Ir al contenido principal

CUENTO Prendas de unión

Día húmedo, óleo de Absalón Argañarás

Qué pasó en el pueblo la vez que eligieron a uno que venía de afuera de los partidos políticos que siempre disputaban una carrera cuadrera


Juan José Pereiro, llegó a ser intendente del pueblo, hace muchos años, porque la gente se había hartado de que le mintieran, la engañaran, la estafaran, la traicionaran. Para una dura elección, se montó en la esperanza de un cambio, de aire fresco en la comuna, de renovadas ganas de hacer las cosas bien, como dicen. Fue quien unió al pueblo en un solo grito de clamor, de tres palabras que terminaron por un largo tiempo con las reyertas que siempre surgen en las pequeñas villas de la provincia.
Fue el primero que habló de un cambio total de las reglas del juego. “Así no podemos seguir”, decía, mientras enumeraba los males que habían retrasado el progreso. Muchos, sobre todo los jóvenes, se dijeron que era lo que se precisaba, sacudirse de la modorra pueblerina que lo acogotaba, lo ahogaba y no lo dejaba crecer. Los viejos vieron en él a alguien que restablecería las viejas tradiciones perdidas, el culto por el trabajo honrado, volverían las reuniones en casas de familia, las puertas sin llave y la plaza con el pasto cortado. Los que eran difusamente izquierdistas, creyeron que si venía otra cosa sería bueno porque obligaría a las patronales a ocuparse más de sus obreros. Los que militaban en una derecha confundida por las promesas de mano dura y firmeza en las decisiones, también estuvieron con él, porque ya se sabe, aquí lo que se necesita es un Pinochet o un Fidel. Las amas de casa aplaudían su promesa de encarar de una vez el problema de la suba desmedida de los precios. Los buenos padres de familia se alegraron, ahí había una esperanza de una mejor instrucción escolar para sus hijos, tranquilidad y trabajo genuino.
Los más viejos, acostumbrados a las elecciones cuadreras, camanduleras y quizás arregladas, no se prendieron a la nueva moda. Siguieron tirándose con todo de comité a comité, acusándose de lo mismo que se venían culpando desde siempre: viejas revoluciones que finalmente no habían llegado a nada, elecciones robadas, muertos insepultos en trifulcas con vencedores y vencidos, mutuas acusaciones con chicanas que venían del tiempo en que el pueblo era gobernado por una junta de notables que en largas tenidas no se puso de acuerdo si el camino nacional, cuando llegara, los rodearía por el lado del río o por el matadero, para que al final los de la Vialidad llevaran la ruta a 20 kilómetros de ahí.
Cuando se hablaba de política, los vecinos tenían varias anécdotas siempre en la punta de la lengua, como que recordaban la historia de Ramón Rosa Arias, el animador de todos los bailes y la voz más reconocida de la radio del lugar, la vez que en un acto en la plaza, presentó al gobernador de aquel entonces que venía a apoyar la candidatura de Emilio Alomo: “Aquí están el rescripto y el suscripto”, dijo, mostrándolos. Y agregó: “El infrascripto”, señalándose con el pulgar en el pecho. Por supuesto que le quedó el apodo y cada vez que sentía que lo llamaban Infrascripto, afirmaba que había sido gracias a él que habían ganado los alomistas.
Pero esa vez de Pereiro la cosa venía jodida. En el pueblo habían probado de todo, un intendente que estuvo como cincuenta años, cuando los nombraban a dedo en la capital, a otro lo votaron porque era distribuidor de vino y ginebra, no tenía cómo perder, el siguiente había sido un cantante muy conocido, un semianalfabeto que se dejó manejar con la hija. En el pueblo decían que estaba bien, porque ella al menos había aprobado el tercer grado reforzado de antes, cuando enseñaban bien a cubicar, esas cosas.
Hartos de las malas experiencias, votaron a Pereiro, descartando a los carcamanes de siempre, a los partidos de izquierda y un candidato, el farmacéutico, que impusieron de la ciudad para restarle votos al pereirismo.

Leer más: “Los otros andaban casa por casa, entropados, diciendo que harían caminos, puentes, un nuevo edificio para el hospital, pavimento para las calles, fábricas de esto y aquello”

El flamante intendente siempre se había mantenido al margen, dedicándose a su negocio de venta de géneros de toda clase, pantalones, camisas, trajes, ropa de trabajo, cintos, corbatas, medias y zoquetes. Apartado de las pequeñas peleas pueblerinas, era hombre que decía tener buenos contactos en la capital, pero cuando le resultó imposible hacerse postular por uno de los dos partidos en que se divide el maniqueísmo nacional, pagó el peaje de la franquicia de un partidito menudo y se largó a hacer campaña.
Lo que son las casualidades, ¿no? en el momento en que lanzó su candidatura, en el pueblo se armó una trifulca de aquellas por culpa de una riña de gallos. En una topada se midieron uno del barrio Sur, con otro de los Chufos Chicos, como le decían a los Moscoso, que vivían cerca del cementerio. Todo terminó en una bataola en la que relucieron cuchillos, hubo algún disparo de revólver y varios contusos. Desde ese día ninguna familia cruzaba para allá la avenida principal y única del pueblo. De allá para este lado, tampoco.
Pereiro olfateó el ambiente y su lema fue “Paz y Orden”; si bien no era muy original le cabía como anillo al dedo a los buenos ciudadanos, que no querían feroces peleas por unas plumas y un poco de carne, magra.
Cuando asumió, lo único que hizo fue sacar una resolución: en el primer artículo aclaraba que los de un lado del pueblo podían pasar tranquilamente al otro y los del otro lo mismo y que la policía estaba para hacer cumplir su orden, declaró olvidadas las rencillas, sugirió el saludo como norma de convivencia, estableció la escuela como lugar neutral de reunión de los vecinos, prohibió las riñas de gallos y de yapa las carreras cuadreras, la taba y los naipes.
El segundo artículo decía que, para vestir a la docena de empleados municipales, la intendencia se proveería de prendas de trabajo Grafa de su negocio porque era el que mejores precios ofrecía en varias leguas a la redonda.
No va a creer amigo. Esa resolución fue mágica. El pueblo se unió inmediatamente, terminaron las rencillas, no hubo Boca ni River, radicales o peronistas, masones o católicos, güelfos o gibelinos, santiagueños o tucumanos, porteños o provincianos, altos o bajos, perros o gatos, gordos o flacos, rubios o morochos, quichua o castilla, tango o folklore.
La propaladora, como su nombre lo indica, a cada rato leía el decreto a los incrédulos vecinos que empezaron a reunirse en la plaza. El cura, el anterior intendente, el candidato que perdió las elecciones, la directora de la escuela, los pastores protestantes, todos del brazo, encabezaban la marcha hacia la comuna. No faltó ni el loro. No va a creer, amigo. Tres palabras abroquelaron al pueblo en un solo clamor que se sintió hasta en la capital. El grito de unión era: “¡Hijó-de-puta, hijó-de-puta, hijó-de-puta!”.
Al día siguiente Pereiro presentó la renuncia. Después hubo nuevas elecciones y los viejos camanduleros volvieron a ganar, primero unos y después otros.
Hasta la fecha.
©Juan Manuel Aragón
A 3 de enero del 2024, en el mercado Armonía. Con sopita de gallina para la compostura

Comentarios

  1. Será nuestro destino, que nuestros sueños duren tan poco y se vuelva a lo de siempre...y entonces volvamos en el mercado a refugiarnos en la exquisita sopa de gallina...que nos fortalezca...para salir y soportar lo de siempre...será???...Ojalá...ahora resistamos un poco más!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

DESPEDIDA Hasta la próxima Chacarera Musha (con vídeo)

Velorio de Musha, con música A último momento, cuando ya no quedaba mucho por hacer, se pensó en traerlo a La Banda, pero ya era tarde, la enfermedad estaba ganando Por Alfredo Peláez, “Fredy” Tenía un aprecio especial por Musha. Muchos años de amistad. Era como de la familia. Vi todas las fotos y leí todo los posteos que se publicaron en las redes con motivo de su fallecimiento. De todas la que más me gusto, fue una despedida que decía: "Hasta la próxima chacarera". Y sí. "Musha" Carabajal era pura chacarera. En los escenarios, solía gritar anta cada tema con voz impuesta: "Chacareraaa…". De su círculo íntimo, me contaron, que cuando ya no había nada que hacer, cuando la situación era irreversible, se pensó con SADAIC en trasladarlo a La Banda para que se apague su vida en la tierra que lo vio nacer un 2 de junio de 1952. Fue imposible. "Musha" ya no podía moverse. La terrible enfermedad que padecía le estaba ganando la batalla final. A sus amig...

CUARESMA Tentado por el Diablo

Las imágenes se cubrían con un velo morado Lo que no se podía hacer antes porque era un tiempo de penitencia, oración, rezos, reflexión y arrepentimiento En esos tiempos nos preparábamos, de chicos, para algo terrible, íbamos a matar a Nuestro Señor Jesucristo el Viernes Santo, mientras recordábamos los 40 días que pasó en el desierto siendo tentado por el Diablo. Capaz que no sea una definición exacta de la Cuaresma, pero en eso creíamos. Debíamos hacer un sacrificio por día, además de comer menos, no podíamos cantar ni tocar ni oir música y, en lo posible, tampoco reírnos. El Diablo había tentado a Nuestro Señor Jesucristo con los reinos del mundo, su pompa, su boato, la admiración de las multitudes, quizás también mujeres, pensábamos nosotros, que éramos chicos. Y se la había bancado. A nosotros nos pedían solamente un pequeño sacrificio por día y no comer postre pongalé. No era mucho en comparación, pero costaba. Las madres repetían que, si no nos gustaba el dulce de membrillo, dej...

CARABAJAL Los tres Petecos de la historia

El tercer Peteco de la historia Antes del conocido Peteco Carabajal, hubo otro que también llevó su apodo y antes de él, otro más, y  Chaca como hilo conductor Lo que pocos saben de la historia es que antes de Peteco Carabajal, hubo otro Peteco y antes de él, otro más y son esas leyendas que circulan en las familias, pasando de generación en generación, siempre recordadas y perpetuadas en las voces de quienes las atesoran para siempre. A Eduardo Carabajal le dicen “Chaca”, desde pequeño, y la historia de por qué le quedó el apodo sí es sabida por muchos. Cuando era chico, su tío Carlos no andaba muy bien económicamente. La música, el arte es así, o, lo que es lo mismo, los Carabajal no eran tan conocidos como se hicieron después de mucho andar. El padre de Zita, la esposa de Carlos, trabajaba en una panadería y le enseñó al yerno a hacer chipacos. Dicen que le salían muy ricos, crocantes y sabrosos. Y lo mandaban a Eduardo, entonces muchacho de unos diez años, a venderlos en un can...

SAUDADES El cuadro de la abuela

Frente de una casa antigua “En el medio, como chorizos superpuestos y una tras otras, la pieza de los padres, después la de los abuelos, la de los tíos…” Me gusta el liviano aire que portan las casas viejas, que tienen un aparente desorden en las cocinas con el que las abuelas suelen confundir a la gente que llega por primera vez. Me gusta cuando las conozco, cuando me dejan pasar a ese lugar sagrado, que solamente era profanado por los íntimos, y también por el electricista, el gasista, el plomero, cuando llegaban, tras un pedido de auxilio. En ocasiones, como esta madrugada de domingo en que escribo mi diaria crónica, algo en el aire trae el recuerdo de aquello y crece en el pecho un rencor añejo, por las cosas que no están, porque no hicimos mucho para retenerlas y porque, de alguna manera que no sabría explicar, podríamos haber cubierto de eternidad aquellos tiempos y no lo hicimos, ¡caracho! Le cuento por si lo ha olvidado o no lo experimentó, en esas casas había una sala española...

RECURRENCIA Tu perro es sólo un perro

Choco sin raza, obvio No es parte de tu familia, nunca lo será, porque la familia es el proyecto de vida que forman un hombre y una mujer para tener hijos y criarlos sanos y buenos Es sólo un perro, es sólo un perro, es sólo un perro. No, jamás será un ser humano, aunque pasen mil años él, su cría y la cría de sus crías, jamás serán gente. Seguirá siendo un perro, un triste perro. Un animal, ¿entiendes? Es animal y por lo tanto irracional, no razona, no piensa como vos, tu marido o tu señora. Y aunque estamos en pleno tiempo de autopercepción sensiblera, compasiva y tierna, no lo voy a reconocer como tu hijo. No es tu hijo. ¿Vos lo ves así?, bien por vos, para mí no lo es. Dile Pedrito o María Eugenia, para mí es lo mismo, es decir un perro, un pichicho, un choco, un firulais, como lo llaman los mejicanos. Y no, no me gusta tu perro, no es agradable, ¿no ves que tiene cara de perro?, ¿cómo quieres que me guste? Tampoco voy a tener la cortesía de decirte que es lindo. Porque, disculpame...