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El Sultán fue u perro emblemático durante los veranos de la infancia, cuando íbamos de visita a la casa del abuelo
Nada hay más aburrido que los cuentos de los perros de los otros, las gracias, los saltos, los juegos. Quizás adelantándose a esos cuentos, el Sultán era un perro discreto, sin ninguna otra destreza ni habilidad a la vista, más que acompañarnos a todas partes, eso sí, siempre que sospechara que no íbamos muy lejos, porque si no, se quedaba, supuestamente a cuidar la casa. Lo teníamos desde cachorro, cuando tío Eulalio lo trajo de o sé dónde, diciendo que era cruza con policía.
—Sí, con policía secreto —dijo entonces mi abuelo. Porque la verdad es que no se parecía en nada a los modelos originales. De todas maneras, no tardamos en adoptarlo y quedó durante muchos años como perro dueño de casa. Con él convivieron varios, el Gagarín, también aportado por el tío Eulalio, que cuando le preguntamos si tenía algo de ruso, respondió que era primo muy cercano de la legendaria Laika, primera víctima de la carrera espacial entre los norteamericanos y los soviéticos. Tuvimos otro que se llamó Kaiser y una noche que le averiguamos al abuelo si tenía apellido, dijo que era Kaiser Carabelle, y que tenía primos en Estados Unidos. Es decir, en un tiempo convivieron en casa de mi abuelo, animales con parentela en los dos lados de la Cortina de Hierro.
Los de los primos Acosta, en cambio, todos se llamaban “Chismosa”. Así el tío Arturo Acosta, conocido carnicero y hábil cuatrero del pago, cuando salía con la perrada a buscar animales, cada vez que pasaba por una casa, pegaba el grito:
—¡Chismosa!, ¡Chismosa!
Era un chiste compartido con las vecinas, por supuesto.
Cuando llegábamos, el Sultán nos aguaitaba en una loma que había en el camino, las orejas alertas, el cuerpo presto a recibirnos y hacernos gracias. Siempre fue nuestro preferido, eso que nunca sirvió para cazar, se asustaba cuando veía las vacas reunidas en el corral para una pialada y en general no era guardián pues pronto se hacía amigo de los desconocidos.
Conservarlo quizás fuera algo de chicos nomás, porque en el campo el perro es una necesidad, no un lujo ni una mascota, sino un auxiliar de todo trabajo y, como le conté, el Sultán no servía para mucho. Nos encariñamos tanto que el viejo desistió de regalarlo, a su vez, a alguien que viviera lejos para que no tuviera cómo volver.
Años después me enteré de que cuando mi abuelo se quedaba solo, en semerenda casona, en el invierno, le tendía una jerguilla para que lo acompañara desde la puerta de su cuarto. Decía:
—No es para que sea mi guardia personal, faltaba más, pero si entra alguno, cuando tropiece con él, me voy a dar a cuenta.
Lo cierto es que se hacían compañía durante el tiempo que la nietada andaba lejos y quizás fuera el confidente de sus horas solitarias. A la vuelta de un verano nos contó que al morir el Sultán lo había enterrado cerca de un palo borracho, en el patio de la casa.
Cuando le preguntábamos al abuelo cómo había muerto y siempre nos contaba una historia distinta, una vez decía que lo había pateado una mula en la cabeza, pero también decía que de puro gusto nomás: “No halló qué hacer, entonces crepó ese maula”. Y nos quedamos para siempre con la duda sobre lo que le había sucedido al Sultán.
Después el tío Eulalio vino con el Bobi. Y sí, era perro, de cachorrito se parecía al Sultán, y capaz que hasta parientes eran, porque allá en el campo somos todos familia, pero este era más perro, no sé si me entiende, se enojaba, ladraba, corría a los animales, salía a cazar, le gustaba vivir la aventura, digamos que la filosofía y la vida contemplativa no eran lo suyo. Pero, con todos sus defectos nosotros lo queríamos más al otro, nos gustaba tener un perro autónomo, con vida interior, al que le podíamos contar nuestras cosas y parecía entendernos.
O tal vez no nos hicimos tan amigos del Bobi porque ya éramos otros, vaya a saber, ¿no?
Juan Manuel Aragón
A 15 de julio del 2024, en Chilca La Loma. Desgranando maíz para las gallinas.
Ramírez de Velasco®
Después el tío Eulalio vino con el Bobi. Y sí, era perro, de cachorrito se parecía al Sultán, y capaz que hasta parientes eran, porque allá en el campo somos todos familia, pero este era más perro, no sé si me entiende, se enojaba, ladraba, corría a los animales, salía a cazar, le gustaba vivir la aventura, digamos que la filosofía y la vida contemplativa no eran lo suyo. Pero, con todos sus defectos nosotros lo queríamos más al otro, nos gustaba tener un perro autónomo, con vida interior, al que le podíamos contar nuestras cosas y parecía entendernos.
O tal vez no nos hicimos tan amigos del Bobi porque ya éramos otros, vaya a saber, ¿no?
Juan Manuel Aragón
A 15 de julio del 2024, en Chilca La Loma. Desgranando maíz para las gallinas.
Ramírez de Velasco®
Hace como 50 años habia un conocido de mi pueblo qie tenia un parrito al que le puso de nombre " Cual, por lo que cuando era miy tipico que cundo alguien le preguntaba: ¿ como se llama ?, la contestacion era....Cual, y asi discurria la conversacion.
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