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VIOLENCIA La papa hervida y los hinchas

Violentas canchas

La policía no tiene por qué cuidar que en los estadios la gente no se agarre a los golpes: un problema del fútbol debe resolverlo el fútbol


Si usted pone una papa a hervir durante una hora, de la olla sacará una papa hervida, después no pida que esté cruda de nuevo, es imposible. Si su negocio es el fanatismo infantil de un grupo de inadaptados futboleros, aguántelo como pueda, vea qué hacer, usted lo quiso, eso sí cuando la justicia actúe, busque un buen abogado, así funciona la sociedad en todos los ámbitos, no tiene por qué ser distinta en ese multimillonario negocio mundial.
Debiera jugarse con hinchada local, visitante y neutral, con entradas vendidas para un equipo, para los del otro, para que las revendan, las regalen, las concedan, las sorteen, las adjudiquen, las obsequien. El dueño del negocio que haga lo que quiera con él. Dicho de otra forma, si le gusta el durazno, aguante la pelusa.
Se ha visto que evitar que los hinchas visitantes vean el partido por sí mismos no es una solución al problema de la violencia, como creyeron tal vez de buena fe, quienes tomaron la decisión de evitar que una parcialidad vaya a la cancha. Por otra parte, la Asamblea del Año XIII terminó con las prerrogativas de sangre, quien quiera comprar una entrada, sea del color, de la religión que sea, o hincha de quien fuere, debiera tener cómo hacerlo. Lo otro es discriminación por razón de un deseo, algo que no se ha visto nunca antes en este país (quien quiere que gane el equipo A, si el partido se juega en la cancha de B, tiene prohibido asistir, una enormidad, oiga).
No debería haber policías de uniforme ni de civil dentro de las canchas, no están para poner orden en lugares privados como los estadios: sería como llamar a la Guardia de Infantería cada vez que salen al recreo los chicos de las escuelas o hay una fiesta de 15, un cumpleaños, un casamiento, una guitarreada.
Un negocio multimillonario como el fútbol, debiera hallar la forma de corregir la violencia de quienes van a ver un partido. La sociedad no tiene por qué formar a un hombre, entrenarlo y adiestrarlo durante varios años, sólo para controlar un negocio que es de unos pocos. Que sus dueños se arreglen como puedan, para eso tienen plata. Para tirar para arriba.
Si alguien le pega a otro, el otro va y hace la denuncia, muestra las pruebas, acude a la justicia, hace lo que corresponde en cada caso, pero la policía no está para evitar que la gente se pegue, si no, tendría que haber cinco por cuadra, no hay presupuesto que aguante.
Eso sí, fuera de las canchas, la policía debiera controlar que nadie cobre por estacionar el auto en lugares que no se debe percibir el estacionamiento: si alguien lo hiciera, debería ir preso, como pasa aquí y en la China. Y si usara de la coacción para cobrar estacionamiento (“pagas o te lo rompo”), debiera ser tratado como delincuente.
El fútbol como un enorme negocio, no debiera también tomar de rehenes a los vecinos de las calles aledañas para dar de comer a sus hinchadas con algo más de dinero, que saque de su propio bolsillo y les pague, si cree que les debe algo.
Que nadie pelee fuera de los estadios podría ser una consigna de la policía. Si la gente lo hace adentro porque el multimillonario negocio del fútbol no pudo, no quiso o no supo controlar a sus aficionados, que sus directivos vayan presos junto a los delincuentes.
El Estado no controla cómo se deben ubicar los invitados en una fiesta, quiénes van con quiénes, dónde tienen que estar sentados, por donde deben llegar, qué deben y no deben llevar: eso lo hacen los particulares. Y, que se sepa, el fútbol no es una institución pública sino privada, de socios y dirigentes, es decir de particulares. Si no pueden organizar un partido sin garantizar, por sí mismos, que no habrá violencia, que no lo hagan, así de fácil, nadie los obliga. Ningún país se fue al tacho por no tener fútbol.
Si usted no puede dar garantías de que, en la boda de su hijo, sus parientes no se agarrarán a las patadas con los de la novia, entonces corta por lo sano, no hace la fiesta y chau pisho. Sabe que sería un papelón que, luego, cuando muestre las fotos, en medio de los invitados hay una tracalada de policías cuidando la paz entre ambas familias, ¡qué vergüenza!, ¿no le parece?
Lo mismo: si en un partido de tenis son necesarios muchos policías alrededor de la cancha o solamente pueden ir los simpatizantes de uno u otro tenista, lo más seguro es que las autoridades del tenis suspenderán el deporte hasta solucionar el problema. O no, pero no llamarán policías para que les solucionen un drama que es propio.
Como esos padres que piden que no se venda alcohol a los menores después de determinada hora. Oiga, es más fácil advertir a su hijo que no tome, antes que joder al bolichero, que no tiene por qué educarlo, no se preparó para eso y no le importa si su hijo es un borracho perdido o se comporta como un caballero. Lo mismo con el fútbol, deporte hermoso. El problema no está en los estadios sino, evidentemente, en otra parte del negocio, quizás en sus bordes.
Vaya y solucione lo que hay que solucionar, pero no le pida a la policía que, a última hora, cuando no hay más remedio, controle a dos tipos para que no se agarren a las piñas. ¿El fútbol les ha metido la idea a sus simpatizantes de que deben llevar la violencia hasta la muerte, porque la pelota no se mancha y todas esas estupideces vacías que se dicen? Que se ocupe de desdecirse, si quiere. ¿Los periodistas plantean cada partido como una beligerancia, con ganadores y perdedores en batallas épicas, duelos de punteros o de necesitados, jugadores que lastiman a los rivales con sus ataques?, pídanle al periodismo que no alimente la guerra para llenar los titulares de diarios que, de todas maneras, ya nadie lee.
Si los policías actúan para separar las barras, quiere decir que el fútbol ha fracasado en su organización, pero si alienta la violencia entones en sí mismo, intrínsecamente es un negocio de criminales. Y si es una mafia, entonces hay que actuar como se haría como con cualquier otra. ¿Hay un delito tipificado como “instigación a la violencia”? Entonces se debe meter presos a quienes lo cometen. Pero, repítalo hasta que se harte, don, la policía no tiene por qué remendar lo que el fútbol se ocupa todos los días de romper. Hace pedazos todo de manera prolija, sistemáticamente, con ahínco, con mucha pasión. Y después pide un policía cada cien hinchas para que no se maten en las tribunas.
Má sí, que no les manden ni un solo cana y que vean cómo paran con la violencia. Si no pueden, qué se va a hacer, organicen partidos de ajedrez, de bádminton, de ludo, de ohíto chipaco, pero no jodan al resto de la sociedad defendiendo un negocio que, si algún día se investigara como corresponde, quizás irían presos unos cuantos presidentes de clubes con su comisión directiva en pleno, representantes, jugadores, árbitros, directores técnicos, preparadores físicos, masajistas, utileros, choferes del colectivo que los lleva a la cancha y hasta las putas de las que se proveen para solaz y esparcimiento. Que son muchas y hasta les piden casamiento.
©Juan Manuel Aragón
A 28 de febrero del 2024, en Campo Verde. Pelando una gallina



Comentarios

  1. SOS UN PELOTUDO ARAGON.... COMO SIEMPRE... ES UN HECHO

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  2. Si aceptamos que en espectáculos públicos no debe haber controles para evitar esos desmanes, también preguntemos porque en casas privadas o empresas de las llamadas importantes porque tienen de consigna a agentes de fuerzas de seguridad más allá que sirva para que tengan adicionales los numerario.

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