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CALIFICATIVOS Putin no es nazi

El autócrata ruso

"Hay pueblos que adhirieron, en algún momento de su historia a regímenes inspirados primigeniamente en el fascismo, primo hermano del nazismo"


El nazismo es todo lo que está mal en el mundo. En política es uno de los mayores insultos que se profieren contra quienes piensan distinto. Después de tildar a otro de nazi, ya no es posible retroceder y llegará el vacío de la indiferencia o la guerra declarada entre partidos o entre personas.
Abrir paréntesis para un asunto que se podría encarar con más extensión en otra nota. En los tiempos de antes, una ofensa de tal magnitud se resolvía en el campo del honor, ya sea cruzando sables o a balazo limpio. En la actualidad y gracias a Dios, ofensor y ofendido dirimen sus pensamientos encontrados en las escasas palabras que caben en un tuit. Igual los diarios titulan: “Fulano destrozó a Mengano”, agregando ellos la sangre que los otros no quisieron derramar. Lo que se ganó en civilización, se perdió en profundidad de ideas. Cerrar paréntesis.
Hay pueblos que adhirieron, en algún momento de su historia a regímenes inspirados primigeniamente en el fascismo, primo hermano del nazismo. Juan Domingo Perón, el militar y político argentino, se jactaba de haber oído en persona los discursos de Benito Mussolini. En verdad, algunos conceptos profundos de su partido, como el de la “comunidad organizada”, “la tercera posición”, “los pies dentro del plato”, “tragar sapos”, “un grito de corazón”, “la gran masa del pueblo”, guardan un gran parentesco con el arcaico régimen de los fasces romanos de los lictores. (“Todo a su debido tiempo y armoniosamente”, decía el general Juan Domingo Plutarco, pero, va de nuevo, no me quiero ir del tema).
Lo regímenes de inspiración fascista tienen modos de gobernar muy similares. Entre otras actitudes sus seguidores tienen confianza ciega, en sus principales líderes a quienes suelen atribuir dones mesiánicos o casi, llevando el culto a su persona hasta las regiones del paroxismo mental, como se ve actualmente en Corea del Norte o se observó alguna vez en la Argentina en el caso de Hipólito Yrigoyen, Juan Perón y su segunda esposa, María Eva Duarte.
O en Santiago mismo, con juaristas que llegaban a llorar de emoción e histeria ante la presencia de su “querido líder y conductor” y su esposa, Mercedes Aragonés, poniéndose de pie hasta cuando hablaban por teléfono con cualquiera de ellos. (Unos cuantos todavía viven, pero son capaces de desmentirlo con idéntico énfasis, jurando por Dios y besando una cruz fabricada con el índice y el pulgar).
Otros pueblos, en cambio, deben gran parte de su unidad como nación, al hecho de haber combatido al nazismo propinándole su primera gran derrota militar en la Segunda Guerra Mundial. Los rusos, en efecto, los corrieron de su propio territorio y luego fueron los primeros en tomar Berlín. Sin ellos no se hubiera ganado esa guerra o hubiera sido mucho más difícil hacerlo. El gran error de Adolfo Hitler fue declararles la guerra a los ruskis, de no haber mediado ese error es posible que hasta podría haber ganado.
Por lo que se sabe, Vladimir Putin sigue con la tradición de honrar a los héroes soviéticos que hicieron recular a los nazis, con la primera paliza fabulosa puesta sobre sus mochilas. De hecho, la derrota de Adolfo Hitler en la Unión Soviética fue el principio del fin de su oprobioso régimen. Nunca se recuperó de la batalla de Stalingrado, librada entre 1942 y 1943, empujándolo al repliegue de tropas.
A Putin jamás se le oyó una palabra en favor del sistema de gobierno o de la ideología nazi. No tiene por qué hacerlo, además, su nación la derrotó militarmente para que jamás volviera a ser realidad sobre la faz de la tierra un gobierno de gente tan feroz y despiadada. Su nación y no la coalición de europeos y Estados Unidos, son los protagonistas principales del triunfo de 1945, digan lo que digan Hollywood y sus películas de guerra.
¿Por qué acusarlo entonces, de algo que no es?, ¿por qué los diarios del mundo se empeñan en decirle nazi, si se sabe que es la única ideología que jamás sería suya? Podrían acusarlo de autócrata, dictador, ir un poco más allá y decirle tirano, arbitrario, absolutista, déspota, injusto, opresor y serían calificativos mejor puestos. Pero, ¿nazi?, ¿un ruso con todas las de la ley, acusado de nazi?
Haga el favor.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Como lo sugiere la nota al principio, la ignorancia sobre el horror que estos regimenes totalitarios representan, en particular el nazismo, ha logrado que se distorsione su real connotación y se trivialice su uso hasta perder significancia.
    Otro tanto ocurre con otras ideologías funestas, como el comunismo, responsable de la muerte de más de 100 millones de personas, que hacen que los 9 millones del nazismo parezcan un vuelto.
    Y en este caso la razón es que, a diferencia de los nazis, "está gente estaba motivada por buenas intenciones pero les salió mal". Ante ello consideran que hay que seguir intentando "hasta que le garren la mano", como suelo leer por ahí de parte de adoctrinados trasnochados que todavía se tragan el cuento de la utopía Marxista. Se llega al punto en que se sigue reverenciando a Lenin, Mao, Pot, Castro y el resto de la banda, mientras se imprimen gracilmente remeras con la hoz y el martillo, que la juventud ignorante usa alegre y orgullosamente.
    Tal vez si se leyera más la historia y se investigará más sobre la naturaleza y psicología humana, todos esos términos serían mejor usados, o archivados para siempre.

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