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RELATO El reflejo en la represa

"Luna de sangre", de Hugo Argañarás

Cómo fue que mi abuelo me llevó a conocer mujer y lo que sentí cuando la vi por primera vez


Era el padre de mi mamá y desde chicos fuimos muy unidos, cada verano, unos días antes de que terminaran las clases me iba al campo con él. Éramos felices. Al otro abuelo no lo conocí, murió antes de que yo naciera, un hombre importante, político que todavía se menta en la familia como hombre honesto y que dejó muchas obras en Tucumán. Mi abuelo materno era alguien sencillo: leía novelas policiales, le gustaba comerse una tumbita todos los días y montaba un caballo bayo melón.
Todos los días me acuerdo de él, algunos más, otros menos, pero no pasa uno sin que algún pensamiento vuele hasta aquel tiempo en que el mundo era potrillo. Tenía unas maneras serias, pero era chistoso, alegre, bonachón, no tenía mal día. Le cuento, una vez vino a verlo un señor de La Isla, no recuerdo el apellido, dijo que quería hablar con él. Lo recibió todo compuesto, serio y haciéndose el pensativo, en la sombra de unas cañas tacuaras bajo las cuales todas las tardes tomaba el café. El otro le contó que ese año había ido de contratista a la zafra de Tucumán, es decir, era el encargado de llevar gente y, como tal, ganaba unos pesos más y en una de esas se sentía poderoso. Debe haber sido el año 71 o 72 y todavía creíamos que el trabajo en la caña no se acabaría nunca. El caso es que el señor aquel le contó a mi abuelo que había hecho unos buenos pesos, ahora andaba con ganas de comprar tierra y le preguntó si no le vendería un poco. Sin perder en ningún instante su seriedad, mi abuelo le dijo que sí, que cómo no, que encantado. Que le daría tierra gratis, sólo tenía que ir con un carro, al día siguiente y sacarla del bajo:
—Lleve toda la que quiera— lo convidó.
—No, usted no entiende, yo lo que quiero es mucha tierra.
—Bueno, venga las veces que quiera y llévese toda, se la doy gratis.
—Sí, pero quiero varias hectáreas de tierra.
—No hay problema, el cerco es grande.
Después, cuando el tipo se fue, me dedicó una media sonrisa y me señaló:
—Así hay que tratar a estos atrevidos, no vale la pena ni enojarse con ellos.
No me acuerdo si fue ese año, el anterior o después, cuando me preguntó si ya conocía mujer. Entendí la pregunta, pero preferí hacerme el tonto y responder que no, porque obviamente, no conocía.
—Esta noche te voy a llevar a un lugar— anunció.
Pero llegó la hora de dormir, apagamos la lámpara y nos fuimos a la cama. Al parecer no se había acordado.
Habrá pasado una hora, dos, no sé, cuando sentí que me zamarreaba.
—Juan, ¡Juan!, despertate, despertate.
Ciego de sueño abrí los ojos. Tenía el farolito del baño en la mano, estaba con su pijama celeste y me dijo que me pusiera las alpargatas. Me levanté medio a los tropezones. Salimos de la casa, encaramos para el lado del calicanto, lo rodeamos por atrás y seguimos rumbo los corrales, un camino que todavía hoy, si es que sigue existiendo haría de memoria, con los ojos vendados sin tropezar con nada. Cuando estábamos llegando a la vieja represa apagó el farolito y me hizo ver una luna creciente hermosa, colorada, que asomaba detrás de los eucaliptos de la casa.
—¿La ves?— la señaló.
—Sí, la Luna— respondí.
Entonces dijo:
—Bueno, no es la Luna, es la mujer.
Quise creer que había entendido.
Pero se inclinó un poco y me obligó a agacharme con él. La Luna se reflejaba en el agua tiritando, medio tapada por unos pastos, esquiva y misteriosa.
—¿Y ahora a esta otra la ves?
—Sí, claro.
—Esta no es la Luna, es una luna, la que quizás algún día te toque a vos, como a mí me tocó tu abuela. Esta es la verdadera mujer, la que tiembla de frío en medio de la represa.
Entendí lo que quería decir.
Esta madrugada de mediados de octubre del 2024, mientras termino de escribir estas líneas, a tantos años de aquello, ella duerme tranquila en la habitación.
Desde la computadora siento los ronquidos de nuestros hijos.
Juan Manuel Aragón
A 17 de octubre del 2024, en la Belgrano y Sáenz Peña. Esperando el 115.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc17 de octubre de 2024, 7:34

    Genial.

    ResponderEliminar
  2. Muy bueno, Juan Manuel !! Felicitaciones. Agradecido por la ilustración.

    ResponderEliminar
  3. Agradecido por la ilustración de "LUNA DE SANGRE ".

    ResponderEliminar
  4. La luna que alumbra los pagos brilla con más esplendor....Alguien puso letra a la Zamba para que sea santiagueña

    ResponderEliminar

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