Pepe Chisvert |
Contexto. Al parecer es tan raro ver templos llenos en Andorra, que al sacerdote que logró lo que antes era común, lo entrevistaron para un diario. Dice que lo mejor es “tener una vida de entrega a los demás”, y compara su trabajo (no su estado) con Windows, por las novedades de cada día.
Entrevista al cura Pepe Chisvert, párroco de Sant Julià de Lòria, su juventud y por qué se decidió por el sacerdocio católico
Por Neus Tomàs Arauz
del diario El Periòdic D'andorra
de Andorra la Vella
El talante de cura Pepe Chisvert es peculiar. Su empuje y su gran empatía con la juventud ha hecho que la iglesia de Sant Julià de Lòria se llene cada domingo con aires nuevos. Desde pequeño con su familia iban al Valle de Aran, lugar que sentían como en su casa y siempre había querido ir destinado a un lugar de montaña. Después de los estudios en la facultad de económicas y en la facultad de teología, en 1998 se ordenó diácono en Madrid y en 2000 en la catedral de Urgell de sacerdote.
–¿Por qué vino a vivir a Andorra siendo usted de Valencia?
–Nací en Valencia el 22 de enero de 1966 y mi vida siempre había estado muy ligada a los Pirineos, concretamente en el Vall d'Aran, realizando diversas actividades con la familia durante las vacaciones. De hecho, mi hermano mayor, que murió hace un tiempo, lo tenemos enterrado allí. La Vall d'Aran pertenece al Obispado de Urgell y éste es mi vínculo con Andorra, tanto histórico como espiritual.
–¿En qué momento decidió que quería ser cura?
–Crecí junto a un colegio salesiano, de más de 2.000 alumnos, en una parroquia muy dinámica y juvenil. Desde pequeño siempre he estado muy implicado en ella y en todas las actividades educativas, pastorales, sociales. Una vida muy ligada a la Iglesia, en definitiva. Llegó un momento, cuando terminé los estudios de Economía, en los que decidí dar el paso. Tendría unos 23 o 24 años. Estoy muy contento del paso dado.
–¿Qué es lo que más le gusta de ese trabajo?
–Lo que más me gusta de ser cura es la vida de entrega hacia los demás. Yo lucho siempre por tener una iglesia como nos pide el papa Francisco, una iglesia abierta, acogedora, que escucha, que acompaña, que pide un protagonismo mayor de las mujeres y que pide perdón. Lo que más me gusta es la entrega diaria a la comunidad y la parroquia, al mundo educativo y estar siempre muy vinculado al mundo de los jóvenes.
–¿Le recomendaría a un joven ese trabajo?
–Por supuesto que sí, es una vida genial. Si realmente quieres ser feliz, tener una vida entregada en la iglesia y en Nuestro Señor te hará serlo. Te traerá una fortaleza interior muy grande. Ser un enamorado de Dios es ser un enamorado de las personas, acompañando, guiando y escuchándolas. Cada día es una novedad, es como Windows, en la que hay muchas carpetas y dependiendo del momento abres una u otra. Te dejas sorprender por lo que Dios te va pidiendo en cada momento, puesto que él se manifiesta en las personas. Está atento a las personas que pican en la puerta de la rectoría y piden que los escuches, que los acompañes, que les eches una mano. Dios está en el interior de cada persona que pide por nosotros.
Leer la noticia en el periódico en que apareció
–Usted está muy cercano al pueblo y sobre todo a la juventud. ¿Cree que en Andorra los niños están interesantes en la religión?
–Los jóvenes buscan constantemente y la fe cristiana puede ayudarnos a dar fe a nuestra vida, a encontrar cada día una ilusión que por la mañana cuando nos levantamos ante la mirada de Dios podemos decir: señor tengo todo un día por delante por ser constructor de una nueva humanidad y cuando termina el día en que la oración suponga una acción de gracias por todo lo que ha supuesto el día y si en algo no hemos estado a la altura poder pedir perdón y que al día siguiente sea una oportunidad de mejora. Los jóvenes necesitan referentes.
–¿Qué representa para usted el Canòlich Music?
–El Canòlich Music es hacer de la música un instrumento educativo. Por este motivo intentamos llevar a artistas que nos puedan aportar esta ilusión y sentido a nuestra vida. Buscar cuáles son aquellos valores positivos que nos ayudan en nuestro crecimiento personal, para encaminarnos hacia el camino de la bondad, de la perfección, de sentirnos amados y ser obra de Dios. Con dignidad, más allá de las diferencias que puedan existir entre unos y otros.
©Ramírez de Velasco
Por Neus Tomàs Arauz
del diario El Periòdic D'andorra
de Andorra la Vella
El talante de cura Pepe Chisvert es peculiar. Su empuje y su gran empatía con la juventud ha hecho que la iglesia de Sant Julià de Lòria se llene cada domingo con aires nuevos. Desde pequeño con su familia iban al Valle de Aran, lugar que sentían como en su casa y siempre había querido ir destinado a un lugar de montaña. Después de los estudios en la facultad de económicas y en la facultad de teología, en 1998 se ordenó diácono en Madrid y en 2000 en la catedral de Urgell de sacerdote.
–¿Por qué vino a vivir a Andorra siendo usted de Valencia?
–Nací en Valencia el 22 de enero de 1966 y mi vida siempre había estado muy ligada a los Pirineos, concretamente en el Vall d'Aran, realizando diversas actividades con la familia durante las vacaciones. De hecho, mi hermano mayor, que murió hace un tiempo, lo tenemos enterrado allí. La Vall d'Aran pertenece al Obispado de Urgell y éste es mi vínculo con Andorra, tanto histórico como espiritual.
–¿En qué momento decidió que quería ser cura?
–Crecí junto a un colegio salesiano, de más de 2.000 alumnos, en una parroquia muy dinámica y juvenil. Desde pequeño siempre he estado muy implicado en ella y en todas las actividades educativas, pastorales, sociales. Una vida muy ligada a la Iglesia, en definitiva. Llegó un momento, cuando terminé los estudios de Economía, en los que decidí dar el paso. Tendría unos 23 o 24 años. Estoy muy contento del paso dado.
–¿Qué es lo que más le gusta de ese trabajo?
–Lo que más me gusta de ser cura es la vida de entrega hacia los demás. Yo lucho siempre por tener una iglesia como nos pide el papa Francisco, una iglesia abierta, acogedora, que escucha, que acompaña, que pide un protagonismo mayor de las mujeres y que pide perdón. Lo que más me gusta es la entrega diaria a la comunidad y la parroquia, al mundo educativo y estar siempre muy vinculado al mundo de los jóvenes.
–¿Le recomendaría a un joven ese trabajo?
–Por supuesto que sí, es una vida genial. Si realmente quieres ser feliz, tener una vida entregada en la iglesia y en Nuestro Señor te hará serlo. Te traerá una fortaleza interior muy grande. Ser un enamorado de Dios es ser un enamorado de las personas, acompañando, guiando y escuchándolas. Cada día es una novedad, es como Windows, en la que hay muchas carpetas y dependiendo del momento abres una u otra. Te dejas sorprender por lo que Dios te va pidiendo en cada momento, puesto que él se manifiesta en las personas. Está atento a las personas que pican en la puerta de la rectoría y piden que los escuches, que los acompañes, que les eches una mano. Dios está en el interior de cada persona que pide por nosotros.
Leer la noticia en el periódico en que apareció
–Usted está muy cercano al pueblo y sobre todo a la juventud. ¿Cree que en Andorra los niños están interesantes en la religión?
–Los jóvenes buscan constantemente y la fe cristiana puede ayudarnos a dar fe a nuestra vida, a encontrar cada día una ilusión que por la mañana cuando nos levantamos ante la mirada de Dios podemos decir: señor tengo todo un día por delante por ser constructor de una nueva humanidad y cuando termina el día en que la oración suponga una acción de gracias por todo lo que ha supuesto el día y si en algo no hemos estado a la altura poder pedir perdón y que al día siguiente sea una oportunidad de mejora. Los jóvenes necesitan referentes.
–¿Qué representa para usted el Canòlich Music?
–El Canòlich Music es hacer de la música un instrumento educativo. Por este motivo intentamos llevar a artistas que nos puedan aportar esta ilusión y sentido a nuestra vida. Buscar cuáles son aquellos valores positivos que nos ayudan en nuestro crecimiento personal, para encaminarnos hacia el camino de la bondad, de la perfección, de sentirnos amados y ser obra de Dios. Con dignidad, más allá de las diferencias que puedan existir entre unos y otros.
©Ramírez de Velasco
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