Los brasileños también desfilan en Asunción |
El 20 de febrero de 1852, tropas brasileñas desfilan triunfantes en Buenos Aires y se desquitan de la derrota de Ituzaingó
El 20 de febrero de 1852, tropas brasileñas desfilaron triunfantes en Buenos Aires. Como lo sabe cualquiera, el Ejército del Brasil ha sido el único de América que ha paseado sus laureles por tres de las capitales más importantes, Montevideo, Buenos Aires y la Asunción.Fue la segunda potencia, después de los ingleses, que hizo sonar sus marchas militares en Buenos Aires.Después de “a Batalha de Monte-Caseros”, como la llamaban los brasileños, las tropas de Dom Pedro II demoraron su desfile por las calles de Buenos Aires desde el 3 de febrero hasta el 20 para conmemorar, con la derrota de la Confederación, el “desquite de Ituzaingó” a 25 años de la derrota imperial a manos de las tropas de José María de Alvear.
Caxias remitió el 12 de febrero de 1852 el parte de batalla a su ministro de Guerra, Souza e Mello: “... Cúmpleme comunicar a V. E., para que lo haga llegar a S.M. el emperador, que la citada 1a. División, formando parte del Ejército Aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de febrero de 1827”.
El general Justo José de Urquiza, que se alió a tropas extranjeras para vencer a su mismo pueblo, quiso impedir la entrada en triunfo del Brasil en Buenos Aires el 20 de febrero —tal vez porque alguien a último momento, le avisó el significado de la fecha —pero los jefes imperiales lo echaron con cajas destempladas.
Manuel Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre, le respondió a Urquiza con desaire: “A vitoria desta campanha e uma vitoria de Brasil e a Divisão Imperial entrará em Buenos Aires com todas as honras que lhe são devidas, quer V. Ex-cia. ache conveniente o não.”
A los historiadores poco informados sobre Caseros, que sonríen al toparse con que en los libros de historia brasileños se llama vencedor de Monte Caseros al brigadier Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre, Gustavo Barroso contestaba: “... nosotros estamos en el Brasil en la dulce ilusión de que la División brasileña de Manuel Marques de Souza fue la que decidió en verdad la batalla de Caseros. Y aún cuando su papel no hubiera sido el principal, el Vizconde de Porto Alegre fue uno de los vencedores de la guerra y pudo ser llamado por Jourdan vencedor, sin exagerar, como lo hace. Sabemos perfectamente que no habiendo derrotado nunca un general argentino nuestras tropas en los suburbios de Río de Janeiro, y desfilado en ésta triunfalmente con sus tropas a banderas desplegadas, al compás de la música, aunque fuera junto a revolucionarios nuestros, no es nada agradable para nuestros amabilísimos vecinos que el Vizconde de Porto Alegre haya conseguido esa gloria”.
No caben dudas de que Barroso, por lo menos en su última frase, tiene razón. Urquiza, según dijo Sarmiento, el 13 octubre de 1852, estaba comprado por el Brasil, nada tenía que decir y sólo obedecía: “quer V. Excia. ache conveniente o não”.
Caxias y el Marques de Souza quisieron llevarse de Buenos Aires los trofeos de Ituzaingó que se guardaban en la catedral. Urquiza aceptó, como buen traidor a su patria, pero el emperador Dom Pedro II se opuso: “Tocar esas reliquias sería impopularizarse, justificar una sublevación del sentimiento, herir una legítima susceptibilidad nacional que al gobierno imperial no conviene”, según le dijo a Andrés Lamas.
Como suele suceder en la Argentina, una gran derrota de sus armas y sus ideales a manos de extranjeros, es pueta como un triunfo, esa vez fue de la razón y el liberalismo contra el salvaje Juan Manuel de Rosas, pero hubo antes y habría después, otras derrotas con las que “enorgullecer” el ánimo nacional. El "relato", que le dicen.
©Juan Manuel Aragón
Caxias remitió el 12 de febrero de 1852 el parte de batalla a su ministro de Guerra, Souza e Mello: “... Cúmpleme comunicar a V. E., para que lo haga llegar a S.M. el emperador, que la citada 1a. División, formando parte del Ejército Aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de febrero de 1827”.
El general Justo José de Urquiza, que se alió a tropas extranjeras para vencer a su mismo pueblo, quiso impedir la entrada en triunfo del Brasil en Buenos Aires el 20 de febrero —tal vez porque alguien a último momento, le avisó el significado de la fecha —pero los jefes imperiales lo echaron con cajas destempladas.
Manuel Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre, le respondió a Urquiza con desaire: “A vitoria desta campanha e uma vitoria de Brasil e a Divisão Imperial entrará em Buenos Aires com todas as honras que lhe são devidas, quer V. Ex-cia. ache conveniente o não.”
A los historiadores poco informados sobre Caseros, que sonríen al toparse con que en los libros de historia brasileños se llama vencedor de Monte Caseros al brigadier Marques de Souza, vizconde de Porto Alegre, Gustavo Barroso contestaba: “... nosotros estamos en el Brasil en la dulce ilusión de que la División brasileña de Manuel Marques de Souza fue la que decidió en verdad la batalla de Caseros. Y aún cuando su papel no hubiera sido el principal, el Vizconde de Porto Alegre fue uno de los vencedores de la guerra y pudo ser llamado por Jourdan vencedor, sin exagerar, como lo hace. Sabemos perfectamente que no habiendo derrotado nunca un general argentino nuestras tropas en los suburbios de Río de Janeiro, y desfilado en ésta triunfalmente con sus tropas a banderas desplegadas, al compás de la música, aunque fuera junto a revolucionarios nuestros, no es nada agradable para nuestros amabilísimos vecinos que el Vizconde de Porto Alegre haya conseguido esa gloria”.
No caben dudas de que Barroso, por lo menos en su última frase, tiene razón. Urquiza, según dijo Sarmiento, el 13 octubre de 1852, estaba comprado por el Brasil, nada tenía que decir y sólo obedecía: “quer V. Excia. ache conveniente o não”.
Caxias y el Marques de Souza quisieron llevarse de Buenos Aires los trofeos de Ituzaingó que se guardaban en la catedral. Urquiza aceptó, como buen traidor a su patria, pero el emperador Dom Pedro II se opuso: “Tocar esas reliquias sería impopularizarse, justificar una sublevación del sentimiento, herir una legítima susceptibilidad nacional que al gobierno imperial no conviene”, según le dijo a Andrés Lamas.
Como suele suceder en la Argentina, una gran derrota de sus armas y sus ideales a manos de extranjeros, es pueta como un triunfo, esa vez fue de la razón y el liberalismo contra el salvaje Juan Manuel de Rosas, pero hubo antes y habría después, otras derrotas con las que “enorgullecer” el ánimo nacional. El "relato", que le dicen.
©Juan Manuel Aragón
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