Ir al contenido principal

PALABRAS Buenos Aires también es el interior

El viejo puerto renovado

A menos que los porteños crean que no están en la Argentina, su ciudad es parte del país


¿Qué quieren decir los de Buenos Aires cuando hablan del interior?, ¿acaso no son parte de la Argentina como todos nosotros?, ¿vivirán en el exterior o estarán en un limbo que no es ni el adentro ni el afuera? Muchas veces me he preguntado por qué decían —y siguen diciendo— que cualquier lugar del país que no sea Buenos Aires es, necesariamente, el interior.
La ciudad de Buenos Aires queda, como es obvio, en la Argentina, es parte de su adentro, de su territorio y hasta antes de la última reforma constitucional, pergeñada, como pacto preexistente entre dos personas, Carlos Menem y Raúl Alfonsín, era la capital federal del resto del país. Con lo que, el traslado que se pretendió en alguna época, perdió sentido, pues al no haber capital federal, no hay algo para mover de lugar.
Buenos Aires es el interior de la Argentina, no está afuera, no queda en el exterior, no es una parte extraña al cuerpo espiritual de la Nación. Y es una porción muy querida por el resto, no solamente porque ahí están, en muchos casos, las raíces de los males de muchos argentinos, sino porque también contiene en sí misma, el germen de la salvación de todos nosotros, considerados como la indivisible y amada patria.
Conocemos a los porteños mucho más de lo que ellos saben de nosotros; sabemos que son amables, muy educados, bien compuestos en el vestir. Nos da rabia que nos tengan como gente simple, sin complicaciones y todos buenos y sencillos. Es una cuestión de matemáticas, aquí hay la misma maldad que allá, pero al ser menos gente hay menos malos, una cuenta fácil de sacar.
Además, si Buenos Aires no es el interior de la Argentina, ¿qué viene a ser? Es una parte entrañablemente nuestra, igual que San Pedro de Jujuy, Remes de Santiago del Estero o Santa Rosa de Toay, La Pampa, entre otros cientos de miles de lugares que forman este bendito país. Vamos todos en el mismo convoy, con idénticos maquinistas. El vagón de un tren no va más rápido que el resto, tomamos las curvas a la misma velocidad y si nos estrellamos o llegamos con salud a las próximas estaciones, será porque entre todos pusimos lo nuestro para seguir marchando.
La General Paz para nosotros no es un límite sino solamente un hito, un punto más en el camino, tanto si estamos llegando o vamos volviendo. No creemos en un mundo más allá o más aquí de esa avenida ni en una forma de ver las cosas de aquel o de este lado. Ni siquiera suponemos que hay una manera de vivir distinta. Porque, a pesar de los edificios, el movimiento, el tránsito que no cesa de pasar, es el mismo cielo, el mismo aire que cobija a todos.
Cuando se convirtieron casi en uno más de nosotros, con su gobernador al que le dicen jefe de gobierno, pero es lo mismo, su Legislatura, su policía, sus jueces, recién se dieron cuenta de que tenían una tonada, un acento particular que, ahora se percatan, es tan provinciana como la nuestra.
Cuando llegamos a la Terminal, al ratito nomás nos sentimos tan propios como si fuéramos nacidos y criados o, como dijo un gobernador que tuvimos, cuando ya se manejaba en su propio auto, siendo legislador nacional: “Ya soy criollo de aquí yo también”. Con todo lo cosmopolitas que se sienten, con sus ballets, las embajadas, los artistas que cantan en inglés y llenan estadios y sus nombres raros, son tan criollos como nosotros. O tal vez un poco más, no lo sé.
Es la más provinciana de todas las capitales de la Argentina, como que mucho más de la mitad de la gente que la habita es de una provincia o lo son sus padres, sus abuelos, un antepasado perdido en el mapa de su familia. Si extrajéramos a todos los provincianos, sus hijos o sus nietos, no queda ni el loro viviendo en Buenos Aires.
No hay interior, mejor dicho, todos somos el interior, sólo que unos son de unas provincias y otros de otras. Si se siguiera la lógica de que las capitales no están en el interior, entonces Frías sería el interior del interior y Choya el interior del interior del interior, una ridiculez, ¿no cree?
A menos, claro, que usted crea en esa vieja teoría de que los porteños miran el mar a través del puerto y se sienten parte de Europa. Pero todos sabemos que la vieja y podrida Europa no quiere a nadie ya, es una cáscara repleta de monumentos y edificios colosales, albergando una existencia que perdió su razón de ser, su norte, su fe. Pero esto sería motivo de otra nota, para más adelante, si cuadra.
Ahora repita conmigo esta obviedad: “Todo lo que está adentro de la Argentina es parte de su interior, incluida Buenos Aires”.
Salute.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc30 de agosto de 2022, 8:00

    Aquí también tenemos quienes "salen al interior" (?).

    ResponderEliminar
  2. Te leí con atención y me pregunté en un prinsipio: LO DICES EN SERIO O IRONISAS AMIGO JUAN MANUEL?. PODRÍA CONTESTARLE MUCHAS RAZONES POR LO CUAL EL PORTEÑO NIEGA TODO LO QUE AFIRMA ES MÁS NI LO CONSIDERA, PERO NO TENGO GANAS DE DESCRIBIR TODO LO QUE LA GENTE "DEL INTERIOR" SIENTE, PIENSA Y LO SUFRE DE LA INDUDABLEMENTE PRIVILEGIADA CIUDAD HOY LLAMADA CABA. EN LO ÚNICO QUE COINCIDO ES LA UBICACIÓN GEOGRÁFICA QUE SEÑALA.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

CUARESMA Tentado por el Diablo

Las imágenes se cubrían con un velo morado Lo que no se podía hacer antes porque era un tiempo de penitencia, oración, rezos, reflexión y arrepentimiento En esos tiempos nos preparábamos, de chicos, para algo terrible, íbamos a matar a Nuestro Señor Jesucristo el Viernes Santo, mientras recordábamos los 40 días que pasó en el desierto siendo tentado por el Diablo. Capaz que no sea una definición exacta de la Cuaresma, pero en eso creíamos. Debíamos hacer un sacrificio por día, además de comer menos, no podíamos cantar ni tocar ni oir música y, en lo posible, tampoco reírnos. El Diablo había tentado a Nuestro Señor Jesucristo con los reinos del mundo, su pompa, su boato, la admiración de las multitudes, quizás también mujeres, pensábamos nosotros, que éramos chicos. Y se la había bancado. A nosotros nos pedían solamente un pequeño sacrificio por día y no comer postre pongalé. No era mucho en comparación, pero costaba. Las madres repetían que, si no nos gustaba el dulce de membrillo, dej...

DESPEDIDA Hasta la próxima Chacarera Musha (con vídeo)

Velorio de Musha, con música A último momento, cuando ya no quedaba mucho por hacer, se pensó en traerlo a La Banda, pero ya era tarde, la enfermedad estaba ganando Por Alfredo Peláez, “Fredy” Tenía un aprecio especial por Musha. Muchos años de amistad. Era como de la familia. Vi todas las fotos y leí todo los posteos que se publicaron en las redes con motivo de su fallecimiento. De todas la que más me gusto, fue una despedida que decía: "Hasta la próxima chacarera". Y sí. "Musha" Carabajal era pura chacarera. En los escenarios, solía gritar anta cada tema con voz impuesta: "Chacareraaa…". De su círculo íntimo, me contaron, que cuando ya no había nada que hacer, cuando la situación era irreversible, se pensó con SADAIC en trasladarlo a La Banda para que se apague su vida en la tierra que lo vio nacer un 2 de junio de 1952. Fue imposible. "Musha" ya no podía moverse. La terrible enfermedad que padecía le estaba ganando la batalla final. A sus amig...

CARABAJAL Los tres Petecos de la historia

El tercer Peteco de la historia Antes del conocido Peteco Carabajal, hubo otro que también llevó su apodo y antes de él, otro más, y  Chaca como hilo conductor Lo que pocos saben de la historia es que antes de Peteco Carabajal, hubo otro Peteco y antes de él, otro más y son esas leyendas que circulan en las familias, pasando de generación en generación, siempre recordadas y perpetuadas en las voces de quienes las atesoran para siempre. A Eduardo Carabajal le dicen “Chaca”, desde pequeño, y la historia de por qué le quedó el apodo sí es sabida por muchos. Cuando era chico, su tío Carlos no andaba muy bien económicamente. La música, el arte es así, o, lo que es lo mismo, los Carabajal no eran tan conocidos como se hicieron después de mucho andar. El padre de Zita, la esposa de Carlos, trabajaba en una panadería y le enseñó al yerno a hacer chipacos. Dicen que le salían muy ricos, crocantes y sabrosos. Y lo mandaban a Eduardo, entonces muchacho de unos diez años, a venderlos en un can...

SAUDADES El cuadro de la abuela

Frente de una casa antigua “En el medio, como chorizos superpuestos y una tras otras, la pieza de los padres, después la de los abuelos, la de los tíos…” Me gusta el liviano aire que portan las casas viejas, que tienen un aparente desorden en las cocinas con el que las abuelas suelen confundir a la gente que llega por primera vez. Me gusta cuando las conozco, cuando me dejan pasar a ese lugar sagrado, que solamente era profanado por los íntimos, y también por el electricista, el gasista, el plomero, cuando llegaban, tras un pedido de auxilio. En ocasiones, como esta madrugada de domingo en que escribo mi diaria crónica, algo en el aire trae el recuerdo de aquello y crece en el pecho un rencor añejo, por las cosas que no están, porque no hicimos mucho para retenerlas y porque, de alguna manera que no sabría explicar, podríamos haber cubierto de eternidad aquellos tiempos y no lo hicimos, ¡caracho! Le cuento por si lo ha olvidado o no lo experimentó, en esas casas había una sala española...

RECURRENCIA Tu perro es sólo un perro

Choco sin raza, obvio No es parte de tu familia, nunca lo será, porque la familia es el proyecto de vida que forman un hombre y una mujer para tener hijos y criarlos sanos y buenos Es sólo un perro, es sólo un perro, es sólo un perro. No, jamás será un ser humano, aunque pasen mil años él, su cría y la cría de sus crías, jamás serán gente. Seguirá siendo un perro, un triste perro. Un animal, ¿entiendes? Es animal y por lo tanto irracional, no razona, no piensa como vos, tu marido o tu señora. Y aunque estamos en pleno tiempo de autopercepción sensiblera, compasiva y tierna, no lo voy a reconocer como tu hijo. No es tu hijo. ¿Vos lo ves así?, bien por vos, para mí no lo es. Dile Pedrito o María Eugenia, para mí es lo mismo, es decir un perro, un pichicho, un choco, un firulais, como lo llaman los mejicanos. Y no, no me gusta tu perro, no es agradable, ¿no ves que tiene cara de perro?, ¿cómo quieres que me guste? Tampoco voy a tener la cortesía de decirte que es lindo. Porque, disculpame...