Belgrano a la siesta |
“Dicen que dicen que los porteños critican a los santiagueños porque duermen esa hora, pero qué sabrán esos lechuguinos”
El sol golpea su puño furioso contra el pavimento de enero, en la plaza Libertad no se mueve una hoja, un sofoco orilla la pared buscando una sombra que lo cobije de tanto bochorno, mientras a unos cuantos metros en el centro mismo del que emana el infierno, el general Manuel Belgrano sigue sofrenando su flete de bronce, impasible, como todos los días ante el calor, el frío, el buen tiempo, el viento, el aguacero, lo que venga. Los pocos que caminan a esa hora calculan que la ciudad duerme como recién nacido, como gato de chalé, como senador en debate, como expediente de provincia, justamente.Dicen que dicen que los porteños critican a los santiagueños porque duermen durante la imprecisa hora de soñar con los angelitos a pata suelta, pero qué sabrán esos lechuguinos. Digan qué otra cosa hay para hacer en una ciudad que ha detenido su marcha porque en la fragua de Vulcano es imposible trabajar, sería criminal intentarlo.En algunos lugares del norte de la Argentina se la sigue tomando de camisón y padrenuestro, a puertas trancadas, cortinas corridas y que nadie moleste porque es pecado.
Algunas confiterías aguantan como pueden, lo mismo que los trabajadores de las estaciones de servicio, hay periodistas encerrados en el aire acondicionado de las redacciones, todos agobiados también como la ciudad, como el mundo en esa pausa del día que duda si convertirse en tarde franca o seguir siendo una enorme somnolencia galopando por la gran herida cerrada de la avenida Belgrano.
Si se mira a lo lejos por la Avellaneda, un poco más aquí de la Roca, frente al sanatorio Viano o por el teatro 25 de Mayo reverbera el pavimento formando volutas de calor que dejarán de centellear recién cuando lleguen los días frescos, más allá de abril, mayo, quizás junio.
Endemientras, habrá que aguantar lo que queda de enero, ¡y todavía resta el fatal febrero! Del lado del barrio Ejército Argentino vienen corriendo, perseguidos por la tormenta, unos sombríos nubarrones, en la radio anuncian que es posible que esta tardecita llueva. Entonces será el turno de un rato al fresco, quizás dormir con la ventana abierta, haciendo corriente de aire con la puerta del comedor, que se dejará asegurada con una silla. Cantarán las ranas en los charcos del baldío vecino y los autos pasarán por la Belgrano haciendo “¡chisss!, ¡chisss!”.
La última del mundo terminará de caer sobre la ciudad. A lo lejos, por la Yrigoyen pasado el cine Renzi, vendrá el Chumillero vacío. Es que, ¡oiga!, quién va a viajar a esas altas horas. Ni ututu que fuera.
Cuando pase esa dichosa hora, cientos de miles de santiagueños s desperezarán felices. Ya lo dice el refrán popular: “Dormir la siesta es amanecer dos veces por día”.
Pero ya lo ha dicho mejor el siguiente poema:
Siesta
de Alfonsina Storni
Sobre la tierra seca
EI sol quemando cae:
Zumban los moscardones
Y las grietas se abren...
El viento no se mueve.
Desde la tierra sale
Un vaho como de horno;
Se abochorna la tarde
Y resopla cocida
Bajo el plomo del aire...
Ahogo, pesadez,
Cielo blanco; ni un ave.
Se oye un pequeño ruido:
Entre las pajas mueve
Su cuerpo amosaicado
Una larga serpiente.
Ondula con dulzura.
Por las piedras calientes
Se desliza, pesada,
Después de su banquete
De dulces y pequeños
Pájaros aflautados
Que le abultan el vientre.
Se enrosca poco a poco,
Muy pesada y muy blanda,
Poco a poco se duerme
Bajo la tarde blanca.
¿Hasta cuándo su sueño?
Ya no se escucha nada.
Larga siesta de víbora
Duerme también mi alma.
Juan Manuel Aragón
A 2 de octubre del 2024, en Quimilí. Ochando la perrada.
Ramírez de Velasco©
Muy bueno. Hay que seguir con las costumbres de uno mientras se quiera y se pueda.
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato, cuya fiel descripción literaria me transportó a otras épocas vividas y me hizo sentir como inmerso dentro de ese paisaje.
ResponderEliminarNunca fui bueno para dormir la siesta, por mi línea de trabajo y precisamente porque necesitaría un par de horas, con pijama y papagayo, como dicen las viejas. Supongo que con los años pagaré el precio de no haber adoptado tan saludable práctica.
Excelente descripción. Yo soy fiel seguidor de la siesta.
ResponderEliminarExcelente, me hiciste recordar las volutas en el pavimento, lo miraba como algo mágico que solo el calor Santiagueño lo lograba. Saludos 🥰🙌🏼
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