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DOGMA Mañana es el día de la Asunción de la Virgen

La Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma

Por qué los colegios católicos no quieren recordar la fecha y no llevan a los alumnos a misa


Mañana es la Asunción de María o Asunción de la Virgen. Se trata de una creencia profundamente arraigada en la tradición y doctrina de la Iglesia Católica, de la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Ortodoxa Oriental y de algunas denominaciones protestantes como los anglicanos. La creencia sostiene que María, la madre de Jesucristo, al final de su vida terrenal, fue asumida o elevada al Cielo en cuerpo y alma.
Para los católicos es día de precepto, por lo que es obligatorio oir misa. De hecho, antaño, cuando los colegios católicos eran católicos, se daba asueto a los alumnos para que asistan a misa con sus familias o directamente los llevaban a misa a todos y seguían las clases.
El término latino "Assumptio Beatae Mariae Virginis", que significa"Asunción de la Bienaventurada Virgen María" y se refiere a este suceso trascendental. Esta doctrina fue definida como dogma de fe por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, en la constitución apostólica Munificentissimus Deus. La declaración de este dogma fue un acontecimiento significativo en la historia de la Iglesia, ya que marcó la culminación de siglos de devoción, reflexión teológica y desarrollo doctrinal en torno a la figura de María.
Pero la celebración de la Asunción tiene una larga historia. En Oriente, se comenzó a celebrar en el siglo VI, mientras que en Roma la fiesta se adoptó en el siglo VII. La fecha de la celebración, el 15 de agosto, es un día de gran importancia para los católicos, que lo viven como un momento de especial veneración a María.
La fiesta tiene sus raíces en la antigua liturgia oriental, que ya en el siglo IV celebraba como “El Recuerdo de María", recordaba la entrada de la Virgen María al Cielo, refiriéndose a su asunción.
En el siglo VI recibió el nombre de "Dormitio" o "Dormición de María", término que proviene del griego "κοίμησις" (koimesis). Se celebraba tanto el fin de la vida terrenal de María como su asunción al Cielo. Sin embargo, a partir del siglo VII, el término "Dormición" fue reemplazado por "Asunción", reflejando el desarrollo de la doctrina y su creciente importancia en la tradición cristiana.
Las primeras referencias literarias conocidas sobre la Asunción figuran en la obra griega "De Obitu S. Dominae". Jerusalén y Éfeso, afirman ser los lugares donde ocurrió. Esta cuestión ha sido motivo de debate y especulación a lo largo de los siglos, ya que ambas ciudades tienen un significado especial en la tradición cristiana. Jerusalén es el lugar donde se desarrollaron los últimos acontecimientos de la vida de Jesucristo y Éfeso es conocida por ser la ciudad en que vivió la Virgen tras la crucifixión de su hijo, según algunas tradiciones.
Un texto apócrifo del siglo III o posiblemente del siglo II, el "Liber Requiei Mariae" (Libro del reposo de María), ofrece una de las primeras narraciones conocidas que abordan el final de la vida de María y su asunción. Este texto, aunque no es considerado canónico, ha tenido una gran influencia en la tradición cristiana, y ha sido una fuente importante para la comprensión de la Asunción en los primeros siglos del cristianismo. En otros textos tempranos también hay referencias a la Asunción. Uno de ellos es el "Discurso Griego sobre la Dormición", atribuido a Juan el Teólogo. Otra fuente importante es el "Seis Libros de la Dormición Apócrifa", un texto apócrifo dividido en seis libros separados, que data casi con certeza de mediados del siglo IV, si no antes. Entrega evidencia convincente de un culto temprano a la Virgen María, casi un siglo antes de los acontecimientos del Concilio de Éfeso en el 431, que definió formalmente a María como "Theotokos", es decir, Madre de Dios.
La creencia en la asunción corpórea de María se basa también en otros textos apócrifos, como el "De Obitu S. Dominae", atribuido a San Juan, aunque perteneciente al siglo IV o V, y en el "De Transitu Virginis", falsamente atribuido a Melitón de Sardes. Una carta espuria atribuida a Dionisio el Areopagita también lo menciona. Según una de estas fuentes, la Virgen habría sido resucitada y asunta al cielo poco después de ser enterrada. En este relato, Jesús llega al lugar donde se encuentra el cuerpo de María y pregunta a sus apóstoles, que la velaban: "¿Qué queréis vosotros que haga con ella?". Pedro, en su habitual vehemencia, responde que sería justo que, así como Jesús venció a la muerte y reina en su gloria, María también fuera resucitada y conducida al Cielo, llena de alegría. Los apóstoles llevan entonces el féretro de María y depositan su venerado cuerpo en un sepulcro sin estrenar en Getsemaní. Durante tres días consecutivos, se oyen voces de ángeles invisibles alabando a Cristo, hasta que, al concluir el tercer día, las voces cesan y todos se dan cuenta de que el cuerpo de María ha sido elevado al Paraíso.
Uno de los textos apócrifos más difundidos en el oriente bizantino es el "Libro de San Juan Evangelista, el Teólogo". Este y otros escritos apócrifos tuvieron una gran influencia en homilías y escritos de los oradores orientales, como Juan de Tesalónica, Juan de Damasco, San Andrés de Creta y San Germán de Constantinopla. Aunque estos escritos no tienen carácter histórico, la Iglesia Católica ha visto en ellos un fondo teológico que reflejaba la devoción y la fe del pueblo cristiano, y que ha sido expresado a través de relatos adornados y simbólicos.
A pesar de la amplia aceptación de la Asunción en Oriente, en Occidente, la doctrina no fue desarrollada sino hasta el siglo XII. Diversos factores, como las tensas relaciones con Oriente y la falta de dominio del griego en Occidente, contribuyeron a este retraso. Sin embargo, en el siglo XII, aparece el tratado "Ad Interrogata", atribuido a San Agustín, que aceptaba la asunción corporal de María. Santo Tomás de Aquino y otros grandes teólogos se declararon a favor de esta creencia, lo que contribuyó a su aceptación en la doctrina católica.
En el siglo XVI, el papa Pío V, cuando reformó el Breviario, decidió eliminar las citas del "Seudo-Jerónimo" que ponían en duda la asunción corporal de María y las sustituyó por otras que defendían esta doctrina. Sin embargo, dos siglos después, el papa Benedicto XIV señaló la doctrina de la Asunción como piadosa y probable, aunque sin declararla dogma de fe.
La influencia de ciertos textos, como el "Pseudo-Jerónimo", que cuestionaban si María fue asunta al Cielo con o sin su cuerpo, generó dudas sobre si la asunción corporal estaba incluida en la celebración de la fiesta. Estas dudas se vieron agravadas por la difusión de otro libro, el "Martirologio" del monje Usuardo, muerto hacia el año 875, que elogiaba la reserva de la Iglesia de aquella época respecto a la localización del cuerpo de María, afirmando que el lugar donde por mandato divino se oculta este dignísimo templo del Espíritu Santo y nuestro Señor Dios permanecía desconocido. 


A lo largo de los siglos, la creencia en la Asunción fue ganando adeptos, y en 1849 comenzaron a llegar a la Santa Sede los primeros pedidos de los obispos para que esta doctrina fuera declarada como dogma de fe. Estos pedidos aumentaron con el tiempo, reflejando el creciente apoyo entre el clero y los fieles. En 1946, el papa Pío XII consultó al episcopado sobre la posibilidad de declarar la Asunción como dogma, a través de la carta "Deiparae Virginis Mariae". La respuesta fue casi unánime a favor de esta declaración.
Finalmente, el 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII proclamó la constitución apostólica "Munificentissimus Deus", en la que, basándose en la tradición de la Iglesia, los testimonios de la liturgia, la creencia de los fieles guiados por sus pastores, los testimonios de los Padres y Doctores de la Iglesia y el consenso de los obispos de todo el mundo, declaró la Asunción de la Virgen María como dogma de fe. Esta declaración marcó el reconocimiento oficial de una creencia que había sido parte integral de la fe cristiana durante siglos, y que continúa siendo una de las doctrinas más veneradas y celebradas en la Iglesia Católica y en otras tradiciones cristianas. Dice el Papa:
“Por eso, después que una y otra vez hemos elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.”​
Constitución apostólica Munificentissimus Deus, 1 de noviembre de 1950
Juan Manuel Aragón

Ramírez de Velasco®

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