Antiguo canillita |
Hacia dónde va un oficio que antaño se creía indispensable para la vida y hoy ha perdido influencia en la sociedad
Hubo un tiempo en que los periodistas nos creíamos seres superiores, recién llegados del espacio estratosférico. Sabíamos qué era lo que les interesaba a los lectores, oyentes, televidentes, qué debía ir en la portada, qué se ponía en las páginas pares, qué en las impares, y qué se reservaba para la contraportada. Todos debían confiar en que les mostraríamos lo que les importaba, pues habíamos sido debidamente formados, para eso éramos léidos y escribidos, por lo menos más que la mitad de ellos.Las noticias de política se conseguían en la Legislatura y en la Casa de Gobierno, unos y otros, diputados y funcionarios contaban por qué había sucedido lo que había sucedido y avisaban cuáles eran las claves de lo que estaba por venir. Lo que sucedía en la ciudad estaba en el Concejo Deliberante y en la Municipalidad, oiga, dónde más. Ahí se tomaba el pulso diario de las tensiones sociales inmediatas y ciudadanas. Para los delitos comunes había que ir a las comisarías, a la Jefatura de Policía o a los Tribunales. Y para saber qué pasaba con la salud, los hospitales, el Colegio de Médicos. Si se tenían cubiertas esas áreas, ninguna noticia importante escapaba al ojo siempre alerta de la prensa.Bueno, así se pensaba, pero era un error.
Hoy mismo lo comprueban a diario en estos tiempos de internet instantáneo cuando observan que muchas veces, las noticias más leídas no son las que calcularon, las que fueron arriba, las que tenían un recuadro, las que tuvieron una foto más llamativa. Los clics van para cualquier parte y, si bien hay muchos secretitos para conseguirlos, apenas los internautas descubren la trampa dejan de ser efectivos y hay que inventar otros. Los lectores siguen yendo para donde ellos quieren, les interesa lo que les interesa, aunque no le guste al editor de este, ese o aquel diario digital. Además, salvo unos cuantos viejos nostálgicos, pocos compran el diario en papel. De hecho, a la mayoría de las provincias ya no llega ningún periódico ni revista de Buenos Aires, ni “Gente” ni “Selecciones del Reader´s Digest” ni “Patoruzito”, ni “Mecánica Popular” ni “Afanancio” ni “El Tony”, algunas de las cuales no se publican más.
Antaño los diarios eran formadores de opinión, columnas de la democracia, faros del republicanismo, todos títulos pomposos que perdieron en la primera curva del camino, cuanto los usuarios advirtieron que no los necesita para saber qué número de la tómbola salió, quién murió ayer, cuándo pagan a los jubilados, qué ofertas de azúcar hay o cómo estará el tiempo este fin de semana. Los periodistas dejaron (dejamos) de ser los capangas máximos de la información.
Hasta hace poco nomás, si te prometían publicar una opinión en el diario, la noche anterior no dormías, pensando si saldría en página par o impar (en las impares, a la derecha, valía más), si le pondrían una linda foto, si saldría en una página en colores o en blanco y negro. Hoy, cuando sale, el interesado se fija en internet si se la publicaron, confirma que sí y es posible que no compre el diario en papel, para qué, no lo necesita, hace basura en la casa, no hay dónde tenerlo. En tiempos de carestía de la vida, como los que transcurren actualmente, no se nota tanto su falta en las casas, sobre todos los domingos, a la hora de encender el fuego para el asado, pues ya no hay diarios para limpiar la parrilla. Qué problema cuando termine la crisis (si es que).
De hecho, muchos diarios que antes trabajaban con un ejército de periodistas, cada uno en una sección diferente, hoy lo hacen con un plantel más que menguado, sin contar que muchas redacciones son un cementerio, pues la mayoría de los cronistas trabaja en la casa, sin asistir al lugar de trabajo.
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¿Cuál es el futuro de los periodistas, pregunta? Nadie lo sabe.
Muchos sitios de internet dedicados a las noticias diarias tienen casi todas sus crónicas copiadas de otros portales, de los partes de prensa que envían todos los organismos públicos y privados, sabiendo que nadie enviará un cronista a tomar nota de nada. Los pocos que producen información, la encubren pidiendo a cambio el obligatorio pago de dinero para abrirla, con lo que reducen aún más su ya insignificante influencia. De hecho, algunos diarios de Buenos Aires, con el pretexto de brindar noticias, tienen como único fin presionar a jueces de todo color, de todo tipo y de cualquier fuero, para saquen fallos a su favor. Y a veces, ni aún así tuercen la voluntad de la justicia, pues no basta como antes, una editorial para tumbar a un magistrado ni tres tapas (ni 10 años de portadas en contra) para hundir a un gobierno. De hecho, el último que tiraron abajo fue el Fernando de la Rúa, después dejaron de ser el temido Cuco y empezaron su hasta ahora irremediable decadencia.
Para dónde va el periodismo es imposible saberlo, el tiempo lo dirá. Por ahora es un tembladeral que ahoga a las grandes empresas que lo sustentaban y provoca los naufragios de los grandes cronistas de antaño, buscando lectores que les huyen como si fueran a contagiar la peste. En una de esas quizás fueran parte de una enfermedad, modelando una opinión pública que, si antes no les hacía demasiado caso, ahora los ignora por completo. Tal vez con mucha razón. Pero quién sabe, ¿no?
Juan Manuel Aragón
A 13 de septiembre del 2024, en el Fisco de Fátima. Arreando la majada.
Ramírez de Velasco®
Hace un par de décadas, un cantor brasileño decía en una de sus canciones: "No necesito leer diarios. Puedo mentirme solo".
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