Siesta, de Michael Thompson |
Su nombre llega desde que los romanos dividían el tiempo en doce horas diurnas, al ser el mediodía era la hora sexta
Los romanos dividían el tiempo diurno en doce horas, por lo que la hora sexta era el mediodía, la hora del máximo calor. También en las horas canónicas la sexta hora era el mediodía y llegaba después de maitines, laúdes, prima, tercia; después de la hora sexta venía la nona, luego era vísperas y al final completas. Por lo tanto, la siesta es una voz que el castellano ha exportado con mucho éxito a diversos idiomas, empleándose incluso en inglés.Es curioso cómo la letra ´equis´, en algunos casos se convierte en ´ese´, al menos en el español. De la hora sexta se pasó a siesta, de la misma forma que de mixto nació mistol, una planta que los españoles creían que era una cruza o mixtura de quebracho blanco y colorado. Otro día se podría hablar del raro fenómeno que provoca que algunos le digan “mishtol”, quichuizando un vocablo de una manera que suena ridícula.Es un cliché repetido hasta el cansancio en Buenos Aires y otros grandes centros urbanos que a los santiagueños les gusta mucho dormir la siesta, casi como un defecto del carácter local, como si eso los hiciera seres inferiores o con alguna desventaja comparativa respecto al resto de los argentinos.
Empero se ha sabido de estudios que habrían demostrado que esta costumbre puede mejorar la capacidad de concentración y fomentar la creación y producción laboral de quienes la practican. Lo que no se sabía hasta ahora es que además de refrescar el cerebro, dormir una breve siesta al día puede también convertir a quien la toma en una persona más feliz.
Es, al menos es una de las conclusiones a la que llegaron los impulsores de una investigación en la Universidad de Hertfordshire. Unas mil personas se sometieron a una encuesta exhaustiva acerca de sus rutinas y su comportamiento respecto a la siesta. Entre todos los participantes, los que han obtenido mayor puntuación en el índice de felicidad son aquellos que duermen un máximo de 30 minutos diarios en la mitad de la jornada.
En una escala de bienestar de cinco puntos, los devotos de la siesta breve consiguieron un 3.67. Los que no echan ni siquiera una cabeceada se quedaron en un 3.52, mientras que los que duermen siestas largas lograron la peor valoración, un 3.44. Curiosamente, la encuesta también desveló que la costumbre es más frecuente en personas de entre 18 y 30 años y mucho menos común entre los mayores de 50. Al menos allá, obviamente, porque aquí es costumbre universal.
Si por alguna razón este es un pueblo más feliz, se debería entonces a que aquí se duerme la siesta con más frecuencia, por lo que habría que agradecer a esa media hora acostados, en la cama, en un sillón en la sala o en un banco de la plaza, en el frescor de una sombra, al cobijo de la habitación, a las tres de la tarde, gran parte de la salud mental y el goce de la vida, al tomarla por su aspecto más sencillo.
En lugares del mundo como el que le tocó a Santiago, de 2 a 5 de la tarde, sobre todo en los meses en que aprieta el calor, se hace casi imposible trabajar o dedicarse a alguna industria que requiera desgaste físico, so pena de sufrir un soponcio o algo peor. Es una convención establecida y ampliamente aceptada, que mucha gente deja toda actividad para recogerse en sus hogares y disfrutar del frescor del patio con paraísos u otras plantas grandes o recrearse con el ventilador o el aire acondicionado para pasar las horas en que la aprieta la canícula y el sol es una bola de fuego quemando con furia lo que halla a su paso.
No es ninguna vergüenza detenerse en la mitad del día, tomar unos minutos y reponer fuerzas para continuar con las obligaciones del trabajo. Sobre todo, porque a esa hora no se hallará a nadie dispuesto a hacer ningún trabajo ni prestará un favor. Quien toque el timbre en las casas para vender algo, a esa hora, se encontrará con los más gruesos epítetos, desde adentro se tendrá a su madre como mínimo, cual pupila aventajada y eficaz de un lupanar infecto, mugroso, grasiento.
Los santiagueños deberían dormir la siesta tranquilos, sin miedo a que los tilden de vagos o mal entretenidos. Ahora saben con exactitud científica de universidad extranjera, de la felicidad que trae seguir una costumbre saludable. Además, se debe tener en cuenta que no por eso serán menos trabajadores o no tan productivos. Eso sí, como en todas las cosas, no deberían hacer abuso de ella, porque más de media hora o 45 minutos es exceso.
Si de algo no deben olvidarse los provincianos es, justamente, de las costumbres que se vienen cultivando desde siempre en las provincias, como el saludo con todos, fueren conocidos o desconocidos, el descanso a la tardecita en la vereda tomando mate, la familia como núcleo central de la vida de cada uno y el barrio de la infancia como el único lugar al que volver con felicidad, aunque sea en los sueños.
Juan Manuel Aragón
©Ramírez de Velasco
Los beneficios de dormir siesta son indiscutibles, y no solamente se limitan a aspectos de salud física y mental, sino que tienen otras implicancias de comportamiento y rendimiento, como sugiere el artículo.
ResponderEliminarEn seguridad vial estudiamos lo que se denomina "carga de trabajo del conductor", que consiste en el aumento acelerado de fatiga causado por el esfuerzo mental de procesar información visual, auditiva y sensitiva de manera continua y constante mientras se conduce un vehículo. El impacto que ese cansancio acelerado tiene en la caída de reflejos, atención, interpretación y lectura de situaciones y escenarios, además de toma de decisiones es desconocido por los conductores y es la principal causa de los errores que resultan en accidentes.
Lamentablemente las autoridades de tránsito, el periodismo y el público en general desconoce este fenómeno, y se apuran en emitir juicios expertos sobre la causalidad de los accidentes y la supuesta "irresponsabilidad" de quienes se ven involucrados en ellos.
La costumbre de la siesta es la mejor manera de reducir el nivel de melatonina acumulada por ese cansancio mental y "reciclar" la capacidad de atención y respuesta de los conductores.
He trabajado con equipos de ingenieros chinos en el exterior, quienes luego de almuerzo extendían una colchoneta debajo de sus escritorios y dormían una siesta de 1/2 hora antes de seguir trabajando. Ninguno tenía el más mínimo problema ni pudor en hacerlo. Lamentablemente en mi caso nunca tuve la capacidad de dormir 15 o 20 min; en mi caso mi siesta tiene que ser "con pijama y papagayo", de por lo nenos 4hs, lo que es incompatible con mi trabajo.
Analizada en profundidad nuestra costumbre de la siesta,falta la referencia de los chicos que aprovechaban los 40 grados para explorar a su gusto la ciudad.Recuerdan mis tías que eran amenazados por sus mayores de que no debían salir a esa hora porque"...andaban los gitanos y los radicales..." es apenas algo de historia.
Eliminar