Mancarrón flaco |
Por qué debes pedir a los dioses, si vuelves a la vida después de la muerte, que no sea como un jamelgo de alquiler
De todos los animales en que podrías reencarnar cuando te mueras, Dios te libre de ser caballo de alquiler de villa turística. Preferí ser hormiga cargadora de hojitas grandes como una casa, zángano gordo y lascivo condenado a la frustración, humilde yak carguero del Himalaya, perro callejero feo, pulguiento, corrido a cascotazos por los changos, paloma urpila con destino de hondazo atroz, tigre de circo condenado a repetir la misma gracia función tras función para niños gritones, piojo hendido por el rayo de las uñas feroces de una madre prolija, gato castrado de vieja maniática, cualquier cosa que te traiga el destino. Pero pedí no reencarnar, por favor, en un caballo destinado a un gringuito que se las quiere tirar del Zorro.—Oiga, don, ¿es fácil manejar el caballo?
—Sí, amigo, si quiere doblar para allá, haga para ese lado las riendas, lo mismo si quiere doblar para aquí.—¿Si quiero parar?
—Tironea para su lado.
—¿Y si quiero que ande rápido?
—¿Al galope, dice?
—Ahá, eso, el galope.
—Tiene que talonearlo fuerte, si no peguelé bien fuerte dos o tres rebencazos y va a ver.
—¿No le duele?
—¡Qué le va a doler, amigo!, está acostumbrado.
Son caballos amansados a los golpes, a palo y palo por la cabeza, hasta que aprenden quién es el que manda, a brutales tironeos, días enteros, con un bozal trenzado, atados a un palenque, hasta que les duele tanto que se dejarían llevar por un piolín. Después los ensillan, cinchados fuerte, bien adelante y salen con un padrino, por si se les da la loca de largarse a bellaquear, porque entonces, ¡pobres de ellos!, cada golpe les irá enseñando quién manda a quién en este mundo.
Si sale bueno, cuando no sea tiempo de turismo, lo atarán al carrito para llevar leña, carbón, postes, durmientes, lo que sea, en larguísimas jornadas de trabajo, un día tras u otro, un día tras otro, un día tras otro. De vez en cuando le darán una capa de alfa, si no, lo atarán a la vera de cualquier camino para que coma lo que pueda. Si se olvidan de él, porque se macharon o algo, pasará dos o tres días sin tomar agua, al palo.
El gringuito sale a la vareada, aporreando un mancarrón que se cae de flaco y de viejo, agitando los brazos como si fuera a tomar vuelo, creyendo que está en una de cowboys que ha visto en el cine, gritando, feliz de la vida. Cuando vuelva a clases tendrá algo que contar a sus compañeros de la escuela, anduvo a caballo, al galope, fue el Zorro por un rato, Jim West, cualquiera.
Si cree en la reencarnación pida ser horrible paramecio estudiado en el microscopio de una escuela cualquiera, pollo destinado a morir electrocutado, perseguido tiburón de las profundidades, sufrido sábalo mal yoyado, alacrán pisado por una buena ama de casa, elefante de circo al que manejan lastimándole los compagnones, gacela perseguida por hienas feroces. Pida a esos dioses de las tribus de la India, que no lo conviertan en flete de a tanto la hora, amigo. Es el destino que la reencarnación tienen reservado a quienes hicieron mucho mal en esta vida. Ni usted ni nadie se lo merecen.
Malhaya triste destino, los caballos argentinos.
Juan Manuel Aragón
A 8 de octubre del 2024, en El Mojón. Tomando un té.
Ramírez de Velasco®
Mirá que hiciste un anuncio de feas posibilidades...Pero todas son superadas por el maltrato a estos animales tan hermosos, que algunas veces se resisten a ser domados...pero la tosudez o alguna otra caracteristica menos benévola del hombre..insiste hasta conseguirlo...Es bueno decir que muchas veces antes de lograrlo, termina recibiendo unos buenos golpes al caer al suel
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