Una hora deliciosa, la del brindis findeañero |
A continuación, breve y leve individualización de los rasgos más salientes de connacionales que saben de asuntos baladíes
Una breve reseña del argentino exquisito debería, necesariamente, considerar la razón por la que muchos se detienen a explicar el gusto distinto que tiene una gaseosa según venga en botella de plástico o de vidrio. Es como medio mucho, ¿no? Mejor dicho, viendo la sutileza en el paladar, cabe consignar que esta clase de gente debería haberse dedicado a la alta vitivinicultura, en vez de ser catadora de bebidas hechas para agradar el paladar de los niños.Los viejos recuerdan que, en un pasado no tan lejano, había bares en los que, más que nada para preservar el buen gusto de su clientela, no se vendían bebidas gaseosas. Que, como sus nombres lo indican, llevan inexorablemente al charloteo chabacano sobre política o dinero, a la indebida conversación sobre ovnis, al eructo soez, pedestre y vano.
Otra exquisitez con que suelen entretenerse los argentinos es el eterno debate sobre fútbol. Si fue penalti o no lo fue, la jugada tal que, supuestamente, determinó las acciones posteriores de un equipo y otro.El fútbol, hay que decirlo porque es su misma esencia, no es más que una franquicia mundial con que se enriquecen unos cuantos ñatos a quienes pocos conocen, pero que viven en palacetes, rodeados de chicas ligeras de cascos, fumando toscanos, mandando los críos a estudiar a Suiza para que no molesten en la casa. ¿Sabe dónde empieza esa vidurria? en todos los lugares del mundo en que se discute si el del domingo pasado fue penalti o un “siga—siga” más.
Cualquier argentino de bien, que ame su patria, debería desechar estas pláticas que son el puntapié inicial de grandes fortunas mundiales.
¿De qué conversar entonces?, bueno, se podría empezar con una charla ligera sobre el tratado Arana—Mackau y las relaciones internacionales del país durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas o cuán distinta hubiera sido la cruzada del general José de San Martín si fracasaba en la batalla de San Lorenzo. ¿Usted dice que hay que estudiar para eso? ¡Sí, hombre!, pero es preferible aprender historia argentina antes que la ardua memorización de la formación completa de Ñuls Olbois el domingo pasado.
¿Qué cuenta de aquellos exquisitos argentinos que saben distinguir entre los canales de televisión por cable, cuál es cual y qué programación tiene cada uno?, ¿no es de una primorosa finura tener la experiencia suficiente como para haberse aprendido de qué se trata lo que sucede en el aparato de los ruidos y los colores?, ¿no es algo excelso que haya gente grande que mire la televisión o, peor todavía, que otros crean lo que dice?, ¿no le da candor enterarse de que hay quienes suponen estar informados de lo que sucede en la realidad, por haber visto ese mueble de la casa? Nadie en su sano juicio creerá que esos de colorcitos con una cantinela informe puede salir alguna verdad más o menos plausible.
Cualquier diccionario, hasta los más bastos (sí, con be larga, busque en el mataburros si no sabe), le contará en cada página, varias verdades apabullantes y lo desasnará más que ochenta mil horas prendido a la caja maldita.
Nadie dice que usted se ocupe ahora de otros deportes, como el criquet o el squash o el popular tenis, tampoco que en las próximas fiestas se empache de frutos del mar o exóticas frutas tropicales o que prefiera el aristocrático champán, antes que la chabacana sidra de los pobres (Ramacáida, le decían en el pago).
Pero el menos deje de repetir esa burrada de que el asado es una de las comidas más típicas de los argentinos y no lleve el apunte a los que sostienen que con tres buenas cosechas zafamos, porque ya hubo como veinte de las buenas y el país sigue yendo para atrás.
Juan Manuel Aragón
A 4 de diciembre del 2024, en el club Coinor, Frías. Tirando centros a la olla.
Ramírez de Velasco®
Muy bueno Juan
ResponderEliminarNo es yendo. Es "llendo". Lo he visto muchas veces en Facebook, y ése no miente, al igual que "la tele". (Jua jua jua, por las dudas).
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