Frutas y verduras |
Dicho lo dicho en la nota de ayer, digamos que los consumidores también tienen sus armas para enfrentar el abuso en los precios
Cuando íbamos al mercado de abasto, mi madre siempre regateaba todo, desde medio kilo de pimientos hasta la bolsa de papas. A veces estaba un buen rato pidiéndole una rebaja al verdulero, yo veía que venía otra gente, compraba, se iba, y ella seguía. Hasta que conseguía el 10 por ciento de descuento que pedía. Pasaba frente a los zapalleros y me decía en voz bien alta: “A ese no le compro zapallitos verdes porque te asalta”. El tipo la oía y no decía nada.Me daba vergüenza, por supuesto. Yo quería que compre como alguien normal, le dicen el precio y si le alcanza, lo paga y si no, se marcha. Pero insistía: “Usted me dice que tengo que comprar tres bolsas de mandarina para que me haga una rebaja, pero se me van a podrir”, seguía exigiendo. Una vez le pregunté por qué pedía rebajas que a veces eran ínfimas. Me miró y me dijo solamente tres palabras: “Es el mercado”. Yo creía que se refería al Mercado de Abasto, que quedaba en la Roca norte.Pero era lanudo viejo cuando entendí cabalmente lo que me había enseñado. Dicho lo dicho en mi nota de ayer (para verla, haga clic aquí), hay que saber también que el asunto no es tan simple como que los comerciantes ponen un precio a lo que venden; si les quieres comprar, bien y si no, también, porque siempre habrá alguien que necesite más que vos lo que venden y lo comprará igual. Esto no es, mejor dicho, no debiera ser tan así.
Qué ocurre si por una causa extraordinaria, una ciudad se queda sin agua potable. ¿Es lícito que los comerciantes que tienen agua embotellada desde antes, suban su precio de acuerdo al valor del mercado? Lo lógico es suponer que no. Pero cuando proteste por su precio, el kiosquero de la esquina le dirá que todos han hecho lo mismo y todavía puede agregar que la tiene un poquito más barata que el resto.
Eso es una ganancia mal habida, amigos. En ese caso, son hijos de Hermes, no de casualidad, el dios griego del comercio y… del robo. Un tema extremo de hijoputez empresaria, digamos. Pero en el medio queda una amplia comarca de grises y claroscuros.
Vamos a otro caso. Para las fiestas de fin de año se consumen determinados alimentos, casi como un mandato religioso: lechón, pollo, peceto, turrones, sidra, champán, pan dulce, garrapiñada son los más buscados. ¿Es lícito que los comerciantes se pongan de acuerdo, sin siquiera una llamada de teléfono entre ellos, para subir el precio al mismo tiempo y llevarlos a la estratósfera? Puede ser.
Pero, como no son alimentos esenciales y se puede prescindir de ellos, harían bien los clientes si, de este lado del mostrador se pusieran de acuerdo para no comprarlos. Una propaganda que dijera: “Van a ganar mucho dinero porque el vendedor de pollos pasará de vender 10 por día a 20 por hora, ¿encima quiere estafarme con el precio? En Nochebuena comeré arroz y en Año Nuevo fideo”. Con solo una mitad de los consumidores que lleve adelante esta amenaza, el próximo año estarán atentos para no abusarse. Deberán bajar los precios, no les quedará otra.
Dicen que en otros países las asociaciones de consumidores son tan o más fuertes que las cámaras que agrupan a los comerciantes. Llegan al extremo de que, si el fabricante de un producto pone publicidad en un programa de televisión considerado no apto para la familia, avisan a sus asociados para que no lo compren. Una gran mayoría le hace caso y obligan a la tele a no ser (tan) procaz.
En otras palabras, por ahí los comerciantes se entusiasman con las ganancias que obtienen y, como no hay nadie que les ponga freno, debemos hacerlo entre todos. Ahora que existen los telefonitos móviles, en vez de mandar fotos de ositos y vídeos con otras huevadas por el estilo, deberíamos enviarnos mensajes que digan, por dar un caso. “En Vea no solamente mucha mercadería es más cara que en el almacén ´Roma´, de Roca y Mitre, sino que además bajaron la altura de las góndolas para no ofrecer tantos productos. No le compremos hasta que no vuelvan a ser baratos”. Y a continuación agregar: “Si estás de acuerdo, reenvía el mensaje al menos a 10 contactos”.
¿Saben qué?, con tres de estos mensajes, bien hechos, convincentes y masivos, a más de uno le vamos a hacer que entienda, en el propio cuero, de qué se trata eso de la responsabilidad social empresaria. Pero ese es un asunto que mejor dejemos para otro día.
Por hoy la termino aquí y les hago precio.
©Juan Manuel Aragón
"...bronca porque roba el asaltante pero también roba el comerciante..." (La marcha de la bronca. Pedro y Pablo)
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