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El día que se fue de la Casa Rosada |
En el 2001 Fernando de la Rúa renunció a su cargo de presidente y se tomó el helicóptero
El 20 de diciembre del 2001, el presidente Fernando de la Rúa, subió a un helicóptero y se mandó a mudar de la Casa Rosada luego de haber firmado su renuncia al cargo.El texto de su renuncia lo dirigió a Ramón Puerta, presidente provisional del Senado, Ramón Puerta y decía textualmente:“Me dirijo a usted para presentar mi renuncia como presidente de la Nación.
“Mi mensaje de hoy para asegurar la gobernabilidad y constituir un gobierno
de unidad fue rechazado por líderes parlamentarios.
“Confío que mi decisión contribuirá a la paz social y a la continuidad
institucional de la República.
“Pido por eso al Honorable Congreso que tenga a bien aceptarla.
“Lo saludo con mi más alta consideración y estima y pido a Dios por la
ventura de mi patria.
“Fernando de la Rúa”.Había ganado las elecciones con más del 48 por ciento de los votos junto a Carlos Álvarez, “Chacho” y asumió el 10 de diciembre de 1999. La crisis económica desatada en el segundo gobierno de Carlos Menem lo acompañó todos los días de su mandato hasta su renuncia. A ello se agregaron una evidente falta de carácter personal, el abandono de sus aliados, como Álvarez, “Chacho”, y la voracidad del peronismo, que dos años antes había visto esfumarse la posibilidad de llegar de nuevo al poder, con Eduardo Duhalde.
Una caída tan estrepitosa como la de un presidente nunca tiene una causa única, siempre son múltiples los factores que la ocasionan. Entre ellos, en este caso al menos, parece haber tenido una influencia mayor la cuestión económica.
El primer ministro de Economía del nuevo gobierno, José Luis Machinea, encaró un programa de ajuste fiscal avalado por el Fondo Monetario, que incluyó reducciones del gasto público y un aumento en las alícuotas del impuesto a las ganancias. Pero sus resultados fueron insuficientes porque la disminución de salarios agudizó el cuadro recesivo que se venía arrastrando desde al menos los dos últimos años de gobierno de Carlos Saúl Menem.
Luego del fracaso de un blindaje financiero, Machinea renunció al Ministerio de Economía y asumió Ricardo López Murphy que anunció un ajuste fiscal. Quería recortar el 5 por ciento del presupuesto para la educación, bajar jubilaciones, postergar el pago de sueldos, privatizar el Banco Nación y reducir gastos en Salud. Resultado: renunció a los 15 días de asumido, salió eyectado, mejor dicho.
Entonces llegó Cavallo, “padre de la convertibilidad”, que firmó un acuerdo con el Fondo Monetario, a pesar de no haber cumplido las metas de gasto público y déficit fiscal planteadas para el primer trimestre del 2001.
Hay palabras que con el tiempo se olvidaron como el “megacanje” creado por ese ministro. Era un mecanismo que le permitía a la Argentina (que no podía pagar la deuda) cambiar títulos, con tasas de interés del 5 por ciento, por otros con un interés del 18 por ciento. Era un abrazo al adversario, sólo para evitar el nocaut.
Antes del “megacanje”, a fines del 2000, la deuda externa era de 80.000 millones de dólares. Luego llegó a 88.000 millones de dólares y para el 2003 era de 102.000 millones de dólares. Además, antes de esa operación la Argentina debía pagar entre el 2001 y el 2031 por los vencimientos de su deuda unos 60.500 millones de dólares. Luego aumentó en un 63 por ciento y llegó a los 98.400 millones de dólares.
Con un remo hecho pedazos, remeros que tenían sus intereses en otros botes, la canoa haciendo agua y una desastrosa economía, el gobierno se mantenía en pie. Entonces, el 6 de octubre del 2000 renunció el Chacho, disconforme por la manera en que el gobierno llevaba adelante las discusiones del proyecto de ley de reforma laboral. Y quizás enfurecido porque se había pretendido coimear a senadores, aunque no lo dijo. Ni entonces ni nunca.
En estas crónicas escritas a vuelapluma, como un recordatorio fugaz de lo que fuimos, que no falten las otras causas de la caída de un gobierno que venía a salvar a los argentinos de la pizza con champán y se volvió sushi con Shakira y de un Presidente al que le armaban escenarios de reuniones con funcionarios en los que los asesores periodísticos le hacían mostrar una actitud de autoridad que sonaba a impostada.
Todos los días los diarios traían una noticia sobre el parche que ponían para parchar el parche anterior que no se había pegado bien, mientras los sueldos se desbarrancaban y una supuesta estabilidad que había durado casi 10 años con la convertibilidad, se iba al tacho.
Al final de su mandato, como esos matrimonios que ya no aguantan lo que hasta ayer los enamoraba del otro, los argentinos veían con antipatía a su esposa Inés Pertiné Urien (“es divina, no como Zulema Yoma o las chirusas que le alcanzaba Andrés Antonietti a Menem, nada que ver”, decían al principio, y al final la criticaban hasta por los anteojos de sol que usaba), sus hijos, sus bonsáis, su voz, imitada hasta el hartazgo y esa manera algo cansina de resolver los problemas o no resolverlos.
Y encima, llegó el “corralito” cuando el Fondo anunció que no le daría más plata a la Argentina, los ahorristas corrieron a los bancos a sacar sus dólares y les dijeron que no los tenían. Ahora Cavallo explica que no fue tan corral su corralito porque no le quedaba otra, pero entonces no decía lo mismo.
Además:
Desde la renuncia del Chacho, los peronistas venían oliendo sangre.
Cavallo hablaba de una “canasta de monedas” como solución mágica.
El precio de la soja seguía sin ayudar.
Las coimas en el Senado que salían todos los días en los diarios.
El propio Presidente que, cada vez que hablaba se lo veía como resignado.
La emboscada de Marcelo Tinelli.
Uf, ¿no?
Pero, abajo hay lugar para que también recuerde esos días, con su firma o anónimamente, que es más divertido.
©Juan Manuel Aragón
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