Cuando ya no le quedaba nada en las góndolas |
Fue el supermercado de las terceras marcas hasta que un día se fundió y los santiagueños se quedaron sin tener dónde comprar un poco más barato
Luque fue el supermercado de las terceras y cuartas marcas. Ahí no iban a comprar las amas de casa con apellidos importantes y autos con chofer sino, como decían las madres de antes “los Gómez de la guía”, gente humilde, que debe estirar el sueldo solamente para comer hasta fin de mes. De un día para otro se vació de mercadería, después escasearon los clientes para las dos o tres cositas que iban quedando y al final, cuando no hubo más mercadería para comprar ya nadie fue y cerró. Todo se dio aquí en Santiago, en un lapso de tres meses, pongalé cuatro.Los empleados, que no tuvieron nada que ver con la caída de esta empresa, lo único que querían era, de alguna manera, conservar el trabajo, pero lo perdieron. De lo que pasaba en la empresa se enteraron lo mismo que los clientes, por los diarios, por lo que se comentaba en la calle.Hubo versiones de procedimientos preventivos de crisis, quiebra, vaciamiento voluntario, fuga de dólares, de un empresario que abarcó más de lo que podía apretar, de falta de crédito suficiente, no sé, no me consta, y por ahí hasta son habladurías de quienes aguardaban que caiga para criticarlo en grande. En definitiva, cuestiones que no le importaban a la gente común y corriente, que todos los días acudía a comprar sólo porque era más barato y defendía el centavo.
El de la Belgrano y Pedro León Gallo fue, mientras duró, el más popular de todos los supermercados de la capital de los santiagueños, sus precios siempre fueron acomodados, tenía muy buena atención y, si bien no vendía caviar u otras exquisiteces para paladares exigentes, al menos era conveniente y acorde a los bolsillos de los clientes más humildes del centro y de los barrios.
Algunos otros tomaron la posta de vender lo que todos compran, achicaron un poco el margen de ganancia para no estrujar los escuálidos bolsillos de los asalariados santiagueños, ya estragados por la crisis impuesta desde Buenos Aires, que beneficia a los grandes capitales en detrimento de la gente humilde. Pero son contados con la mano los que se animan a ofrecer un poco más baratos, los artículos de primera necesidad.
Dicen que luego de que cerró, los empleados quisieron alquilar el enorme salón de ventas del almacén, para ver si podían seguir con un emprendimiento propio. Los dueños de la propiedad les dijeron que sí, por supuesto, cómo no y les dieron un precio de locación tan grande, que ni vendiendo las galletitas Criollitas a 20 mil dólares el paquete, les alcanzaba para pagarlo. Y renunciaron al sueño de convertirse a su vez en otro gran supermercado santiagueño, o quizás algo mejor.
No he tenido el gusto de conocer a don Emilio Salvador Luque, el dueño de un pequeño gran emporio que comenzó en Tucumán y luego llegó a Santiago, pero admiraba el empuje de un empresario que vio en el pobrerío la ocasión de hacer buenos negocios, vendiendo a precios más accesibles que su competencia.
Siempre me pareció más inteligente vender mucho y barato antes que poco y caro, pero hoy que lo pienso, algo errado debe tener mi pensamiento, porque a los que les va bien son a los que venden lo más caro que pueden a la menor cantidad de gente posible.
Báh, o no.
Por eso nunca tuve un negocio exitoso y renuncié al proyecto de poner uno, en la seguridad de que, al segundo día estaré fundido. Quizás Luque tuvo mi misma idea, con la suerte de llevarla un poco más lejos, pero se ve que no es buena, porque si no, capaz que hoy tenía sucursales hasta en Nueva York.
De todas maneras, es una lástima que se haya ido, extraño esas mantecas de marcas rarísimas, el arroz que había que cocinar con cuidado para que no se empaste, la gaseosa marca “Equis—equis”, la yerba “Yiyí” y tantos otros productos sin los cuales seguimos siendo pobres pelagatos santiagueños, sólo que un poco más.
Juan Manuel Aragón
A 12 de julio del 2024, en el Saladillo del Rosario. Sacando bogas.
Ramírez de Velasco®
Báh, o no.
Por eso nunca tuve un negocio exitoso y renuncié al proyecto de poner uno, en la seguridad de que, al segundo día estaré fundido. Quizás Luque tuvo mi misma idea, con la suerte de llevarla un poco más lejos, pero se ve que no es buena, porque si no, capaz que hoy tenía sucursales hasta en Nueva York.
De todas maneras, es una lástima que se haya ido, extraño esas mantecas de marcas rarísimas, el arroz que había que cocinar con cuidado para que no se empaste, la gaseosa marca “Equis—equis”, la yerba “Yiyí” y tantos otros productos sin los cuales seguimos siendo pobres pelagatos santiagueños, sólo que un poco más.
Juan Manuel Aragón
A 12 de julio del 2024, en el Saladillo del Rosario. Sacando bogas.
Ramírez de Velasco®
Luque cerro los supermercados pero se quedó con un ingenio
ResponderEliminarLuque dejó a TODOS LOS EMPLEADOS en p@lotas, no hubo indemnización alguna.
ResponderEliminarConozco uno que ahora se dedica a cortar césped de los patios. Deci que es un país con rebusques.