Ir al contenido principal

CUENTO Hombres y mujeres encendidos


Casa de gobierno, Tucumán

"A la noche siempre íbamos a tomar una cerveza a lo de Alonso, a la vuelta del club"

No fue lo que se dice conseguir un laburo. Era nomás, ir unas horitas a la tarde a ayudar a los Gómez y darles una mano en la fábrica de cohetes que tenían pasando el canal. Eso de la pólvora mojada con que los cargan a algunos había sabido ser cierto, che, los cohetes se arman con pólvora mojada, si no, una chispita y chau, alpiste, perdiste. Pedían alguno que tuviera habilidad con las manos. Lo primero que me preguntaron es si sabía armar cigarrillos, les dije que sí, pero que si andaban en esa me las picaba.
—No, pelotudo.
Me dijo el Gómez más grande.
—Este laburo es casi lo mismo que armar un cigarrillo.
Y me hicieron quedar.
Decían que seguían las normas de seguridad al pie de la letra y que no era más peligroso que andar macheteando en los baldíos, trabajo —que, por otra parte— ya había hecho para la comuna.
Éramos tres. A mí me pusieron a hacer los cohetes fósforo. Al principio los contaba. Uno por uno. Pero el primer día, cuando iba por tres mil perdí la cuenta por conversar con los otros. El segundo día tenía los dedos agarrotados, tal como me habían anunciado que me sucedería. Pero seguí trabajando, qué otra me quedaba. El tercer día estaba más canchero. Y a la semana éramos todos iguales.
Yo creía que el Bocha estaba con los Gómez desde hacía años. Pero no. Cuando entré llevaba quince días. Son laburos por temporada, como los achilateros. No es difícil ser el más antiguo cuando los que entraron antes, por hache o por be, a la primera de cambio se mandan a mudar. Total, no hay mucha diferencia entre durar tres meses o solamente dos. O una semana, si vamos al caso.
A la noche siempre íbamos a tomar una cerveza a lo de Alonso, a la vuelta del club. A veces no teníamos un sope partido por la mitad y salíamos a manguear a los vecinos. Pero todo bien, ¿eh?, pedíamos por favor y todo.
—Don, por favor, dame dos pesitos para la birra.
Decíamos.
Siempre alguito nos daban.
La fabricación comienza en setiembre, con tiempo, antes de las fiestas. El negocio se termina en Año Nuevo a la hora de los pitos. Lo que sobra se vende durante el año para casamientos, esas cosas. Contaban que un cliente de todo el año era un diputado que algunas siestas se ponía en pedo y se acostaba en una reposera del jardín de la casa. Después agarraba y le decía a un secretario que tenía:
—¡Che!, tirá una bomba.
Y el otro iba y tiraba una bomba.
El tipo chupaba champán del bueno, según contaban. Al rato le decía.
—Tirá otra.
Y así se pasaba, meta bomba, meta chupar champán. Mirá vos la diversión, ¿no?
En ese tiempo me junté con la Mecha. Mi compañero de pieza volvió a Salta y me la llevé a vivir a la pensión. Tenía que conseguir plata porque estaba embarazada grande. Le propuse a los Gómez vender los cohetes en la San Martín y dejar de armarlos. Ningún drama. Me dieron unas cuantas cajas y me aconsejaron que hiciera evolucionar el negocio. Vender un día y reponer al día siguiente.
—Cuando llegue la hora de los pitos, en Año Nuevo, recién contá la plata.
Y me largué.
Llevé un banquito y puse los cohetes apoyados contra una pared, cosa que los clientes apreciaran la merca. Pero el primer día nomás, vino uno y me dijo que estaba haciendo mal, que no se podía instalar nadie más en esa cuadra porque los demás vendedores venían desde hacía años y no era cuestión que un recién llegado les hiciera la guita.
Yo fumaba en ese tiempo.
Lo miré al tipo.
Justo me quedaba el puchito. Asinito.
—Si queréh, me voy —le dije— pero, sabéh qué.
Entonces agarré el puchito y me jugué. Lo tinquié lejos, con chanfle. El pucho se elevó en el aire, pasó entremedio de una vieja que venía con unas bolsas y otra gente, y cuando parecía que iría para cualquier lado se vino a pique. Entró justito en una alcantarilla que hay frente a una zapatería. Pero justito—justito. El tipo observaba maravillado.
Lo miré de nuevo.
—Sabéh qué.
Le volví a decir.
—Vos y todos los que están hace años, sabés qué, en cualquier momento se convierten en hombres y mujeres encendidos.
No sé por qué le dije así. Pero era para hacerlo entender.
Cuestión que no me volvieron a joder.
Esa noche se lo conté a la Mecha, y ella me miró fijo con esos ojos redondos que tiene.
En los primeros días de enero llegó el chango.
—Cómo le vamo sa poner— le pregunté.
—Camilo.
—Por qué.
—Por Cienfuegos, boludo.
Me dijo ella.
Camilo es aquelcito, ¿lo ve?
©Juan Manuel Aragón
Los cuentos no se explican, pero aquí cabe una aclaración. El idioma, ligeramente distinto al santiagueño y referencias geográficas como el canal o la calle San Martín, se deben a que este cuento fue publicado en la antología “A turucuto”, de Tucumán. La consigna era justamente “Hombres y mujeres encendidos”.
“A turucuto es el “Unculito” de los santiagueños o “a cococho” de los porteños.

Comentarios

  1. Me gustó el cuento, Juan. Informativo además de entretenido.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

DESPEDIDA Hasta la próxima Chacarera Musha (con vídeo)

Velorio de Musha, con música A último momento, cuando ya no quedaba mucho por hacer, se pensó en traerlo a La Banda, pero ya era tarde, la enfermedad estaba ganando Por Alfredo Peláez, “Fredy” Tenía un aprecio especial por Musha. Muchos años de amistad. Era como de la familia. Vi todas las fotos y leí todo los posteos que se publicaron en las redes con motivo de su fallecimiento. De todas la que más me gusto, fue una despedida que decía: "Hasta la próxima chacarera". Y sí. "Musha" Carabajal era pura chacarera. En los escenarios, solía gritar anta cada tema con voz impuesta: "Chacareraaa…". De su círculo íntimo, me contaron, que cuando ya no había nada que hacer, cuando la situación era irreversible, se pensó con SADAIC en trasladarlo a La Banda para que se apague su vida en la tierra que lo vio nacer un 2 de junio de 1952. Fue imposible. "Musha" ya no podía moverse. La terrible enfermedad que padecía le estaba ganando la batalla final. A sus amig...

RELIGIÓN Por qué la masonería no es una inocente asociación

Masones (imagen de ilustración) A veces se debe recordar conceptos simples que están en la base de una creencia, pues hay gente que deliberada o inadvertidamente los olvida o los ignora Para quien crea que no hay nada malo en la masonería, que muchos próceres fueron sus afiliados, cabe hacer una lista de los presidentes y vice que fueron masones o hermanos tres puntos, como también los llaman. Presidentes, Bernardino Rivadavia, Vicente López y Planes, Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento (presidente de 1868 a1874 que renunció a la masonería antes de asumir, porque era incompatible con el juramento católico que debía formular y que en ese tiempo era obligatorio), Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen y Agustín Pedro Justo. Vicepresidentes argentinos afiliados a la masonería fueron Salvador María del Carril, Juan Esteban Pedernera, Marcos Pa...

RECURRENCIA Tu perro es sólo un perro

Choco sin raza, obvio No es parte de tu familia, nunca lo será, porque la familia es el proyecto de vida que forman un hombre y una mujer para tener hijos y criarlos sanos y buenos Es sólo un perro, es sólo un perro, es sólo un perro. No, jamás será un ser humano, aunque pasen mil años él, su cría y la cría de sus crías, jamás serán gente. Seguirá siendo un perro, un triste perro. Un animal, ¿entiendes? Es animal y por lo tanto irracional, no razona, no piensa como vos, tu marido o tu señora. Y aunque estamos en pleno tiempo de autopercepción sensiblera, compasiva y tierna, no lo voy a reconocer como tu hijo. No es tu hijo. ¿Vos lo ves así?, bien por vos, para mí no lo es. Dile Pedrito o María Eugenia, para mí es lo mismo, es decir un perro, un pichicho, un choco, un firulais, como lo llaman los mejicanos. Y no, no me gusta tu perro, no es agradable, ¿no ves que tiene cara de perro?, ¿cómo quieres que me guste? Tampoco voy a tener la cortesía de decirte que es lindo. Porque, disculpame...

SAUDADES El cuadro de la abuela

Frente de una casa antigua “En el medio, como chorizos superpuestos y una tras otras, la pieza de los padres, después la de los abuelos, la de los tíos…” Me gusta el liviano aire que portan las casas viejas, que tienen un aparente desorden en las cocinas con el que las abuelas suelen confundir a la gente que llega por primera vez. Me gusta cuando las conozco, cuando me dejan pasar a ese lugar sagrado, que solamente era profanado por los íntimos, y también por el electricista, el gasista, el plomero, cuando llegaban, tras un pedido de auxilio. En ocasiones, como esta madrugada de domingo en que escribo mi diaria crónica, algo en el aire trae el recuerdo de aquello y crece en el pecho un rencor añejo, por las cosas que no están, porque no hicimos mucho para retenerlas y porque, de alguna manera que no sabría explicar, podríamos haber cubierto de eternidad aquellos tiempos y no lo hicimos, ¡caracho! Le cuento por si lo ha olvidado o no lo experimentó, en esas casas había una sala española...

1998 AGENDA PROVINCIAL Tragedia

El Tabycast El 10 de abril de 1998, se desata una tragedia en un departamento del TabyCast cuando un joven llegó a dejar a su hija, baleó a la madre, mató a la niña, se tiró por el balcón y murió El 10 de abril de 1998, se desató una tragedia en un departamento del edificio TabyCast cuando un joven llegó a dejar a su hija, baleó a la madre, mató de dos disparos la niña y se tiró por el balcón, muriendo casi al instante. A las 8 y 10 de la noche, Diego José Zaín, que tenía 24 años, llegó al departamento en que la joven, Ana Lugones Castiglione, de 19 años, vivía con la hija de ambos, Dolores de 4, y su abuela Carmen Garay. Estaban separados, su abuela no estaba en Santiago y una amiga que debía visitarla a esa hora, se había demorado. La niña había nacido el 8 de marzo de 1995 y el padre la llevó de vuelta al departamento del cuarto piso del TabyCast, frente a la plaza Libertad. Cuando Zaín tocó el portero eléctrico, la joven sintió miedo, porque él ya la había amenazado y en ese moment...