Ir al contenido principal

30 ALMANAQUE MUNDIAL Jesucristo

La crucifixión de Jesucristo

El 7 de abril del año 30 es crucificado y muere Nuestro Señor Jesucristo: en esta nota, breve explicación de cómo se llega a esa fecha


El 7 de abril del año 30 es el día que posiblemente murió Nuestro Señor Jesucristo. Para llegar a esta conclusión los teólogos consultaron —y lo siguen haciendo —buceando en los pocos documentos que han llegado de aquellos tiempos.
¿De dónde surge la noción arraigada de que murió a la edad de 33 años? En los evangelios no se establece explícitamente tal afirmación, aunque Lucas, en el capítulo 3, menciona que la vida pública de Jesús comenzó cuando tenía alrededor de treinta años.
Ramón Teja Casuso, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria y profesor "honoris causa" en la Universidad de Bolonia, argumentó que “históricamente no se puede sostener la idea de que Jesús murió a los 33 años”.
Según Teja, cada cultura utiliza su hecho histórico más significativo para marcar el tiempo. Y señaló que Dionisio el Exiguo, un monje y matemático que en el siglo VI estableció el año del nacimiento de Jesús -el "Anno Domini"-, cometió un error en este aspecto, y le habría errado por cuatro años, por lo que paradójicamente, Jesucristo habría nacido cuatro años antes de la era cristiana.
Dionisio cometió un error de entre 4 y 7 años en la fecha del nacimiento de Jesús. Si sus cálculos hubieran sido ciertos, Herodes habría llevado entre 4 y 7 años de muerto cuando nació el Mesías, pero el monje jamás supo de su equivocación, que se supo recién 1.200 años después.
Poncio Pilatos, el perfecto romano de Judea que se "lavó las manos" antes de decidir si se ejecutaría a Nuestro Señor o a Barrabás, "ocupó este cargo desde el año 29 al 37 d.C.", afirma Teja, lo que implica que Jesús murió con una edad entre 34 y 42 años.
En contraste, el Evangelio de san Juan registra hasta tres celebraciones de la Pascua en las cuales Jesús visita Jerusalén (mientras san Marcos, san Mateo y san Lucas mencionan solo una), lo que ha contribuido a la creencia generalizada en la tradición cristiana de que Jesús vivió 33 años.
Para acercarse a una fecha más precisa, Antonio Piñero propone realizar una investigación astronómica.
"La crucifixión ocurrió en un viernes de luna llena durante la Pascua, por lo tanto, debemos determinar qué día 15 de Nisán (el primer mes del calendario hebreo, cuando se celebra la Pascua judía) cumplía con estas condiciones" entre los años mencionados.
"El resultado sugiere dos opciones: el 7 de abril del año 30, lo que implicaría que Cristo tenía 36 años en su muerte, y el 3 de abril del 33, lo que pondría a Jesús en los 39 años", asegura.
Piñero considera más plausible el 7 de abril del año 33 como la fecha de la crucifixión, y encuentra respaldo en la figura de Pablo de Tarso, también conocido como San Pablo, quien es una de las fuentes más confiables de la doctrina católica a través de las Epístolas Paulinas.
"El descubrimiento de una inscripción que demuestra que el prefecto de Galión, que juzgó a Pablo en Acaya, capital de Corinto, estuvo allí entre junio del 51 y junio del 52", menciona Piñero.
“Esto implica que, si se toma el año 33 como el de la crucifixión de Cristo, el cálculo coincide ajustadamente", explica el catedrático, considerando que Pablo pasó tres años de meditación después de la muerte de Jesús, seguidos de 15 días en Jerusalén y 14 años de predicación.
Entonces, ¿fue Jesús crucificado el 7 de abril del año 30? Piñero plantea una salvedad: "Es mi opinión, pero creo que es más probable que Jesús fuera crucificado el jueves, porque si fue crucificado a las 3 de la tarde del viernes, habría muerto después de caer la tarde. Según la tradición judía, eso marca el inicio de un nuevo día, es decir, el sábado (shabbat), un día de descanso", argumenta Piñero.
"La crucifixión en el día de descanso habría sido una profanación monumental. Es más probable que no fuera crucificado el viernes sino el jueves. Por lo tanto, no el 7 sino el 6 de abril del año 30 d.C.", concluye.
Inmediatamente después de entrar en Jerusalén, los evangelios relatan cómo Jesús derriba las mesas en el templo y denuncia enérgicamente el comercio que ha invadido la religión. Esto, posiblemente, agotó la paciencia de los sumos sacerdotes, quienes recurrieron a la traición para arrestar a Jesús y llevarlo a juicio. Jesús enfrentó, de hecho, dos procesos: uno judío y otro romano, uno religioso y otro político.
En el juicio religioso, se lo acusó de proclamarse Hijo de Dios y Mesías, pero cuando compareció ante Pilato y Herodes, el cargo se cambió a haberse declarado rey de los judíos, lo que podría interpretarse políticamente como un acto de rebelión contra el dominio de César Augusto.
Lo que sigue, con Jesús apenas defendiéndose con su silencio o respuestas breves, es la condena popular instigada por las autoridades religiosas, que terminó con la multitud pidiendo la liberación de un asesino. Este plebiscito es la base misma sobre la que se asienta la justificación católica en contra de la democracia.
Las autoridades religiosas lograron la condena y la crucifixión de Jesús, probablemente en un lugar preparado específicamente para la ejecución, donde el reo solo tenía que llevar uno de los dos travesaños en su camino público. Probablemente fue clavado por las muñecas, como detallan los evangelistas, lo que es inusual en la mayoría de los pasajes evangélicos. Además, mencionan la hora de la muerte para indicar su proximidad al inicio del sábado, lo que motivó que el proceso de descenso de la cruz y su traslado al sepulcro se acelerara.
El relato culmina con la resurrección y las apariciones de Jesús a las mujeres y los discípulos, un aspecto que se adscribe exclusivamente a la esfera de la fe, personal e intransferible, y que puede requerir un enfoque diferente para ser comprendido completamente.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

Entradas populares de este blog

HISTORIA La Casa de los Taboada

La Casa de los Taboada, recordada en El Liberal del cincuentenario Por qué pasó de manos de una familia de Santiago al gobierno de la provincia y los avatares que sucedieron en la vieja propiedad Los viejos santiagueños recuerdan que a principios de 1974 se inundó Santiago. El gobernador Carlos Arturo Juárez bautizó aquellas tormentas como “Meteoro”, nombre con el que todavía hoy algunos las recuerdan. Entre los destrozos que causó el agua, volteó una pared del inmueble de la calle Buenos Aires, que ya se conocía como “Casa de los Taboada”. Y una mujer que había trabajado toda la vida de señora culta, corrió a avisarle a Juárez que se estaba viniendo abajo el solar histórico que fuera de la familia más famosa en la provincia durante el siglo XIX. No era nada que no pudiera arreglarse, aunque ya era una casa vieja. Venía del tiempo de los Taboada, sí, pero había tenido algunas modernizaciones que la hacían habitable. Pero Juárez ordenó a la Cámara de Diputados que dictara una ley exprop

RECUERDOS Pocho García, el de la entrada

Pocho García El autor sigue desgranando sus añoranzas el diario El Liberal, cómo él lo conoció y otros muchos siguen añorando Por Alfredo Peláez Pocho GarcÍa vivió años entre rejas. Después de trasponer la entrada principal de El Liberal, de hierro forjado y vidrio, había dos especies de boxes con rejas. El de la izquierda se abría solo de tarde. Allí estaba Juanito Elli, el encargado de sociales; se recibían los avisos fúnebres, misas, cumpleaños. Cuando Juanito estaba de franco su reemplazante era, el profesor Juan Gómez. A la derecha, el reducto de Pocho García, durante años el encargado de los avisos clasificados, con su ayudante Carlitos Poncio. Pocho era un personaje. Buen tipo amantes de las picadas y el vino. Suegro de "Chula" Álvarez, de fotomecánica, hijo de "Pilili" Álvarez, dos familias de Liberales puros. A García cuando salía del diario en la pausa del mediodía lo esperaba en la esquina de la avenida Belgrano y Pedro León Gallo su íntimo amigo Orlando

HOMBRE San José sigue siendo ejemplo

San José dormido, sueña Un texto escrito al calor de uno de los tantos días que el mundo secularizado ideó para gambetear a los santos Todos los días es día de algo, del perro, del gato, del niño, del padre, de la madre, del mono, del arquero, de la yerba mate, del bombo, del pasto hachado, de la madrastra, del piano de cola, de la Pachamama, del ropero, de la guitarra, del guiso carrero, de la enfermera, del abogado, del pañuelo usado. Todo lo que camina sobre la tierra, vuela en el cielo, nada en el agua, trepa las montañas, nada en las lagunas, patina en el hielo, surfea en las olas o esquiva a los acreedores, tiene su día. Nada como un día sin connotaciones religiosas, sólo nuestro, bien masón y ateo, para recordar a los panaderos, a las mucamas, a los canillitas, a los aceiteros, a los carpinteros, a los periodistas a los lustrines, a los soderos, a los mozos, a los vendedores, a los empleados públicos, a los policías, a los ladrones, a los jugadores, a los abstemios y a los tomad