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RELIGIÓN Cáritas no es la Iglesia Católica

Trabajadores de Cáritas

Pertenece al pasado la idea de que se trata del brazo de la Iglesia Católica que lleva ayuda a ls necesitados con el espíritu del Evangelio

Por Jaime Gurpegui
en Infovaticana
Para muchos católicos bienintencionados, Cáritas sigue siendo ese icono de caridad cristiana, ese brazo de la Iglesia que lleva ayuda al necesitado con el espíritu del Evangelio.
Pero esa visión es cada vez más una reliquia del pasado. Cáritas, como organización, ha abandonado paulatinamente su identidad católica para convertirse en una ONG más, financiada con subvenciones públicas y subordinada a las prioridades ideológicas del poder político. Ya no es un instrumento de la Iglesia, sino un engranaje más en la maquinaria secular que se presenta como “caritativa” mientras promueve agendas completamente alejadas de los valores cristianos.
La principal razón por la que Cáritas ha perdido su esencia católica es su dependencia de las subvenciones estatales y europeas. Quien paga, manda. Y eso es exactamente lo que ha sucedido: Cáritas se ha transformado en una organización más preocupada por cumplir los criterios de los organismos públicos que por defender una visión cristiana de la caridad. Su misión ya no es llevar a Cristo a los pobres, sino cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible, apoyar políticas de inmigración masiva y abrazar las modas ideológicas del momento.
No sorprende, por tanto, que en las campañas de Cáritas sea cada vez más difícil encontrar referencias religiosas. Las imágenes de santos, las cruces y las menciones al Evangelio han sido sustituidas por eslóganes genéricos que podrían pertenecer a cualquier ONG. Cáritas ya no evangeliza ni alimenta el alma; se limita a gestionar recursos y a reproducir los discursos políticamente correctos que agradan a sus financiadores.
Una de las áreas donde Cáritas ha demostrado su ruptura con la enseñanza de la Iglesia es su postura sobre la inmigración ilegal. En lugar de ofrecer una visión equilibrada que combine el deber de acoger al necesitado con el respeto a las leyes y el bien común, Cáritas se ha convertido en una defensora acrítica de la inmigración masiva y descontrolada. Sus campañas no hacen distinciones entre el legítimo derecho a emigrar y las consecuencias negativas de fomentar movimientos migratorios que desestabilizan sociedades, generan explotación y contribuyen al tráfico de personas.
Este posicionamiento, lejos de ser inocente, responde a una agenda ideológica que utiliza la “caridad” como pretexto para promover intereses globalistas y desarraigar a las comunidades locales. En lugar de trabajar por el desarrollo integral de la gente en sus países de origen, Cáritas parece más interesada en alimentar las narrativas que benefician a los gobiernos y organismos internacionales.
Por si esto fuera poco, muchos de los empleados de Cáritas no son católicos practicantes ni están comprometidos con los valores de la Iglesia. Entre sus filas abundan personas con afinidades políticas que no tienen nada que ver con la fe cristiana, y no es raro ver a antiguos responsables de Cáritas dando el salto a partidos de extrema izquierda o utilizando la plataforma que les da la organización para impulsar agendas completamente ajenas a la misión de la Iglesia.
Esta realidad evidencia una profunda contradicción: una institución que se supone católica, pero que en la práctica se ha secularizado tanto que no solo no promueve los valores del Evangelio, sino que a menudo los contradice.
Es importante subrayar que Cáritas no es la Iglesia Católica. Aunque lleve el nombre y, en muchos casos, cuente con el respaldo de obispos locales, su estructura y funcionamiento son cada vez más autónomos y están menos relacionados con la vida de fe. Los católicos deben ser conscientes de que apoyar a Cáritas no es lo mismo que apoyar a la Iglesia, y que hay otras formas más auténticas de vivir la caridad cristiana.
En última instancia, Cáritas ha dejado de ser un instrumento de evangelización para convertirse en una ONG más, atrapada en las redes del poder y las subvenciones. Y mientras esto no cambie, los católicos deberían pensar dos veces antes de asociar su nombre con el de esta organización.
Ramírez de Velasco®

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