Araujo y debía plasmar hasta 4 o 5 historias por día. Fue la primera vez que escuché hablar de rating. Y así llegó el traslado a Radio El Mundo, donde se lucía Hilda Bernard con Fernando Siro o Eduardo Rudy y por la noche Jorge Salcedo, Elcira Olivera Garcés y en otras Elcira con Alfredo Alcón. Y aquí -dice con tono casi emocionado- quiero dedicar una mención especial para el relator que resultó esencial a la hora de hablar del éxito de estos ciclos: la voz maravillosa de Julio César Barton. Al parecer la medición de otros programas en esos horarios oscilaba entre 12 y 14 y el nuestro era de 30 puntos. Y el radioteatro siguió su derrotero por emisoras como Belgrano, Splendid y en Mitre en los años 70.”
—Cuáles fueron los títulos más resonantes de esos años.
—“Las solteronas”, “El hombre equivocado”, “Esos que dicen amarse” (hasta se representó en el Liceo) “Altanera Evangelina Garré”, que en la televisión, fue “Adorable profesor Aldao”, y esencialmente “0597, da ocupado”, que resultó impactante porque su protagonista era una mujer en presidio. La repetimos en más de una oportunidad y en televisión se convirtió en otro éxito: “Una voz en el teléfono”. Pero sin duda el fenómeno es de la radio, que es uno de los medios más completos y más nobles, porque es la palabra que va creando todas las imágenes que la gente puede imaginar. Ayuda al público a recuperar la hermosa costumbre de escuchar y en más de una oportunidad reemplaza al libro que no lee, a la película que no puede ver y a nosotros los autores nos permitió crear un estilo. Estoy convencido que el público fiel de este género cuando escucha determinados textos u observa ciertas imágenes puede señalar, por ejemplo, “esto es de Nené Cascallar” o “esto es Migré”. Pareciera que ahora todo vuelve a su cauce. Y lo hago con el mismo entusiasmo: 15 horas para escribir y otras tantas para musicalizar.
©Juan Manuel Aragón
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