Ir al contenido principal

FÁBULA La carrera del suri y la tortuga

Suri 

Se cuenta la historia de una cuadrera famosa en el pago y se reflexiona sobre la importancia de leer buenos libros


Cuando se habla de la importancia de la lectura pocas veces se tiene en cuenta que leer sirve para cuestiones prácticas, para asuntos de todos los días. Son paparruchadas eso de que con la lectura se ennoblece el alma, se eleva el espíritu, se fortalece la voluntad y blablablá. Es decir, algo de eso hay, pero no es lo principal, lo mejor que tiene leer buenos libros es que casi siempre significa una trascendental aprehensión de conocimientos prácticos.
En el pago cuentan la historia del suri y la tortuga, animales que allá al menos, son tenidos como puntas en la escala de la existencia. Uno, el suri, alto, elegante, rápido y muy engreído, un bicho pagado de sí mismo, arrogante, soberbio, altanero, palangana. Cada vez que pasa por un lugar del bosque lo reverencian los demás, desde el temido león hasta la hermosa y ágil corzuela, desde la taimada víbora cascabel hasta la ruidosa catita lo alaban por su gallardía y su apostura. Y su rapidez, por cierto, ningún ave corre tan ligerito como él, haciendo unas bellas gambetas para dejar atrás a los perros.
La tortuga en cambio es fea, desde que nace parece vieja y mal hechita, un ridículo cascarón la protege del mundo y sus ojos parecen los de los bobos cuando miran el mundo. Con su eterna lentitud de anciana, pasa casi desapercibida por los caminos, come plantitas que ningún otro animalito quiere y cuando el hombre quiere hacerse de una para llevarla a adornar su jardín, solamente tiene que levantarla del suelo y ella mansamente se deja conducir sin ensayar una mínima defensa.
Un día que los animales estaban upiando en el boliche, han empezado a desafiarse, como suelen hacer cada vez que toman. Primero son monos divertidos, hacen chistes; después se convierten toros, andan queriendo pelear entre ellos y al final se vuelven chanchos, duermen en medio del vómito y la mugre, todos juntos, sucios y maltrechos.
El caso es que el cuervo no tomaba, porque todos los jueves iba a la reunión de Alcohólicos Anónimos en San Francisco, así que no probaba ni un vaso. Cuando los animales se comenzaron a desafiar y vio que las bumbunas sacaban la faca, el león empuñaba un revólver y hasta la mansa corzuela se cuadraba para pelear a puros secos, pegó un grito para que todos se callaran. Después les dijo:
—Si quieren desafiarse está bien. Pero, ya somos grandes como para andar como gallos de riña. Mejor midamos fuerzas entre nosotros corriendo carreritas.
El león dijo que correría con el zorro, la víbora con el ututu, la catita con la bumbuna, así todos fueron igualando peso para correr. Hasta que quedaron solamente el suri y la tortuga, pero no igualan ni haciendo promesas a todos los santos del Cielo. El suri creía que, al no tener rival sería el primer ganador de la noche. Pero la tortuga no se achicó:
—Voy a correr con el suri… si se anima— dijo, y despertó las risotadas de la concurrencia.
Y largaron las carreras, cada animal iba corriendo con su contrincante en cuadreras de 300 metros, con tres largadas. Con distinta suerte, por supuesto, porque nadie había ido preparado para eso. Eran, como se dice en el pago, carreras chaleras, porque cada uno deschala su flete, es decir, lo desensilla y corre así nomás, sin entrenarlo ni nada.
Cuando llegó el turno de la última carrera todos se habían olvidado. La tortuga estaba en la línea de largada, aguaitándolo al suri, que no dejaba de tomar. Hasta que, por fin, se decidió y fue caminando despacito hasta ahí. Antes de partir el suri le preguntó:
—Cuánto apuestas.
—Mil pesos— respondió la tortuga.
Los dos pelaron un billete naranja y le entregaron al cuchi del monte para que tenga la parada.
Cuando dieron la orden de largada el suri salió a la disparada y, en menos de medio minuto “cortó el muñeco”. Ganó, es decir. Recién como a las dos horas llegó la tortuga. El otro la esperaba con una amplia sonrisa en los labios:
—¿Vos creías que iba a hacer como la liebre, que como era más rápida se distrajo y vos le has terminado ganando?
—Y sí— respondió la tortuga.
—Te ha fallado, amiga. Todos los días cuando salía de la escuela iba a la biblioteca Ricardo Rojas, de la esquina de La Rioja y pasaje Ollantay. Y leyendo me enteré de la fábula de la liebre y la tortuga, de Esopo. Por eso no me ibas a joder.
Este caso, totalmente verídico, ocurrió en el pago hace unos años: no me lo contaron, yo estaba ahí, soy testigo presencial. Pinta de cuerpo entero las ventajas de haber leído buenos libros hasta para solucionar un problema práctico, como una cuadrera entre machalos.
©Juan Manuel Aragón

Suri. Avestruz americano.
Upialo. Úpiay es acción y efecto de tomar, beber, sorber, ingerir líquido. Upialo es bebedor, tomador, y  por extensión, borracho.
Cuchi. Chancho, cerdo, cochino, marrano.
Cortar el muñeco. Artificio puesto en la meta de las cuadreras para determinar, según el lado para el que cae un palito (el muñeco), qué caballo llegó primero.
Machalos. Borrachos.

Comentarios

  1. La lecturay su poder, un hábito casi relegado en las nuevas generaciones...

    ResponderEliminar
  2. La lectura y su poder, un hábito casi relegado en los que han formado a las nuevas generaciones.

    ResponderEliminar
  3. Cristian Ramón Verduc1 de abril de 2023, 7:29

    ¡Muy bueno! Felicitaciones.

    ResponderEliminar
  4. Excelente relato motivacional hacia la buena costumbre de la Lectura.
    Antonio Boix.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

HISTORIA La Casa de los Taboada

La Casa de los Taboada, recordada en El Liberal del cincuentenario Por qué pasó de manos de una familia de Santiago al gobierno de la provincia y los avatares que sucedieron en la vieja propiedad Los viejos santiagueños recuerdan que a principios de 1974 se inundó Santiago. El gobernador Carlos Arturo Juárez bautizó aquellas tormentas como “Meteoro”, nombre con el que todavía hoy algunos las recuerdan. Entre los destrozos que causó el agua, volteó una pared del inmueble de la calle Buenos Aires, que ya se conocía como “Casa de los Taboada”. Y una mujer que había trabajado toda la vida de señora culta, corrió a avisarle a Juárez que se estaba viniendo abajo el solar histórico que fuera de la familia más famosa en la provincia durante el siglo XIX. No era nada que no pudiera arreglarse, aunque ya era una casa vieja. Venía del tiempo de los Taboada, sí, pero había tenido algunas modernizaciones que la hacían habitable. Pero Juárez ordenó a la Cámara de Diputados que dictara una ley exprop

RECUERDOS Pocho García, el de la entrada

Pocho García El autor sigue desgranando sus añoranzas el diario El Liberal, cómo él lo conoció y otros muchos siguen añorando Por Alfredo Peláez Pocho GarcÍa vivió años entre rejas. Después de trasponer la entrada principal de El Liberal, de hierro forjado y vidrio, había dos especies de boxes con rejas. El de la izquierda se abría solo de tarde. Allí estaba Juanito Elli, el encargado de sociales; se recibían los avisos fúnebres, misas, cumpleaños. Cuando Juanito estaba de franco su reemplazante era, el profesor Juan Gómez. A la derecha, el reducto de Pocho García, durante años el encargado de los avisos clasificados, con su ayudante Carlitos Poncio. Pocho era un personaje. Buen tipo amantes de las picadas y el vino. Suegro de "Chula" Álvarez, de fotomecánica, hijo de "Pilili" Álvarez, dos familias de Liberales puros. A García cuando salía del diario en la pausa del mediodía lo esperaba en la esquina de la avenida Belgrano y Pedro León Gallo su íntimo amigo Orlando

HOMBRE San José sigue siendo ejemplo

San José dormido, sueña Un texto escrito al calor de uno de los tantos días que el mundo secularizado ideó para gambetear a los santos Todos los días es día de algo, del perro, del gato, del niño, del padre, de la madre, del mono, del arquero, de la yerba mate, del bombo, del pasto hachado, de la madrastra, del piano de cola, de la Pachamama, del ropero, de la guitarra, del guiso carrero, de la enfermera, del abogado, del pañuelo usado. Todo lo que camina sobre la tierra, vuela en el cielo, nada en el agua, trepa las montañas, nada en las lagunas, patina en el hielo, surfea en las olas o esquiva a los acreedores, tiene su día. Nada como un día sin connotaciones religiosas, sólo nuestro, bien masón y ateo, para recordar a los panaderos, a las mucamas, a los canillitas, a los aceiteros, a los carpinteros, a los periodistas a los lustrines, a los soderos, a los mozos, a los vendedores, a los empleados públicos, a los policías, a los ladrones, a los jugadores, a los abstemios y a los tomad