Taba |
Por Absalón Alomo–Al juego de la taba habría que legalizarlo porque es una tradición argentina– dice uno. Y otro le contesta:
–No. También ha sido una tradición degollar a los enemigos, y está bien que la hayamos olvidado.
¿Cuál de los dos tiene razón? Para mí, que ninguno de los dos. Al juego de la taba habría que admitirlo en consideración a ser juego de habilidad, requisito exigido por el código para tolerárselo, o mantenérselo prohibido en razón de que suele producir disputas, a veces violentas, entre los jugadores. Pero no he de referirme al juego en sí, bien o mal marginado, sino a los errados argumentos a los que lleva el mal uso de las palabras. Uno habla de valorarlo por ser una tradición, entendiendo que las tradiciones deben venerarse y tener por ellas alta estima. Y el otro, imaginando que tradición es sinónimo de uso, de costumbre, de hábitos, supone que las malas costumbres también son tradiciones. Y así como debiéramos corregirnos de las malas costumbres, abandonar, también, las pésimas tradiciones.
Pero en esto no tiene razón, pues las tradiciones, en sí, son buenas, respetables o, por lo menos, considerables. Costumbre es lo que se hace por hábito, por práctica muy usada, y hay buenas y malas costumbres; el uso es también un hábito que se introduce y se extiende en una sociedad, y hay buenos y malos usos.
En cambio, tradición, que viene del latín traditio con el sentido de doctrina, enseñanza, opinión antigua derivada de padres a hijos, nos trae la idea de transdare, dar más allá del lí-mite ordinario, transmitir, legar a las generaciones venideras. El término se ha aplicado en el derecho: tradens es el transmitiente, y accipiens el aceptante, lo que indica que una tradición precisa la intención de dos, del que da y del que recibe.
En filosofía la tradición es un testimonio histórico, y también ideas, costumbres e instituciones de una colectividad. Merecen crédito por ser constantes, universales y relativas a hechos importantes. Una buena crítica debe discriminar en la tradición lo que es expresión de un estado de conciencia de una sociedad o de un momento histórico, de aquello que la imaginación o el interés de grupos puede agregarle. La tradición no es simple recuerdo ni se opone al progreso, sino que brinda una sólida base para que el progreso se desarrolle.
En religión la tradición tuvo una importancia fundamental, ya que es uno de los puntos principales en que diferían católicos y protestantes. Nuestro Señor Jesucristo enseñó de viva voz e instruyó a los apóstoles: id y enseñad a todas las naciones.
El Nuevo Testamento conserva lo enseñado por algunos apóstoles, pero de otros, que también enseñaron, la tradición de los primeros siglos fue recogiendo y transmitiendo su revelación. Los protestantes aceptan sólo los escritos canónicos; la tradición –que según san Agustín tiene tanto contenido como las escrituras– fue enseñada por la Iglesia a través de los siglos. Hechos fundamentales, como la Asunción de María, se conocen sólo por la tradición. San Pablo dice que “la fe es por el oír, y oír la palabra de Dios”; no habla de leer.
Por eso es que la tradición es tan respetada por unos, y tan aborrecida por otros. Si la tradición tiene motivos para ser venerada, evidentemente los juegos, como la taba, son simplemente costumbres –buenas o malas– y no son verdaderamente tradición. No tienen categoría como para que su condición de tradicional justifique su práctica. Son costumbres, y está muy bien conservar las costumbres que se consideren aceptables, ya que el mantenimiento de ellas fija y afianza las características de un pueblo, y un pueblo sin costumbres se expone a adoptar hábitos ajenos que le quitan personalidad y lo expone a perder identidad
*Hallado en la computadora de mi tata, que firmaba como Absalón Alomo algunas de sus notas.
Por eso es que la tradición es tan respetada por unos, y tan aborrecida por otros. Si la tradición tiene motivos para ser venerada, evidentemente los juegos, como la taba, son simplemente costumbres –buenas o malas– y no son verdaderamente tradición. No tienen categoría como para que su condición de tradicional justifique su práctica. Son costumbres, y está muy bien conservar las costumbres que se consideren aceptables, ya que el mantenimiento de ellas fija y afianza las características de un pueblo, y un pueblo sin costumbres se expone a adoptar hábitos ajenos que le quitan personalidad y lo expone a perder identidad
*Hallado en la computadora de mi tata, que firmaba como Absalón Alomo algunas de sus notas.
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