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Discusión |
Cómo poner paños fríos a las discusiones y debates políticos, en tiempos en que todos quieren tener razón y quizás están equivocados
El cumpa Panchito Collado dio una de las tantas claves que podrían solucionar el drama de la grieta ideológica que se abate sobre los argentinos en estos momentos, cada vez con más fuerza y los divide con mucha pasión. Trabajaba en Rentas de la Municipalidad de Santiago, oficina plagada de peronistas, en la que era prácticamente el único radical. Si bien las discusiones por cuestiones políticas no eran frecuentes, de tanto en tanto se armaban. Es obvio que se discutía de otra manera, no como ahora, a muerte, sin dar ni pedir cuartel. En esos tiempos era un cruce de ideas entre gente que se respetaba, se quería y se apreciaba; nadie iba a retirar el saludo a alguien solo porque pensara distinto en tal o cual asunto.En aquellas lejanas épocas, todos sabían que los vecinos no pensaban igual y que se podía vivir, trabajar, estudiar, jugar a la pelota, ser amigo, en definitiva, de gente de ideas diferentes a las de uno. Aunque no lo crea, uno era amigo de otro no a pesar de que pensaba de otra forma, sino —justamente— por eso, pues sabía que era la mejor manera de mejorar el propio entendimiento.El caso es que un día, antes de unas elecciones cuadreras, como solían ser en Santiago, hubo un leve toletole. Los peronistas y el cumpa Collado se trenzaron porque no estaban de acuerdo en algo, pongalé equis, no importa qué, no viene al caso. “Vos tenés razón en todo eso —dijo en un momento el cumpa— pero reconoceme que yo también la tengo en tal otra cosa”. Después le preguntaron por qué les había dado la derecha a los peronistas, si era evidente que, al menos en eso, no la tenían. Entonces explicó que, para hacerlos aflojar en lo más importante, el nudo de la cuestión, primero tenía que tirarles un hueso, hacerlos creer que lo habían convencido de algo que, de todas maneras, no era fundamental. Es decir, según él, los hacía ganar en tonterías para que luego tuvieran que aceptarle lo más importante.
La discusión es un arte que requiere, además de todas las reglas (“argumentum ad hominem”, “non sequitur”, “post hoc, ergo propter hoc”, “ignoratio elenchi”, “petitio principii” y el resto), seguir unos pasos precisos para ir convenciendo a los demás de la validez de la argumentación propia. Entre otras cosas, claro, la delicadeza con que se debe tratar a quien debate cualquier cosa con uno para no herir susceptibilidades innecesariamente.
Discusión en la televisión
—Ese decir “no estoy de acuerdo, pero respeto tu idea” es una estupidez.
—¿Cómo es eso? —le preguntaron.
—No es posible respetar una idea contraria a la nuestra, porque respetar, entre otras cosas, es acatar, estar de acuerdo.
—¿Entonces?
—Al que se respeta y se cuida como un cristal es al otro, pero no su pensamiento y menos si crees que está errado.
Si aquella manera de tratar con la gente se hubiera mantenido hasta ahora, el mundo sería otro. Pero el cumpa Panchito para ese tiempo tenía como 70 años, era la década del 90, imagínese, si viviera ahora, pasaría de los 100 seguro. Se precisaría que vuelva esa gente a este tiempo, quizás con media docena por barrio se salvaría el mundo de tanta porquería que anda dando vueltas por todos lados: gente con la mente cerrada tirándose de librepensadores, iletrados de toda materia que discuten de lo que sea, tontos de capirote vestidos de grandes profesores, audaces parlanchines creyéndose benefactores de la humanidad, semerendos hijos de puta con hábito de carmelitas descalzas, cretinos sin remedio intentando pasar por los Siete Sabios de la Antigüedad, boleteros de todo lo que pasa por el frente de su casa, rateros de solapas de libros creyendo que con eso basta para convencer a otros de su sapiencia. Entre otros especímenes, claro.
Queda aquí este antimanifiesto, con la intención de que un puñado de gente lo lea y lo empiece a poner en práctica, como una manera de empezar a ver en los otros a un prójimo al viejo estilo, como sabía ser antes. Sacudidos de la estupidez del palurdaje actual, todos se percaten de lo natural que resulta el pensamiento disímil pero siempre enriquecedor del vecino, el compañero de trabajo, el hermano, el verdulero de la esquina. Ayer fue el día del amigo que, ya lo han dicho otros, es uno mismo en el cuero de otro.
A ver, ¿de qué quiere discutir?
Juan Manuel Aragón
A 21 de julio del 2025, en Remes. Corriendo las chivas.
Ramírez de Velasco®
tu amigo hoy se mete un tiro y vuelve al cajón urgente......jajajjjajajajj
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