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La ley Mitre ordenaba que en el 47 caduquen las franquicias nacionales, provinciales y municipales, pero nos apresuramos a comprar los trenes
El 1 de marzo de 1948 se nacionalizan los ferrocarriles. A la llamada Ley Mitre, de 1907, le faltaba poco para vencer en 1947. Caducarían las franquicias nacionales, provinciales y municipales para los ferrocarriles ingleses en la Argentina. A partir del 1 de enero, deberían someterse a las mismas leyes que todas las industrias extranjeras radicadas en el país, pagando derechos de aduana y portuarios, impuestos a la renta, contribuciones territoriales y municipales.Los ingleses querían una empresa mixta para conservar parte de la propiedad, pero el movimiento obrero esperaba la nacionalización. Desde 1917, los ferroviarios venían pidiendo la nacionalización. En 1938 exigieron la nacionalización del Ferrocarril Central de Córdoba y en 1942 La Fraternidad sugirió que el Estado nacional comprara los ferrocarriles.En los hechos, si no se les pagaba nada a los ingleses por los ferrocarriles, igualmente habrían sido argentinos, el gobierno de Juan Domingo Perón dilapidó parte del capital acumulado en bancos extranjeros durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Argentina se convirtió en acreedora de los triunfadores gracias a las ventas de granos, especialmente trigo.En diciembre de 1946, comenzaron las negociaciones. Cuando Miguel Miranda, presidente del Consejo Económico Nacional, preguntó cuál era el valor en pesos de los ferrocarriles, los ingleses contestaron que valían 10.000 millones. Miranda ofreció 1.000 millones y los otros se retiraron ofendidos.
Se negoció varios meses hasta que se fijó un precio de 2.029 millones de pesos, pagaderos con disponibilidades de fondos argentinos en los Estados Unidos. Pero si no se mantenía la convertibilidad de la libra, el pago sería en especies.
Al declarar la inconvertibilidad de la libra esterlina, se pagó con trigo. Se abonaron 676 millones que se obtuvieron de la venta de una mínima parte de los inmuebles que eran parte de los bienes del ferrocarril.
El ferrocarril fue trazado respondiendo a la concepción de un país agrario que unía las llanuras del interior con los puertos para exportar materias primas, con el fin de salvaguardar los intereses británicos, lo que tenía poco que ver con los intereses de la Nación.
La compra terminaría con un multimillonario drenaje de divisas, se recuperaría el dominio de las tarifas y del trazado de los ramales lo que permitiría estimular la economía a fin de lograr desarrollos regionales más equilibrados.
El gobierno nacional cumplía con su obligación de usar los ferrocarriles en relación de las necesidades de la política económica nacional y no en funciones de intereses económicos extranjeros que pretendían que el país siguiera siendo una colonia.
En 1990, la situación de los Ferrocarriles Argentinos no difería del de otras empresas públicas colapsadas, en gran parte por el mal manejo del Estado y sus concesivas leyes, que permitieron que todo lo que no expoliaron los ingleses quedara en el país, pero en forma de coimas, hurtos, malos manejos y conquistas sociales.
El sistema ferroviario tenía un déficit de 355 millones de dólares anuales o un millón de dólares diarios, algo que ya era “insoportable” para el Tesoro. La nacionalización propuesta por Perón, había traído la ruina de los ferrocarriles y otro gobierno peronista comenzó su venta y su liquidación.
Hoy nos damos cuenta de que hubiera sido mejor obligar a los ingleses a cumplir las leyes argentinas, antes que hacernos cargo de sus bienes para terminar malbaratándolos. Pero es otra historia o efemérides. Otro día.
©Juan Manuel Aragón
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