La Casa de los Taboada, recordada en El Liberal del cincuentenario |
Por qué pasó de manos de una familia de Santiago al gobierno de la provincia y los avatares que sucedieron en la vieja propiedad
Los viejos santiagueños recuerdan que a principios de 1972 se inundó Santiago. El gobernador Carlos Arturo Juárez bautizó aquellas tormentas como “Meteoro”, nombre con el que todavía hoy algunos las recuerdan. Entre los destrozos que causó el agua, volteó una pared del inmueble de la calle Buenos Aires, que ya se conocía como “Casa de los Taboada”. Y una mujer que había trabajado toda la vida de señora culta, corrió a avisarle a Juárez que se estaba viniendo abajo el solar histórico que fuera de la familia más famosa en la provincia durante el siglo XIX.No era nada que no pudiera arreglarse, aunque ya era una casa vieja. Venía del tiempo de los Taboada, sí, pero había tenido algunas modernizaciones que la hacían habitable. Pero Juárez ordenó a la Cámara de Diputados que dictara una ley expropiándola, caramba, che, había que salvar algo tan importante. Hasta ese momento la casa fungía como una especie de pensión, había gente viviendo y algunos negocios cuando el gobierno de la provincia se la adueñó.Fue antes de que se reformara la ley de expropiaciones, por lo que el gobierno de la Provincia depositó un peso moneda nacional como pago. Y comenzó un largo juicio en el que, por un lado, la provincia porfiaba en pagar el valor fiscal de la propiedad y los propietarios pretendían su valor real. Triunfaron los propietarios. La Constitución de la Nación, en su artículo 17 establece que “la expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada”. Para dejar a los dueños de la cosa indemnes, es decir, sin daño, hay que pagarles lo que realmente cuesta el bien.
Después del pleito, los herederos de los Taboada cobraron y la provincia se quedó con la propiedad. Pero ya no estaba Juárez, habían llegado los militares y nunca hubo tiempo ni voluntad ni imaginación para hacer algo que valiera la pena. Ni dinero, si hay que decirlo todo.
La famosa Casa de los Taboada, que en una habitación había guardado bajo el piso las armas para una revolución, se venía abajo. Había sido sede de la primera empresa telefónica de Santiago y del diario El Liberal en sus comienzos. Antes había visto surgir y caer a los caudillos que gobernaron la provincia por ellos o por interpósitos políticos durante un cuarto de siglo.
Y ahora era del gobierno.
¿Qué hacer con uno de los inmuebles más valiosos de la provincia, con entrada por la calle Buenos Aires, a una cuadra de la plaza Libertad, y salida por la 9 de Julio? Durante muchos años se habló de acondicionarlo para trasladar la Biblioteca 9 de Julio o al menos la parte de autores santiagueños. También se especuló con instalar un museo folklórico o un centro de artesanías santiagueñas, con exposiciones, una confitería, un escenario para músicos y una movida cultural que te la voglio dire. Todas fantasías. Además, la creación del Centro Cultural del Bicentenario dejó viejas, impracticables o poco interesantes esas propuestas.
En el endemientras, ya se contó que la casa quedó primero completamente deshabitada y tapiada. A fines del gobierno militar, cuando Elías Maud llegó a la intendencia, envió al joven arquitecto Rodolfo Oscar Legname a estudiar una posible restauración o reciclado, previo un convenio con la provincia para entrar en la propiedad. Pero luego, Provincia y Municipalidad se desconocieron, como se dice ahora, y volvió a su estado de tapera.
En el medio, algunos herederos intentaron una retrocesión de la expropiación, pero cuando fueron a consultar con abogados les dijeron que era tarde, que no había nada que hacer, que ya estaba, que perderían cualquier juicio que intentaran.
En 1982, todavía era posible subir al viejo mangrullo, pisando con cuidado las tablas de la escalera. Casi todas las paredes estaban en pie, lo mismo que algunos techos. El aljibe de una sola pieza de mármol todavía presidía el gran patio octogonal con galerías a la vuelta. Se la podría haber salvado.
De todas maneras, el abandono, el tiempo, la vegetación que le creció por todas partes, la terminaron derrotando. De tal suerte que cuando llegó la última intervención federal, la de Pablo Lanusse, luego de desmalezarla por enésima vez, se decidió tirar abajo lo poco que quedaba en pie, pues ya constituía un peligro para los eventuales visitantes.
En ese momento se pensó que se podría armar, con mucha imaginación, una caminata entre los cimientos que llevaría desde la Casa de los Taboada al Teatro 25 de Mayo, después de tirar abajo la medianera que los separa.
Después de muchos proyectos impracticables y 20 años más de espera, finalmente este año el Gobierno de la Provincia la terminó de transformar en un moderno edificio para albergar las oficinas de la Dirección Provincial de Catastro y el Registro de la Propiedad. En su planta baja resguardó algunos muros de la vieja casona para mostrar algo de la historia a los visitantes y de paso construyó un moderno pasadizo para conectarla por bajo tierra, con el Teatro 25 de Mayo, antigua casa de Juan Felipe Ibarra, tío carnal de los Taboada, como una manera de dar crédito a las imposibles fábulas que hablan de fantásticos túneles cruzando ciudad en todos los sentidos.
¿Qué hacer con uno de los inmuebles más valiosos de la provincia, con entrada por la calle Buenos Aires, a una cuadra de la plaza Libertad, y salida por la 9 de Julio? Durante muchos años se habló de acondicionarlo para trasladar la Biblioteca 9 de Julio o al menos la parte de autores santiagueños. También se especuló con instalar un museo folklórico o un centro de artesanías santiagueñas, con exposiciones, una confitería, un escenario para músicos y una movida cultural que te la voglio dire. Todas fantasías. Además, la creación del Centro Cultural del Bicentenario dejó viejas, impracticables o poco interesantes esas propuestas.
En el endemientras, ya se contó que la casa quedó primero completamente deshabitada y tapiada. A fines del gobierno militar, cuando Elías Maud llegó a la intendencia, envió al joven arquitecto Rodolfo Oscar Legname a estudiar una posible restauración o reciclado, previo un convenio con la provincia para entrar en la propiedad. Pero luego, Provincia y Municipalidad se desconocieron, como se dice ahora, y volvió a su estado de tapera.
En el medio, algunos herederos intentaron una retrocesión de la expropiación, pero cuando fueron a consultar con abogados les dijeron que era tarde, que no había nada que hacer, que ya estaba, que perderían cualquier juicio que intentaran.
En 1982, todavía era posible subir al viejo mangrullo, pisando con cuidado las tablas de la escalera. Casi todas las paredes estaban en pie, lo mismo que algunos techos. El aljibe de una sola pieza de mármol todavía presidía el gran patio octogonal con galerías a la vuelta. Se la podría haber salvado.
De todas maneras, el abandono, el tiempo, la vegetación que le creció por todas partes, la terminaron derrotando. De tal suerte que cuando llegó la última intervención federal, la de Pablo Lanusse, luego de desmalezarla por enésima vez, se decidió tirar abajo lo poco que quedaba en pie, pues ya constituía un peligro para los eventuales visitantes.
En ese momento se pensó que se podría armar, con mucha imaginación, una caminata entre los cimientos que llevaría desde la Casa de los Taboada al Teatro 25 de Mayo, después de tirar abajo la medianera que los separa.
Después de muchos proyectos impracticables y 20 años más de espera, finalmente este año el Gobierno de la Provincia la terminó de transformar en un moderno edificio para albergar las oficinas de la Dirección Provincial de Catastro y el Registro de la Propiedad. En su planta baja resguardó algunos muros de la vieja casona para mostrar algo de la historia a los visitantes y de paso construyó un moderno pasadizo para conectarla por bajo tierra, con el Teatro 25 de Mayo, antigua casa de Juan Felipe Ibarra, tío carnal de los Taboada, como una manera de dar crédito a las imposibles fábulas que hablan de fantásticos túneles cruzando ciudad en todos los sentidos.
Juan Manuel Aragón
A 19 de noviembre del 2024, en Yanda. Dando maíz al parejero.
Ramírez de Velasco®
Ramírez de Velasco®
Otro sí digo
La dirección de la casa era Buenos Aires 136. Pero casi todos la conocían como “El 46”. Al parecer el mote le venía de las 46 habitaciones que dicen que tenía.
Otro sí más digo
La única fotografía existente del frente de la Casa de los Taboada, es el que ilustra esta nota, tomado del número del cincuentenario del diario el Liberal, de 1948. Si algún día lo que queda de ese periódico reabriera su archivo, quizás sea posible consultar sobre el original de la imagen o descubrir que hay otras más.
La dirección de la casa era Buenos Aires 136. Pero casi todos la conocían como “El 46”. Al parecer el mote le venía de las 46 habitaciones que dicen que tenía.
Otro sí más digo
La única fotografía existente del frente de la Casa de los Taboada, es el que ilustra esta nota, tomado del número del cincuentenario del diario el Liberal, de 1948. Si algún día lo que queda de ese periódico reabriera su archivo, quizás sea posible consultar sobre el original de la imagen o descubrir que hay otras más.
Otro sí más más digo
Josefina Feijóo de Lissi, la suegra de Carlos Paskevicius, vecina de la casa por la salida de la 9 de Julio, durante muchos años tuvo las llaves, que usaba sobre todo para hacer cortar el pasto.
JMA
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