Boletín Oficial |
La primera ficción del sistema republicano de gobierno es que las leyes se reputan conocidas por todos los ciudadanos
El sistema republicano de gobierno tiene ficciones, aunque usted no lo crea, don. La primera y más grande de todas es que las leyes se suponen conocidas por todos al día siguiente de su publicación. Usted preguntará: “¿Aunque yo no sepa leer ni escribir?” y le responderán que sí, aunque no sepa leer, no se haya enterado, nadie le haya avisado o justo ese día andaba distraído.Imagínese, si no alguien podría decir que no sabía que una calle era contramano, que debía pagar el monotributo para gozar sus beneficios o que para vender su casa tienen que estar todos los impuestos y servicios pagados. Entre miles de normas y reglamentos, claro.Oiga, ¿y cómo esperan los legisladores que la gente se entere de la promulgación de las leyes? Ahí está el problema: salen en el Boletín Oficial, y es a partir de su publicación en ese lugar que gozan de la certeza de su existencia y nadie esquivará su cumplimiento sin ser sancionado.Ahora bien, el Boletín Oficial es un cuadernito que aparece todos los días hábiles, pero es muy aburrido leerlo, tiene resoluciones, llamados a licitación, constitución de sociedades y cientos de otros artículos con poco interés práctico.
En cierta manera los diarios y luego la prensa en general, nacieron para hacer más divertida la lectura de las actividades de los poderes del Estado, como que muchos traen chistes, páginas de espectáculos, noticias policiales que no agregan nada a la vida de los lectores, comentarios, recetas de cocinas. Y también se publican las leyes.
El drama es que las leyes que publican los diarios, son las que, por hache o por be, a los diarios les interesan, que nunca son todas y muchas ocasiones las publican cortadas, y aparece solo la parte más saliente de cada norma. Y los gobiernos tienen especial interés en que algunas leyes, decretos, resoluciones, se difundan, se conozcan completas, la ciudadanía sepa que existen y las tome en cuenta.
Entre otras cosas, para eso nació Télam, como un derecho, para que los argentinos sepan con algún grado de certeza que no entrega el resto de los diarios, de qué se tratan sus normas. Es una agencia que presta —o prestaba —un servicio especializado. Era mantenido por el Estado y muchos diarios de la Argentina y el mundo estaban suscritos para conocer con más exactitud las leyes, normas, decretos, resoluciones que se dictaban en la Argentina. Servía no solamente para enterarse de un choque en Balvanera, sino también para que los inversores conocieran alguna nueva norma recién salida del horno, como se dice. Luego iría a ver en el Boletín Oficial, por supuesto, pero por ahí ningún diario mencionaba esa resolución, porque era muy técnica, pongalé.
Si se ha usado para otros fines que no sean los correctos, si se desvió de la ley, corresponde actuar para subsanar el problema. No porque usted se meta el dedo en la nariz en público, algo que es a todas luces incorrecto, luego se va a cortar la mano. Se podría llegar al tonto absurdo de esos padres que dicen: “Si mi hijo me roba el auto para salir de joda, vendo el auto”. Pero al tontaje, qué se le va a hacer, le encantan esas soluciones drásticas, de un solo golpe, a lo macho.
Hasta aquí Télam. Para entender el problema hay que verlo completo, una parte solamente no sirve, es como que el ojo tuerto siempre hace desviar la vista para un lado. Hay que mirar qué se esconde detrás de algunos de los extravíos mesiánicos del último tiempo, la división de las aguas, de un lado el Viejo Testamento, del otro, del bueno, el Nuevo Testamento, el que viene a fundar de nuevo la Argentina sobre bases completamente desconocidas, por caminos que, hasta el momento nadie se animó a transitar.
En eso están los libertarios, que hacen cruz diablo a todo lo que tiene que ver con el Estado, como si se tratara del peor enemigo de la humanidad. Pobre gente, ¿no?, estuvo todos estos años obligada a transitar por calles que construyó el Estado, debe cargar armas para defenderse de los delincuentes y no llamar a una policía que organizó, adiestró y paga el Estado, toma agua de pozos, del río o de aljibes, por no usar la red que tendió Agua y Energía, una de las empresas estatales que forjó gran parte de la Argentina, lo mismo con la electricidad y todo el resto.
Es gente que no ve televisión, porque todos los canales fueron alguna vez subsidiados por el Estado, incluidos periodistas “ensobrados”, lo mismo que los diarios, las radios y supone que, por eso mismo, están contaminados de populismo.
El anarquismo, hay que decirlo, convierte en derechos y libertades lo que antes se miraba bajo el ángulo de la obligación y el deber. Según sostienen sus popes intelectuales más conspicuos, en su punto de partida pone en marcha una fuerza tal, que actuará en la sociedad tradicional como un principio de desintegración atómica en la materia, produciendo la “implosión” de todas las bases que mantienen el orden social hasta este momento.
Así, de memoria, se podría decir que para el anarquismo —en el fondo una concepción izquierdista de la política y la economía —la tensión dialéctica entre libertad y autoridad se agudiza hasta el extremo de que la primera excluye a la otra en cualquiera de sus formas y la reemplaza con acuerdos espontáneos. Uno de sus grandes referentes fue Nicolás Bakunin, que confrontó con Carlos Marx en la Primera Internacional y provocó su ruptura. Después fue otro ruso, Miguel Krupotkin, el que se convirtió en la figura señera del anarquismo.
Tanto Bakunin como Krupotkin unieron su tarea de teorización con una asombrosa actividad práctica. El segundo adhirió y rompió la Segunda Internacional como Bakunin había hecho con la Primera. A ambos, un temperamento libertario llevaba fácilmente a chocar con el duro autoritarismo y el dogmatismo marxista.
En Europa, el anarquismo prendió en España, Italia y Rusia. Nunca tuvo una organización centralizada, idea que, por otra parte, hubiera chocado con sus mismos principios. Entre 1890 y 1914 el debate principal en el seno del anarquismo pasó por los medios de acción y la tendencia alcanzó casi a confundirse con un terrorismo que causó innumerables víctimas en la nobleza y en las clases dirigentes.
Todo lo otro que le digan del anarquismo, doña, es mentira, meros intentos de disfrazar una ideología de izquierda con el agregado del capitalismo: no les crea, no es cierto, es un contrasentido en los términos, como proclamarse socialista y cristiano o riverplatense de Boca, ¿anarco capitalista?, un oxímoron como sol negro, instante eterno o luminosa oscuridad. No haga el ridículo de repetir esa tontería del anarco coso cuando vaya a la peluquería, las otras clientes se le van a reir en la perra cara.
El drama es que, bajo la excusa de arreglar lo que está mal, la sociedad se corta la mano, sólo porque con uno de sus dedos iba a la nariz a sacarse los mocos. Lo peor es que después salen los mismos periodistas que alabaron cuanto proyecto mal encardo y peor realizado hubo en el país, a pretender que la gente se convenza de que ahora sí, en el anarco capitalismo está la solución a todos los males. De vez en cuando mechan un “sin embargo”, un “pero”, para seguir teniendo vigencia cuando el actual proyecto político, esa ensalada de ideologías difusas, indefinidas, imprecisas, se estrelle contra la pared.
Corriéndose hacia atrás un cachito, por favor, señores pasajeros, que en el medio está vacío y en el vagón de la decadencia tiene que haber lugar para todos, haga el favor, ¿quiere?
©Juan Manuel Aragón
A 6 de marzo del 2024, en La Dársena. Jugando al chumuco
Excelente reflexión sobre la realidad social argentina. Famoso Libro de una secundaria de debatir pero nada de adoctrinar, pero ERSA ( que no es línea de colectivos) fue sustancial como las doctrinas aprendidas por quienes buscan aprender para activar sueños e ideas por un país más formal y razonable en sus prédicas y practicas que no condicen con el anarquista teorema de decir algo ilógico para no verse responsable de gobernar
ResponderEliminarUna gran parte del pueblo ha sido preparada "como para chorizo". Este absurdo momento parece ser la culminación de un tremendo plan a largo plazo. Los mal hablados de los medios de difusión masiva parecen ser uno de los instrumentos de ese plan. Por otra parte, el sistema nacional de radiodifusión debería estar dedicado a presentar a la población los contenidos del Boletín Oficial de un modo más accesible y entendible, con buen vocabulario.
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