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DIÁLOGOS PLATÓNICOS Los malos empleados

Un buen obrero es el bien pagado

En este cuento se plantea una situación que quizás sea la misma en otros rubros de la vida laboral


Esa mañana de sábado, justo en el momento que Cacho Gómez llega al Barquito hay una bonita conversación, de esas que le gustan. Arrima una silla a la mesa en el momento que Albertito dice:
—No puedo conseguir un buen empleado para el negocio de venta de ropa que tengo en la galería Miguelito.
Uno le pregunta:
—¿Has buscado bien?, mirá que hay mucha gente sin trabajo en este momento.
—¡Se presenta cada uno! La vez pasada vino uno que el segundo día me pidió un adelanto, decía que la madre estaba enferma. Le di unos pesos, apareció a los dos días y cuando le quise reclamar, se mandó a mudar.
Todos quedan callados, algunos miran para el lado de Cacho Gómez, que está como si no estuviera, observando el techo. Aprovecha Jorgito y le pregunta a Albertito:
—¿Y esa señora que trabajaba para vos, qué se ha hecho?
—Uf, se ha ido. Doña Maga se llamaba…
—… ¿ha renunciado?
—Sí. Era muy buena, doblaba perfecta la ropa, se quedaba hasta tarde, me ayudaba a hacer el stock, entendía perfectamente bien qué buscaban los clientes, qué querían y siempre se iban conformes. Además, siempre era amable con todos.
—¿Qué ha pasado, por qué la has dejado ir?
—Un día me ha dicho que estaba cansada y que se iba a dedicar al marido, los hijos. Pasa que el marido ha entrado a laburar en una estación de servicios y ahí ganan muy bien.
Entonces Cachito sale de su ensueño y le consulta a Albertito:
—¿Cómo se llama tu abogado?
—No tengo, pero a veces le doy mis juicios al doctor Pérez, que atiende en la Tucumán.
—¿Y el contador de la tienda cómo se llama?
Se le ilumina el rostro a Albertito:
—Es un muchacho de apellido Díaz, una luz, sabe un montón de impuestos, leyes laborales, además tiene contactos en la Afip.
—Él tiene la culpa de que no consigas buenos empleados— le larga Cacho.
—Eh, por qué dices eso.
—Te explico...
—… ¿qué me vas a explicar si no lo conoces?
—¿Al final, quieres saber por qué no consigues un buen empleado o no?
—A ver, dale.
—Cuando has puesto el negocio lo has contratado porque no sabías qué impuestos y tasas tenías que pagar ni nada de eso, ¿no?
—Sí.
—Él te ha indicado que tenías que inscribirte en la Municipalidad, en Rentas de la Provincia, en la Afip y te ha hecho los trámites, ¿es así?
—Sí, justito.
—Y te ha explicado que tienes que pagar en blanco a tu empleado, pero sólo mitad de jornal, porque con eso se conforman.
—Sí, pero no tiene nada que ver, porque además le pago un plus en negro.
Dice Cacho:
—¿Cuánto es la mitad de jornal?
—Entre 60 y 70 mil pesos por mes.
—¿De cuánto es el plus?
—Son 10 mil pesos más.
—Bueno, ahí tienes la explicación— quiere rematar Cacho.
—¡No, no!, explícame bien porque no entiendo qué tiene que ver mi contador, que me hace ahorrar plata, con que yo no consiga buenos empleados.
Entonces Cacho se dispone a explicarle como a un chico
—Según vos, pagas la mitad de lo que corresponde.
—Sí.
—Pero laburan entre ocho y diez horas por día.
—Sí, pero en blanco, ojo.
Si pagaras 140 mil pesos por mes, que es lo que corresponde, tendrías vendedores de primera, atentos, no faltarían nunca, irían a la tienda llueva o truene, porque por esa guita sí vale la pena laburar. Lo que pagas vos es poco menos que una changa. Los 140 mil pesos no lo sacarían de la pobreza, con tus 60 mil no tiene ni para sentirse linyera.
—Pero ahorro plata.
—Un empleado bien pagado te haría recuperar el sueldo completo y más, se mataría por hacerte rico, saldría a vender los domingos si se lo pides. Lo ayudarían la señora y los hijos, porque con 140 mil pesos son pobres, ¿entiendes?, ¡llegan a pobres! y dejan de militar en la categoría de menesterosos.
—¿Vos dices?
—¡Claro!, pero igual, aunque quieras no lo vas a hacer.
—¿Por qué?, si tengo que despedir al contador, lo despido.
—No lo vas a hacer, porque los otros dueños de tiendas de la galería te van a linchar cuando sus empleados se enteren de lo que pagas. Van a ir los del gremio a preguntar qué pasa que estás pagando lo que corresponde, quién te crees que sos, por qué les arruinas el negocio. Sentite dichoso si no te cascotean la vidriera o amaneces en una zanja.
Albertito mira al resto de los muchachos, que lo miran fijo, asintiendo.
—¿Entonces? —pregunta.
—Seguí con tu contador, que tiene contactos en la Afip, y renegá con tus malos empleados para siempre. Si quieres un buen lomito, con lechuga, tomate, queso parmesano, pickles, carne de primera, mayonesa casera y pan crujiente recién hecho, págalo. Si no conformate con un sangüi de mortadela, no te queda otra —dice Cacho.
Justo en ese momento el mozo le sirve su café. Sobre la plaza Libertad empieza a correr un vientito del sur, pero al caballo de Belgrano no le mueve ni un pelo.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Excelente!! Salvó que no comentaste que hay muchos que quieren trabajar y ganar sueldo de jefes, cuando aún no aprendieron a hacer su trabajo. Buscan todos los beneficios y no aceptan las responsabilidades. ( Eso sin adentrarse en el tema de los que trabajan dos meses y aparecen con falsos testigos, que juran que trabajaron cuatro años para esquilmar al comerciante que les dió trabajo)

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  2. Un muy buen relato para reflexionar sobre cómo el sistema clientelista corrompe a la sociedad. Cuando el sistema se sostiene en base a solucionar los problemas "mediante la gestión de amigos en las instituciones", todas las capacidades de las personas se devalúan y nadie necesita recurrir a gente capaz, experimentada o voluntariosa para atender sus intereses o solucionar esos problemas.
    Problemas con un inmueble o aprobación de planos?; a buscar quién tiene un amigo en la "muni". Problemas con algún servicio público?; a buscar quién tiene un amigo en la empresa que presta el servicio, me pusieron una multa?; a buscar quién tiene un amigo en la policía o el tribunal de faltas. Problemas con un préstamo?; a buscar quién tiene un amigo en el banco. Y así con la búsqueda de amigos en Vivienda, en Catastro, en rentas y en cuanta institución se ponga en el camino de mis necesidades y mis malas decisiones.
    Y eso ocurre en todos los órdenes. Para qué voy a buscarme un buen ingeniero, que es más costoso, que me solucione un problema de la obra, si tengo amigos en Vialidad o si pagándole la cuenta de almacén al inspector lo soluciono en el acto?
    Y como resultado, toda esa gente preparada, capaz, aspirante, que sabe lo que vale y de lo que es capaz, se termina yendo del país.
    Y esa selección natural de expatriados preparados y capaces, es el motor de un país, son los que desarrollan sistemas y metodologías, los que inventan procedimientos y dispositivos y los que fortalecen el desarrollo de los países que los reciben, sin haber invertido un peso en su formación, estudios o capacitación.
    Mientras tanto en casa, doña Rosa y don José, que pagaron con sus impuestos la educación de todos los que se van del país, se quedan a merced de la mediocridad del sistema corrupto, y de la sociedad que se va corrompiendo cada vez más para adaptarse y sobrevivir en ese sistema.

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