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TERRUÑO Qué hacer para sentirse santiagueño

Paisaje del Dulce

Algunas cosas que se deben hacer antes de crepar, al menos una vez, en una provincia que abre sus puertas al mundo

Cualquiera es santiagueño, basta que su madre haya estado en suelo de la provincia el día que lo parió para que adquiera la ciudadanía. Pero el verdadero santiagueño, el que lleva el terruño en la sangre es el que ha tenido ciertas experiencias que son, por definición, únicas, personales, intransferibles e insuperables.
Pero, ¿qué recomendaría un santiagueño a alguien de otra provincia para que sienta en la piel lo que significa ser un santiagueño de verdad? A continuación, va una lista no exhaustiva sino solamente indicativa, de lo que se debe hacer al menos una vez en la vida, para sentirse local en una provincia que abre sus puertas a todo el mundo.
Uno. Comer un sangüi de milanesa de Pipe en el mercado Armonía. No vengan con eso de que los sangüi de milanesa de Tucumán son mejores, porque no son, para empezar, le agregan la lechuga y el tomate por arriba y te cobran aparte cada aderezo que le ponen. Así no vale.
Dos. Trepar al Chumillero a la hora en que va taqui de gente y llegar hasta Los Flores, si es un mediodía de verano, mejor. A la vuelta, apearse empapado del “ser santiagueño”.
Tres. Una vez en la vida, aunque sea, ver un clásico de Mitre y Central Córdoba en cualquiera de las dos canchas, lo mismo da. Eso sí, con las dos hinchadas, con una sola no vale.
Cuatro. Asistir a la fiesta de San Esteban como peregrino, capa, sombrero colorado y amarillo, anteojos negros, bombo, ristra de cohetes y que no te jodan porque vas concentrado y llevas un tetra.
Cinco. Un domingo en la vida ir a lo del indio Froilán González. Pero solamente un domingo para ver cómo se divierte el turistaje bailando en patio de tierra chacareras aprendidas en Berazategui. Después, chau, nunca más. Ya has visto lo que era, así que, para qué, ¿no?
Seis. Una siesta cualquiera de diciembre o enero bañarse en el río Dulce, esa sopa caliente que trae la ishpa de millón y medio de tucumanos.
Siete. Haber ido a pescar al Salado.
Ocho. Haber probado aves del bosque a saber a) charata, b) perdiz, c) vizcacha, d) pichi o algún individuo de la secta del quirquinchaje, e) corzuela, f) chancho del monte, g) bumbuna, h) iguana. Y así hasta la z.
Nueve. Ubicarse en el Barquito (ahora Bonafide), pedir un café o un cortado, sólo su alma, y mirar cómo pasa por la vereda el río de la vida.
Diez. Llevar a un turista a la plazoleta de las Chismosas y mostrarle las estatuas por las que le dicen así. Y mirarle la cara de asombro porque aquí se recuerda a las chusmas.
La Amorosa, por Alfredo Ábalos

Once. Ir al parque con la patrona, llevando chipaco y mate y pasar una tarde de domingo mirando caer la oración para el lado de Fernández.
Doce. Comer un moroncito, el único alimento típicamente santiagueño. ¿Bolanchao dice?, no es santiagueño, lo traen de Catamarca.
Trece. Dormir la siesta en un catre de tiento bajo el paraíso, el mosquerío a la vuelta.
Catorce. Bailar esa atrocidad de ruidos inconexos que llaman guaracha, aunque sea en el casamiento de la sobrina.
Quince. Comer un buen asado en la parrillada San Martín de La Banda.
Dieciséis. Subir al último piso de la Torre de Economía y mirar la ciudad desde arriba. Si es a la tardecita, cuando el sol se está poniendo, mucho mejor. Averiguar cuándo se puede ir así va con los parientes de Buenos Aires y les muestra que no tiene miedo al ascensor.
Diecisiete. Ir en peregrinación a Mailín, pero no por una cuestión atlética o para demostrar que usted puede sino porque tiene fe y ofrece su sacrificio para que se conviertan los pecadores (como yo).
Dieciocho. Comer al menos un alfajor de Las Termas, de chocolate y dulce de leche. Una exquisitez suma.
Diecinueve. Pasear por la Festiferia del parque Aguirre en invierno, pero no comer una empanada de charqui, porque es de cualquier cosa, pero menos de charqui.
Veinte. Comer un chupín de bagre en olla morocha, fuego de brasas, en la casa de un amigo, en el 8 de Abril. Abarajarlo con un blanco en cajita, oyendo un disco de Alfredo Ábalos, el vecino más famoso que ha tenido el barrio, después de Choncha, obvio.
Si se le ocurre algo más, escríbalo abajo.
Juan Manuel Aragón
A 21 de febrero del 2025, en Pushi Llanos. Viendo la preparación del Botija, para la cuadrera.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Ir a visitar tus parientes en el campo aprovechando que han vuelto los porteños pal tiempo del carnaval. Ir en zorra a un baile de la zona

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  2. Muy interesante... Lo que recién me entero es que, para la santiagueñidad, son "aves" los animalitos de Dio de consejo 8)...

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  3. ia' i hecho todo eso, menos el 14 porque me niego a someterme a tal tortura.
    Concuerdo con Enzo, porque sorprendentemente te ha faltao el programa rural, que esperaba fuera más nutrido.
    Te lo encargo para la 2da parte de la nota.
    A esta agregale carnavalear en las trincheras.

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  4. Juan Manuel te pasaste con este escrito. Muy bueno.

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  5. Muy típico,santiagueñ,o tu relato.me gustó mucho Juan

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  6. ZAMORISTAS Y JUARISTAS,ESO ES ,SER SANTIAGUEO

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  7. 21:TRABAJAR,TRABAJAR Y TRABAJAR............

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