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CRÓNICA Cuando Nureyev conoció a Carlos Saavedra

El santiagueño Saavedra y el soviético Nureyev

Una concatenación de sucesos lleva al conocimiento de una noticia sensacional; por qué es la primera vez que se publica


Algunas noticias llegan de manera azarosa al periodista, su recorrido es sinuoso y su destino como crónica consolidada quizás no llegue nunca. La que sigue bien podría llevar por título “Informe de un desengaño” o “Confidencia sin destino”. Como mi formación es periodística, preferí (y perdonen la primera persona), contar los hechos tal como sucedieron y dejar a los lectores que la califiquen como quieran. Ahí va.
Pauline vive en París y, me contó que, en ciertos círculos de artistas, en una reunión, se comentó que Rudolf Nureyev quedó maravillado por un artista llegado del otro lado del mundo, a quien fue a ver una noche, recomendado por otros bailarines del ballet en que actuaba. Aquel bailarín era Carlos Saavedra. Estoy viendo su cara de estupor, ante la lectura de este texto. Si tiene cinco minutos le cuento todo y después juzgue usted sobre la verdad de este escrito, de todas formas, crea o no, me tiene sin cuidado.
Si esto fuera un cuento, de alguna manera, el párrafo anterior debiera haber sido su final, cuando, sentado en la butaca de un teatro, el soviético, considerado uno de los mejores bailarines del mundo, se sorprende ante el talento natural, la gracia, el porte y la maestría de un hombre llegado del confín lejano del orbe. Con algo más de imaginación, la trama podría haber llevado hasta una tentativa de homicidio, para terminar con el santiagueño, debido a los celos del otro.
La realidad, amigos, suele ser siempre algo más pedestre. En tiempos de pandemia furiosa, cuando estaba prohibido asomar el hocico a la calle, cansado de leer, me aficioné al internet: navegaba cual marinero aburrido por sus aguas habitualmente poco profundas. Y me topé con Pauline. Vive en París con su marido, un hijo, un perro y un gato, es arquitecta y aficionada a leer historia. Báh, eso dice, porque en el mundo virtual e irreal de la nube, muchos son otra gente, suben fotos en las que aparecen bellos y hasta tienen una personalidad que ocultan en la vida real.
La encontré curioseando en Facebook quiénes eran las amistades de las amistades de Inés Negrete, una prima que vive en el Canadá. En esos días andaba, como muchos, supongo, cargado de un constante y total bostezo. Irme a dormir a las tres de la madrugada parecía muy temprano, hacía cualquier cosa por estirar el tiempo y dormir con algo de sueño. Al tercer o cuarto día de chatear, me contó la historia. Conversamos más o menos con fluidez, para mí gracias al traductor de Google, por su parte, ella se arreglaba bastante bien con el español aprendido en la escuela y practicado con un viejo novio sevillano de la juventud.
Contó que cuando era soltera, por una hermana, que trabajaba en un teatro, frecuentaba círculos de artistas, le fascinaba participar del detrás de escena de algunos grandes éxitos o sonados fracasos de las tablas parisinas, enterarse de chismes del ambiente y, por supuesto, codearse con artistas famosos o que algún día llegaría a serlo. Una noche, en un departamento, cerca del Hotel du Jardin des Plants, llegó a la reunión organizada por un argentino que trabajaba  con el Agregado Cultural de la embajada de su país, un tal Rafael Vaca, y se comentaba sobre una entrevista a Nureyev, aparecida en Le Quotidien. En uno de sus párrafos, el bailarín decía que había visto bailar en un teatro a un tal “Carlos Saavedrá”, así aparecía escrito y que su actuación lo había hecho reflexionar, por una parte, en el talento innato que algunos artistas traen de la cuna y la alegría para danzar libremente, y por la otra, en que, si ese hombre hubiera nacido en una gran capital, quizás por esos días estaría ocupando su lugar en los más grandes escenarios del mundo.
Salté en la silla cuando me lo contó. Le pregunté si tenía a mano ese artículo para enviármelo, porque habría sido sensacional publicarlo en Santiago. Me contó que esa noche se llevó el diario a su casa y luego lo guardó por un tiempo, hasta que se casó y, como el marido es algo celoso, una tarde lo tiró a la basura antes de que lo hallara. Pregunté cómo podía hacer para conectarme con alguien del archivo de Le Quotidien, respondió que no estaba en contacto con ningún periodista, pero, de todos modos, el diario no salía desde mediados de la década del 90. Después escribí a la embajada argentina en Francia —6 Rue Cimarosa, 75116 Paris, Francia— pero no acusaron recibo de la carta en que narro, en esencia, lo mismo que aquí. No insistí, pensando en que deben tener ocupaciones mucho más importantes que ponerse a buscar un artículo perdido en un periódico que ya no sale, por encargo de un periodista de Santiago del Estero.
Durante varios días acosé a Pauline con preguntas sobre aquel artículo y lo que conversaron esos artistas sobre Saavedra. No recordaba lo suficiente como para hacerme un relato pormenorizado, pero sí para que el nombre de Santiago del Estero le quedara grabado en la memoria.
—¿Qué más recuerdas?— insistí.
—Creo que Nureyev habló de una danza que parecía antigua y muy sensual, que bailó aquel hombre, la “sambá”, ¿puede ser?
—La zamba— la corregí.
Entonces era cierto, había existido aquella reunión, el reportaje en el diario parisino, las expresiones de Nureyev, su desconocida asistencia al teatro en que actuaba Carlos Saavedra, la admiración que sintió en ese momento y también, por qué no, cierta envidia por las dotes naturales del santiagueño.
Pero era todo lo que recordaba Pauline. Seguí preguntándole y averiguando, hasta que un día, supongo que, cansada de tanta importunación, me bloqueó del todo y no pude hallarla más por ninguna parte. Le perdí el rastro.
Si hubiera tenido la más mínima prueba de aquello, habría hecho el anuncio con bombos y platillos, en alguno de los dos diarios de Santiago del Estero. Sé que soy persona non grata en ambos, pero eso no habría sido obstáculo para privarse de semejante título, lo estoy viendo: arriba diría “Primicia Mundial Exclusiva” y más abajo en letras catástrofe ”Nureyev admiraba a Carlos Saavedra”.
No pierdo las esperanzas de ganar el Quini6 y darme el lujo de viajar a París, para bucear en los archivos de Le Quotidien, por si alguien guardó los diarios en alguna parte. Me imagino que en la embajada deben guardar los diarios en que se nombran argentinos, como una explotación de prensa necesaria para medir el pulso del propio país en el extranjero, digo.
Para preservar la concisión periodística y no hastiar a los lectores, he obviado detalles en esta crónica escrita al galope, salteando varios sucesos y esquivando vanos floripondios, pues no vienen al caso. Soy sexagenario, en cualquier momento podría finar y quiero dejar constancia de este suceso por si alguien en el futuro quiere iniciar la investigación periodística que, a esta altura del asado, ya sé que nunca haré, porque, ahora que lo pienso mejor, en caso de tener dinero, lo usaría para pagar deudas, antes que viajar a un quimérico pasado en una ciudad desconocida. Quise que quedara testimonio de este registro, por si alguien, un buen día, tiene tiempo, ganas, plata y siente pasión por la historia de este pago.
En Santiago del Estero, a 2 de julio del 2022, día de san Aristón, mártir.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Muy bueno ! 👌 París lo vale...
    Ya ganarás el quini pero juga !!
    Gracias un placer

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  2. También he escuchado esa historia! Ojalá puedas conseguir la documentación probatoria! Un abrazo!

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  3. Muy bueno el relato. Si boy me gustaría investigar en Le Quotidien ,pero sería más facil por lo menos saber la fecha o añk de la publicacion.Gracias

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  4. Perdón quise poner "voy" .

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  5. Tuve el honor de ser bailarina de Carlos Saavedra y Adela, acabo de hablar con ella y me acaba de confirmar que fue en una actuación de Don Carlos con los Indianos, que fue a saludarlo en el camarón y lo hizo zapatera allí...

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  6. Me sorprendió muy ģratamente el artículo del Sr.Aragón, pues soy amante de las artes, en particular de la música y la danza.
    En este caso celebro las palabras del gran NUŔYEV, artista cabal, sencillo, con la humildad de los genios y la exquidita ßensibilidad ďdel verdaeero artista.
    Pienso que

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