Ir al contenido principal

CUENTO No sos vos, soy yo

Solitario

Qué pasa cuando uno advierte que le están por dar el adiós en una relación: sabe lo que viene y de alguna manera se aferra, aunque sea a un leve desquite anticipado

Me citó en un barcito a la vuelta de su casa y me sonó raro. “Venite a casa, conversamos tranquilos, no hay nadie y capaz que pasa otra cosa”, le respondí. Me paró en seco: “En el barcito a la vuelta de casa”.
No insistí, aunque algo me hizo ruido en el fondo del corazón. Recordaba ese mismo tonito de un amor anterior que, después de anunciarme que lo nuestro no iba más porque no teníamos futuro, me dijo las fatídicas palabras: “Necesito un tiempo para estar sola”, “no sos vos, soy yo”, “quiero estar segura”, “ya vas a encontrar a otra que te merezca más que yo”, “me vas a olvidar rápido”.
Esta vez iba a ir preparado, no me hallaría sin perros.
A veces creo que las mujeres toman la decisión de dejarnos con mucha anticipación. Algunas no todas, un día cualquiera de un año antes de dar un cierre definitivo a la relación, deciden que chau, no va más, no irá para atrás ni para adelante y es inútil insistir. Y mientras uno cree que el asunto marcha sobre ruedas, están haciendo lo que los psicoanalistas llaman “el duelo”, aunque en este caso, de cuerpo presente.
El día señalado, cuando se disponen a la ejecución, ya no habrá marcha atrás, han derramado todas las lágrimas que debían, se lo han dicho de mil formas a la amiga más íntima y quizás lo sepan todos en su casa. A esa altura será inútil toda protesta y no oirán las promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento, según recuerda Homero Expósito en Naranjo en flor. Es una ejecución con firma, sello, lacre y fecha antedatada.
De la misma manera en que los muchachos nos solíamos declarar en aquellos tiempos, en este caso ellas llevan un versito preparado para la ocasión. Como siempre, van un paso más adelante, han pensado en todas y cada uno de los retruques con que podríamos defendernos y tienen una respuesta para cada uno desde seis meses antes del encuentro de despedida. Pero, como dije, algo en el cerebro me avisó a tiempo lo que estaba tramado, llamelé corazonada, presentimiento, no sé.
Nos encontraríamos a la tardecita, lo que me daba tiempo para, al menos, preparar algo y no irme totalmente derrotado. Lustré los zapatos y los dejé charol y espejo, me puse una camisa que me había regalado, me peiné, algo que no suelo hacer todos los días, y hasta me puse perfume, no mucho, como para hacerlo notar, nada más.
Llegué al bar media hora antes, pedí un café al mozo y en ese momento tuve la seguridad de que pasaría lo que tenía que pasar. Ella daría a entender que no había ninguna posibilidad de que lo nuestro volviera a funcionar, pero lo disfrazaría con alguna indecisión en la voz, una duda de la que tal vez no quería salir.
Diría algo así como: “Tengo una confusión momentánea que no me deja ver las certezas que tenía antes, lo único seguro es que quiero iniciar un nuevo camino y que no estés en el paisaje”. Después, cuando pensaba en lo que había sucedido, me percaté de que, aunque no lo había dicho exactamente de esa manera, su voz, sus ademanes, sus ojos, la postura de su cuerpo lo habían dado a entender perfectamente.
Pero antes de que llegara, anticipadamente sentí pena por mí mismo y por ella. Había llegado a pensar en que quizás llegaríamos a envejecer juntos, que los pequeños dramas de los últimos tiempos eran una zancadilla del destino para ver si pasábamos la prueba y que, superados esos escollos, nos esperaba suave una brisa de felicidad y armonía.
Llegó con los hombros bajos, el cabello llovido, sin pintarse, seria y reconcentrada como quirquincho en fábrica de charangos, ¡una cara! Y a pesar de que, lo que estaba por suceder me dolía en el alma, me obligué a hablar de asuntos totalmente cotidianos, triviales, como una revista “Goles”, de colección, que debía devolver a su hermano, de las cuotas que estaba pagando para el traje que usaría en la fiesta de quince de su sobrinita, que ese fin de semana debíamos ir de visita a su tía Eulalia, cosas así. Ella persistía en su callada mirada, sin una sonrisa en el rostro.
Empezó:
—Te he citado aquí porque quiero avisarte que…
La interrumpí en seco:
—Pará, pará, cuando vuelvas a tu casa, dile a tu mamá que para este domingo llevo el vino para asentar los ravioles, he conseguido un tinto buenísimo. Pero, bueno, ¿qué tienes para decirme?
Después caminé media ciudad, por cualquier parte, sumergido en la noche, sin rumbo, desamparado, descalabrado, hecho pomada, las manos en los bolsillos, pateando piedritas.
Ni siquiera consoló mi congoja el hecho de que, perdido por perdido, no se la hice fácil.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Muy bueno el final..." perdido por perdido, no se la hice fácil"

    ResponderEliminar
  2. Es muy bueno. Algunos dicen " chapa bien clavada no vuela". Vos crees eso ? Y la eyaculación precoz ? Y el cura que te decía que hacer el amor es pecado...Y el infierno para los pecadores ? Y que " la pobreza es un mérito".....Anda a ver " Las venganzas del Beto Sánchez "

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

BALCEDO Otro país crecía a su alrededor

Bobadal hoy, visto desde el satélite Brevísima historia de un hombre que forjó un pueblo lejano desde un almacén a trasmano del mundo El hombre se llamaba Balcedo Santillán. Era el dueño del almacén “El luchador”, en el lejanísimo Bobadal, pueblo que estuvo mucho tiempo a trasmano del tren, de las principales rutas y caminos, de los ríos y arroyos, con decir que ni los aviones surcaban su cielo. Nada pasaba por ahí, salvo camiones llevando leña, el ómnibus de la empresa Piedrabuena, carros cañeros, los sulkys en que se manejaban los vecinos y algún viajero que caía por ahí rumbo a otra parte. Alguien dijo alguna vez que los vecinos vivían tras los ancochis, protegiéndose de las inmensas nubes de tierra que dejaban los vehículos de cuatro ruedas. Que honraban su nombre muy bien puesto: “bobadal”, tierra suelta. Balcedo estaba ahí desde mucho antes de que el gobierno loteara el lugar y trazara las calles, algunas de forma arbitraria, pues cruzaban por el medio del patio de algunas casas....

LIBRO Magui Montero partió su alma

Magui Montero al centro, a la izquierda Manuel Rivas, a la derecha, Marcela Elías La presentación de un libro de poesías convocó a un nutrido grupo de amigos y admiradores Por Juan Gómez Fue el miércoles a la caída del sol. Café-Librería “Bellas alas”. Magui Montero presentó su libro “Hasta partir el alma”. De pronto las mesas se cubrieron de flores multicolores (mujeres) que ofrecieron alegría y ruido. Lluvias de ideas entrelazadas entre sí: “Interpela / herida social / mar de la vida / ternura extraviada / intento de reparar / la fuerza de la esperanza / la poesía una forma de escuchar que empieza con la palabra / el papel me reclama que escriba / habla una parte del alma”. La idea de la presentación de su obra literaria, Maqui quiso que tomáramos nota que está en contacto con su alma. Un refrán francés dice que “la gratitud es la memoria del corazón”. Tras sus palabras uno comprende que la vida apura y no tiene tiempo. Quiere encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. Escogió es...

ALTO EL FUEGO Cuando el odio es un negocio

El mundo civilizado apoya lo incivil A muchos no les gusta lo que está sucediendo en estos momentos en el Oriente Cercano, Israel y Gaza, vea por qué Por Natalio Steiner desde Raanana, Israel Se logró el acuerdo. El fuego se detuvo. Y de golpe, silencio. Ni marchas, ni carteles, ni lágrimas de alivio. La paz llegó… y a muchos parece que no les gustó. “Habría esperado que las calles de Europa y los campus del mundo estallaran de alegría por el fin de lo que durante meses llamaron ‘genocidio’”, dijo Naftali Bennett, ex ministro israelí. Pero no pasó. Porque su causa nunca fue la vida de los palestinos. Fue el odio a Israel. La oportunidad de sentirse moralmente superiores sin entender nada. Durante meses repitieron lo que les dictaban desde los bunkers ideológicos, sin una idea propia, sin un dato, sin contexto. Ahora que el fuego se apaga, se apaga también su utilidad. Ya no hay cámaras, ni trending topics, ni víctimas que mostrar. Y sin eso, no hay negocio. La paz los deja sin discurso...

María Corina Machado obtiene el Nobel de la Paz

María Corina Machado Una luchadora incansable por la libertad y la justicia en un país bajo la opresión del socialismo En un mundo en que la oscuridad del autoritarismo se extiende como una sombra implacable, la noticia de que María Corina Machado ha sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025 ilumina el horizonte con esperanza renovada. Anunciado hace un rato en Oslo por el Comité Noruego del Nobel, el galardón reconoce su incansable labor por promover los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia. Nacida en Caracas en 1967, Machado, ingeniera industrial de formación, ha transformado su herencia de liderazgo en un faro de resistencia civil ante la opresión del socialismo. Desde sus inicios en la política, ha encarnado la valentía frente a la opresión. Fundadora del partido Vente Venezuela en 2012, unió fuerzas opositoras en la alianza Soy Venezuela, demostrando que la unidad es el arma más poderos...

VERANO El gustoso sufrimiento de una tradición

Perfil de Santiago a la siesta El santiagueño ama tanto el calor que es tema recurrente de todas sus conversaciones, cuando llega el tiempo La poliorcética es el arte y la técnica militar desarrollada en la Antigua Grecia para el asedio y la defensa de ciudades fortificadas. El término significa, justamente, "arte de atacar y defender plazas fuertes". Este conocimiento se derivaba de la estructura de las pólis (ciudades—estado griegas), que a menudo estaban amuralladas y requerían estrategias específicas para su protección o conquista, como el uso de máquinas de asedio, trincheras y tácticas de bloqueo. Los santiagueños se ven asediados todos los años, por un sordo rencor que los atormenta hasta límites insoportables, sobre todo cuando el tiempo regala días frescos de la noche a la mañana, y con mediodías de sol ma non tropo. Para no sufrir, se abrigan como si fueran al Polo Sur, y hasta se hacen los de tiritar en las paradas mientras esperan el colectivo. Desean con el alma ...